16/05/2024 02:53

La famosa garita frente a la vivienda de Galapagar, donde residen el ex vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias y la ex ministra de Igualdad Irene Montero, ya no está ocupada por la Guardia Civil. El Ministerio del Interior anunció la retirada del dispositivo que protegía el chalet de la pareja, argumentando que habían pasado dos años desde que Iglesias dejó su cargo y los informes de evaluación de amenazas no justificaban mantener la vigilancia. A pesar de esto, Iglesias y Montero protestaron, alegando que aún existía un riesgo y solicitando que se mantuviera la vigilancia, ya que afirmaban seguir recibiendo insultos en redes sociales.

La pareja intentó conservar una de las ventajas de su cargo, que era el mantenimiento de una vigilancia perimetral por parte de la Guardia Civil alrededor de su finca en Galapagar. En ciertas ocasiones, este operativo incluía a medio centenar de agentes y miembros de los Grupos de Reserva y Seguridad (GRS), la unidad de élite de la Guardia Civil. Esto constituía un despliegue inédito en España para un domicilio particular que no perteneciera a un presidente del Gobierno. Tanta calidad policial para tanta bajeza de chusma sin conciencia.

A pesar de los argumentos presentados por Iglesias y Montero para evitar la retirada de la vigilancia perimetral, la Guardia Civil y el Ministerio del Interior consideraron que las amenazas e insultos recibidos a través de redes sociales no eran suficientes para justificar el despliegue continuado de una patrulla del Puesto de Galapagar a su servicio. Además, se mencionó el coste económico significativo asociado a este tipo de operativo.

Lo cierto es que millones de ciudadanos consideran a la pareja podemita como la causante de tantos perjuicios, males, ruinas, tragedias familiares y destrozos sociales orquestados con alto grado de manipulación torticera. Miles de damnificados los consideran responsables directos de la muerte de sus Seres Queridos en el 202o, y sus nombres causan repulsión absoluta en la ciudadanía que los consideran parásitos carroñeros de la más baja estofa moral. Aún así, suerte tienen los pobres diablos de que los que saben de sus malignidades y vomitivas estafas políticas, no los toman como blanco físico de las iras. A diferencia de ellos y sus repulsivos e hipócritas simpatizantes, los que los aborrecen se conforman con la recogida de las siembras que les tocará cuando los gusanos devoren sus entrañas y sus pútridos espíritus se rebocen en la mierda del averno. A todo cerdo le toca su San Martín, cierto,  pero esa es decisión de Dios y de la Justicia terrena. Si la hubiese, estos malhechores estaban detrás de las rejas.

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En tanto, retornan unos de los males personificados contra España a su condición de ciudadanos sin privilegios. Deseemos, a la espera de la mayor de las justicias divinas, que puedan vivir en paz sobre la tierra que sembraron de odio.

La fosa cavada de Galapagar. Por Ignacio Fernández Candela

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Pedro

Ahora ya son lo que siempre han sido. NADA.
Y si les amenazan por las redes sociales, que denuncien, como todo hijo de vecino.

Carmen

Son unos españoles normales y corrientes, sin cargo público alguno, que les haga acreedores a tener escolta…
Y si se sienten amenazados, QUE DENUNCIEN, como todo el mundo.

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