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Los recientes acontecimientos políticos, desde las mociones de censura presentadas en Murcia y Castilla y León hasta la convocatoria de elecciones en Madrid, pasando por la sorprendente candidatura de Pablo Iglesias y por la desintegración de Ciudadanos, que parece estar buscando la manera más vergonzosa de morir, han protagonizado la actualidad política estas últimas semanas constituyendo una auténtica revolución informativa en un panorama, hasta entonces, más bien aburrido.
Algunas personas, sobre todo desde la izquierda, han reaccionado mal ante estos hechos, echando la culpa a la clase política en general de no «mirar por el ciudadano». Que nuestra casta política española (es significativo que quienes popularizaron esa expresión ya no la usen, pues ya son casta ellos también) constituye una elite extractiva que saquea al ciudadano sin velar, en absoluto, por sus intereses no lo pongo en duda (incluso publiqué un libro titulado «Crisis y Estafa» sobre ello) pero creo que, en este caso, la responsabilidad es de PSOE y Ciudadanos, mientras que Ayuso solo se está defendiendo, cosa a la que tiene derecho, lógicamente. Otro tema es que Ayuso tenga todos los defectos propios del partido en el que milita y que eso haga desaconsejable confiar en ella como en cualquier candidato del PP.
Más grave que estas turbulencias electorales resulta que 4 energúmenos de ultraizquierda hicieran arder las calles por un rapero que hablaba de tiros en la nuca o que Vox fuese atacado en la campaña de las elecciones catalanas, estos sí, signos claros de anormalidad democrática, procedentes de la izquierda. Convocar elecciones es un recurso normal en una sociedad democrática y no debería escandalizar a nadie. Recurrir a triquiñuelas legales para tratar de hurtar a los madrileños la posibilidad de decidir su gobierno, sin éxito, es un recurso vil y rastrero de quienes saben que no les va a ir muy bien en las urnas y solo creen en la democracia cuando ganan ellos. El acoso de la izquierda contra Madrid tiene un precio, y en las próximas elecciones lo va a empezar a pagar.
El eslogan escogido por Ayuso, “Socialismo o Libertad” se transformó con la candidatura de Iglesias en “Comunismo o Libertad”. ¿Se ajusta a la realidad? La disyuntiva real, como ha sugerido Espinosa de los Monteros, es más bien globalismo o patria, pero la izquierda lleva agitando el fantasma de la malvada extrema derecha “que viene y que nos come” durante años sin ningún sentido y Pablo Iglesias ha reconocido ser comunista, ha citado a Lenin, ha llamado referente de dignidad a Fidel Castro… no podemos culpar a Ayuso por su eslogan. Eso sí, si fuera madrileño y como español, mi preocupación es que Vox obtenga un buen resultado. El PP sin Vox no se diferencia en mucho del PSOE. Ni siquiera Ayuso, aunque nos simpatice.
Madrileños y españoles nos jugamos dos cosas importantes en las próximas elecciones en esta región: que Ayuso + Vox sumen mayoría para que exorcicen el riesgo de que esta región caiga en manos de fanáticos descerebrados como Iglesias y que, dentro de ella, Vox tenga una alta representación para que no le puedan hurtar entrar en el gobierno o tengan que realizar importantes cesiones programáticas. La negativa de la izquierda y del establishment centrista republicano a que la CEDA, que había ganado las elecciones, entrase en el gobierno de la Segunda República, provocó la revolución del 34, que fue el primer paso para desencadenar la Guerra Civil, dos años después. Como la historia tiende a repetirse, pero en una versión descafeinada y baja en calorías, ahora es impedir la entrada de Vox en el gobierno de Madrid una de las cosas que motiva a Iglesias a dejar la vicepresidencia del gobierno y concurrir a las elecciones madrileñas.
Más importante aún, por tanto, que la victoria de Ayuso es la entrada de Vox en el gobierno de Madrid o su protagonismo fundamental marcando la agenda política fuera de él, porque romperá un tabú y permitirá que las cosas cambien de verdad. La salida de Iglesias de la vicepresidencia del gobierno quiere decir que habrá elecciones generales pronto o que Sánchez va a empezar a aplicar recortes y él no quiere estar ahí cuando lo haga, para no quemarse. En todo caso es una apuesta arriesgada por su parte y una oportunidad de los madrileños de expulsar a ese extremista de la política española, dando la victoria al bloque Ayuso-Vox y, dentro de él, prestando a Vox unos resultados magníficos, puesto que es la entrada de Vox en el gobierno de Madrid lo que Iglesias quiere evitar. No le demos el gusto. Si no quiere «derecha trumpista» que tenga dos tazas.
Globalismo o libertad, globalismo o prosperidad, globalismo o identidad… en definitiva, globalismo o patria. Por encima de las luchas partidistas están los verdaderos motores de la historia. En Madrid no es tan importante que un partido saque más o menos votos, sino que Ayuso necesite a Vox para gobernar y no tenga más remedio que aceptar su presencia en el gobierno o dotarle de gran protagonismo. Así se romperá el tabú de que la “malvada ultraderecha” no puede gobernar y se allanará el camino para cambios futuros que son los realmente importantes, cuando el patriotismo se enfrente y derrote al globalismo.
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