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- MÁS DEL FALSO ECUMENISMO – RESPONSABILIDADES, TÁCTICAS Y FRUTOS
Pasemos ahora a conocer que nos ha enseñado el profesor católico Michael Davies, de Inglaterra, amigo de von Hildebrandt. Michael ha sido un prolífico escritor. Escribió más de cuarenta libros, la mayoría vinculados a la crisis que se alzó tras Concilio Vaticano II. Expondré algunos textos de su afamada obra ‘El Concilio del Papa Juan’.
Tocante al ecumenismo: “El movimiento ecuménico tal como existe ahora se basa sobre la premisa totalmente falsa de que se puede obtener la unidad orgánica con los protestantes por medio de negociaciones ecuménicas” (Davies, Michael, El Concilio del Papa Juan, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, p. 141). En otro lugar nos dirá Davies: “el diálogo ecuménico ha abierto una puerta por la que ha entrado el virus del racionalismo, exuberante entre las denominaciones protestantes, y ha contaminado al propio Cuerpo Místico, y, por consiguiente, ha debilitado su capacidad de combatir las fuerzas de la revolución, que nunca como hoy han estado tan cerca de eclipsar la Iglesia de Cristo” (ob. cit. págs. 149 y 150). Una más: “el efecto práctico del diálogo ecuménico es la protestantización de la Iglesia Católica” (ob. cit. p. 152). Y esto: “La manifestación más dramática para el católico corriente es (…) la protestantización de nuestra liturgia” (ob. cit p. 169).
En lo que hace a la responsabilidad del Concilio, dirá: “El Vaticano II, como suceso, resulta responsable directo del resurgimiento y creciente aumento del modernismo dentro de la Iglesia” (ob. cit. p. 216).
¿Cómo actúan muchos contra los defensores de la Tradición? “La táctica más coherente de los progresistas, y que usan consecuentemente porque resulta exitosa, consiste en presentar a aquellos que se le oponen como figuras más bien patéticas, hombres de mentalidad cerrada, hombres que temen el cambio, hombres que viven en el pasado y no pueden adaptarse a las ideas y adelantos modernos. Escribía San Pio X en Pascendi Gregis: ‘No es de maravillar que los modernistas embistan con extrema malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia. No hay ningún género de malevolencia con que no los hieran, pero su modo habitual es acusarlos de ignorancia y de terquedad’.” (ob. cit. p. 217).
Adviértase las siguientes palabras relativas a la autoridad, a la obediencia y a ejemplos históricos de ambas cosas. Nos enseña Davies: “Dietrich von Hildebrandt ha señalado el peligro inherente a la actitud de muchos católicos leales que como reacción ante los ataques de los progresistas a la autoridad papal, aceptan ahora las decisiones
prácticas del papa como si fueran definiciones ex cathedra o encíclicas que tratan temas de fe o de moral siempre en total armonía con la tradición de la Santa Iglesia y su Magisterio. Esta lealtad es verdaderamente falsa e infundada. Coloca a los fieles ante problemas insolubles en atención a la historia de la Iglesia. En último término, esta falsa lealtad solo puede hacer peligrar la fe Católica… Resulta obvio que una decisión política o disciplinaria no es un dogma. Puede ser sabia y producir fructíferas consecuencias. O puede ser imprudente y dar por resultado grandes inconvenientes para la Iglesia y grandes dolores para la humanidad” (ob. cit. págs. 208 y 209). Y sin dejar de citar a Dietrich, se nos dice: “Los que basan su defensa de la fe en el axioma de que todo lo que el papa decida debe estar bien, se hallarían en una situación desesperadamente indefendible si empezaran a estudiar la historia del papado. Tendrían que sostener que SAN ATANASIO fue ortodoxo hasta que el papa Liberio confirmó su excomunión; que esa excomunión hizo que sus opiniones no fueran ortodoxas; pero que se volvieron ortodoxas de nuevo cuando Liberio se retractó. En otras palabras, no existen reglas de verdad objetiva; un artículo de fe se vuelve verdadero o falso, solo a causa de la actual actitud del pontífice reinante. En forma similar, en el año 896 el papa Esteban VI exhumó del sepulcro el cadáver de su predecesor Formoso, lo sometió a ‘juicio’, lo condenó y lo despojó de sus vestiduras y luego lo hizo arrojar al Tíber. El Papa muerto fue declarado depuesto y se anularon todos sus actos, incluyendo las ordenaciones: ¡hecho bastante extraño dado que el papa Esteban VI había sido consagrado obispo por el papa Formoso! En 897, el papa Teodoro II recuperó el cadáver de Formoso, lo sepultó en San Pedro con una ceremonia adecuada y declaró válidas las ordenaciones de Formoso, y mandó que fueran reordenados los por él ordenados. Sin entrar en los errores o aciertos de su trasfondo, este singular episodio pone algo bien en claro: al menos alguno de los papas intervinientes debe haber estado en error, y en error sobre un grave asunto de disciplina” (ob. cit. págs. 237 y 238). Agreguemos esto otro: “No es necesario que el católico afligido pero leal se diga: ‘Esto debe estar bien porque se hace con permiso del papa’, cuando entra a una Iglesia donde se ha destruido el hermoso altar y se lo ha reemplazado por una mesa sobre la cual el sacerdote celebra una especie de misa de la cual se ha erradicado casi toda referencia al sacrificio y a la presencia real; durante la cual se permite oficialmente que el sacerdote improvise partes y durante la cual una mujer distribuye la comunión en la mano a los comulgantes de pie.
No, ese católico está autorizado para usar la razón que le ha dado Dios, y decir: ‘Esto está mal y el papa se ha equivocado al autorizarlo’.” (ob. cit. p. 240).
Sobre los frutos del Concilio: “Ningún ser racional puede negar que, hasta ahora, el Vaticano II no ha producido frutos buenos (…). Pablo VI llegó al punto de lamentar en 1968 de que la Iglesia se hallaba en un proceso de autodestrucción, autodistruzione. En la fiesta de San Pedro y San Pablo de 1972 llegó a decir que de una forma u otra el propio Satanás había encontrado una abertura para entrar en la Iglesia (…). Dijo el Papa: “Creímos que después del Concilio llegaría un día de sol en la historia de la Iglesia, y en su lugar encontramos nuevas borrascas” (ob. cit. p. 19).
Y este texto, desde luego, le hará explotar las venas al modernismo: “Si hay un hombre que es odiado por el mundo porque claramente no es del mundo, un hombre cuyas creencias y normas virtualmente la totalidad de la sociedad contemporánea – protestantes, masones, marxistas y católicos-, se ha unido para rechazarlas, ese hombre es el arzobispo Marcel Lefebvre” (Davies, Michael, El Concilio del Papa Juan, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, p. 284). Al valiente defensor de la fe, a ese santo obispo francés sobre el que, como otrora se hizo con San Atanasio se le adosa el fantasma de la excomunión, se le aplican las palabras del R.P. Leonardo Castellani: “los cristianos serán una minoría, y aparecerán como delincuentes a los ojos de todos” (El Apokalypsis, ed. Jus, México, 1967, p. 320). En estos tiempos ha sido el Ex Nuncio Apostólico de los Estados Unidos, el arzobispo Carlos María Vigano, uno de los que valorizó y cantó la verdad sobre el gran obispo francés, Monseñor Lefebvre: “Los Pastores están llamados a pastorear el rebaño del Señor, a mantener a raya a los lobos rapaces y a expulsar a los mercenarios que no se preocupan por la salvación de las ovejas ni de los corderos. Este trabajo, a menudo silencioso y oculto, fue realizado por la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, la cual tiene el mérito de no haber dejado apagar la llama de la Tradición, en un momento en que la celebración de la Misa Antigua, era considerada subversiva y por ello, era motivo de excomunión. Sus sacerdotes eran una espina sana en el costado del cuerpo eclesial, [sana espina] en el sentido de ser similar a algo insoportable para los fieles: un reproche constante por la traición cometida en contra del pueblo de Dios, una alternativa inadmisible al nuevo camino conciliar. Y si su fidelidad hizo inevitable la desobediencia al Papa, como consecuencia de las consagraciones episcopales, justamente gracias a ellas, dicha Fraternidad pudo protegerse del ataque furioso de los innovadores, y su existencia permitió la posibilidad de la liberación del Rito Antiguo, que hasta entonces estaba prohibido. Su presencia también permitió que emergieran las contradicciones y los errores de la secta conciliar, tan proclive a hacer permanentes guiños a los herejes y a los idólatras, mientras que se mostraba implacablemente rígida e intolerante, hacia la Verdad Católica. A Monseñor Lefebvre lo considero un ejemplar Confesor de la Fe, y creo que ahora queda claro cuán fundamentada y oportuna fue su denuncia del Concilio y de la apostasía modernista. No hay que olvidar que la persecución de la que Monseñor Lefebvre fue objeto, por parte de la Santa Sede y del Episcopado mundial, ante todo sirvió de disuasión para los católicos refractarios a la revolución conciliar” (https://www.marcotosatti.com/2020/09/03/vigano-mons lefebvre-un-confesor-ejemplar-de-la-fe/).
- LO QUE CASTELLANI VEÍA EN LA DÉCADA DEL 60
A propósito de Castellani y del modernismo que veía, denunció esto: “lo que SE VE”. ¿Y qué veía?: “La Religión Idolátrica, o modernismo como religión del Anticristo, por ser lo que yo he estudiado, y lo que SE VE” –las mayúsculas en el texto son de él- (El Apokalypsis, ed. Jus, México, 1967, p. 313). Sobre ese modernismo, dirá también el padre que está “vigente (…), que ya espantaba a Newman; es la peor herejía que se puede imaginar: la adulteración sutil y total del Cristianismo” (ob. cit. p. 301). En otro lugar sostuvo: “Satanás dirá con sorna a los Santos: ‘¿dónde está vuestro Dios?’ y ellos callarán. Les espejará las más peligrosas ilusiones, y los hará caer en líos endiablados. El estado descompuesto y falsificado de la Iglesia (el Atrio pisoteado por los paganos) los sumirá en desconsuelo y perplejidad. Los prelados ‘mercenarios’ los castigarán y hostigarán (…). Su fidelidad a la Iglesia –a la imagen lejana de la Iglesia, y el núcleo atormentado de hoy- será más que heroica, casi imposible” (ob. cit. 206).
- LA PROSTITUCIÓN A LOS ÍDOLOS
Tras un Motu Propio Traditiones Custodes que implica una persecución a la Tradición Católica, al rito de misa bimilenario conocido también como Tridentino, me vienen las palabras que Gustave Thibón dijera en su prólogo al libro ‘El Silencio de Dios’, escrito por el filósofo español Rafael Gambra: “Las páginas más emocionantes y dolorosas de este libro son aquellas en las que el autor analiza los efectos de este proceso de desintegración en el seno de la Iglesia Católica. El progresismo católico corta los puentes entre el hombre y Dios, la tierra y el cielo. Una religión que disuelve lo eterno en la historia y que rechaza, como adherencia de un pasado para siempre concluso, prácticas y ritos que son el punto de inserción de lo infinito en el espacio y de lo eterno en el tiempo… tal religión no será más que un vago humanitarismo, sin forma y sin contenido. En ella, la prostitución a los ídolos del siglo se reviste del vocablo halagüeño de ‘apertura al mundo’.”(ed. Criterio Libros, España, 1998, p. 18). ¡La exaltación de la Pachamama por un papa no es pura coincidencia! Y una aclaración: el libro de Gambra prologado por Thibón vio por vez primera la luz en 1968.
- EL INVENTO DE LA ‘MUJER IDÓNEA’
Mal que les pese a muchos que aún defienden lo indefendible, también se da, y de manera cada vez más alarmante, palabras como las pronunciadas por los preclaros cardenales Ottaviani y Bacci en la ya lejana década del setenta: “contra los preceptos de San Pablo (I Cor 14, 34; I Tim 2 11-12) se inventa una ‘mujer idónea’, quien, por primera vez contra la tradición de toda la Iglesia, tendrá la facultad de leer las lecturas en la Misa así como también de realizar otros ‘ministerios que se llevan a cabo fuera del presbiterio’.” (Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae, ed. Iction, Buenos Aires,
1980, p. 83). ¡Y desde mil novecientos setenta al hoy, ¿qué diremos?! Quizá ni se imaginaban los cardenales mencionados que aparecerían obispos con ese camelo de los ministros y ministras extraordinarios de la eucaristía. Y todavía hay quienes hablan de los “buenos frutos”.
- ¿EN MANOS DE QUIÉNES ESTÁ LA LITURGIA?
Pasemos ahora a ver qué nos ha dicho el converso y gran formador católico estadounidense, el profesor John Senior, antes de 1980. En su célebre obra ‘La Muerte de la Cultura Cristiana’, no anda con vueltas y manifiesta: “En la hora presente estamos en una noche oscura de la Iglesia. Los caminos usuales se han perdido. Hay ahora poca comodidad en la Iglesia visible. La liturgia, en manos de ladrones, está yacente en la fosa (ed de Argentina, 2021, p. 231).
Disiento con el gran John Senior en el alcance que le da a la fuerza del modernismo. Él sostiene que “la fuerza movilizadora del modernismo es, como lo sugiere su nombre, la perpetua urgencia de lo nuevo” (La Muerte de la Cultura Cristiana, Argentina, 2021, p. 51). No se trata simplemente de una búsqueda de algo nuevo. Se trata sí de un deseo infatigable de mundanizar lo católico y de desacralizar al mundo; es algo nuevo pero netamente demoníaco. Sí coincido totalmente con Senior en esto otro: “El cristianismo está hoy en día tan inmerso en lo mundano que uno difícilmente ve sus orígenes” (ob. cit. p. 104); “El liberalismo es la cara sonriente del modernismo (…). Después de dos mil años de cristianismo somos capaces de una apostasía perversa y teológicamente exacta que ningún pagano había conocido” (ob. cit. p. 210); “La Iglesia misma está dividida internamente por una apostasía, mucho peor de las que ha tenido externamente. Los cristianos que han vivido con la esperanza de que la Iglesia los salvaría, deben luchar para salvar a la Iglesia” (ob. cit. p. 211). Ante la oscuridad que hace más de 61 años se viene enseñoreando del catolicismo, ante la confusión y la perplejidad en la que nos dejan cosas inimaginables perpetradas por hombres de iglesia, valgan estas palabras: “Para quienes están al borde de la desesperación, especialmente ahora, es esencial recordar que la Iglesia nunca se parece tanto a Cristo como cuando se ve quebrada y traicionada desde dentro” (ob. cit. p. 208).
- LA INFILTRACIÓN MASÓNICA Y SUS GANAS DE UN CONCILIO ECUMÉNICO
Es el turno ahora de traer a colación algunos pensamientos del eminentísimo teólogo que fuera el R.P. Julio Meinvielle. Sobre el ataque a la Iglesia Católica, allá por la década del ochenta escribió: “Esta transformación de la Iglesia en molusco va a ser intentada por el Poder Oculto Mundial, y no por una acción fuera de la Iglesia, sino por una acción interna de disgregación” (El Progresismo Cristiano, ed. Cruz y Fierro, Buenos Aires, 1983, p. 107). Agregaba: “El plan de la Revolución en la Iglesia que está
actualmente en ejecución fue preparado a fines del siglo pasado en las altas logias masónicas, en la Orden Cabalística de los Rosacruces de Papus, en la orden Martinista de Saint Yves d’Alveydre y el Simbolismo de Oswald Wirth” (ob. cit. P. 107). Nos dice el Padre Meinvielle que el plan destructivo puede verse en gran medida, en lo que el canónigo apóstata, Abbé Roca, le escribiera al gran masón Oswald Wirth el 23 de agosto de 1891. En tal misiva se leen cosas como: “Lo que quiere edificar la Cristiandad no es una pagoda sino un culto universal en el que todos los cultos estén englobados” (ob. cit. P. 108); “esta nueva iglesia, aunque tal vez no conservará nada de la disciplina escolástica ni de a forma rudimentaria de la Iglesia antigua, recibirá sin embargo de Roma la Consagración y la Jurisdicción Canónica” (ob. cit. p. 110); “habrá el anillo de los retrógrados y el anillo de los progresistas” (ob. cit. p. 111). ¡Y atención con estas palabras del apóstata dirigidas al masón en 1891!: “Creo que el culto divino tal como lo regulan la liturgia, el ceremonial, el ritual y los preceptos de la Iglesia Romana sufrirá próximamente una transformación en un Concilio Ecuménico que le dará la venerable simplicidad de la edad de oro apostólica poniéndola en armonía con el nuevo estado de la conciencia y de la civilización moderna” (ob. cit. p. 113).
Sobre la infiltración masónica en la Iglesia, téngase presente este escalofriante suceso que nos revela el R.P. Julio Meinvielle: “Para ejecutar el plan será necesaria previamente la infiltración masónica dentro de la Iglesia misma. Y en este sentido es sugestivo y revelador lo que se cuenta del Cardenal Rampolla, que fuera Secretario de Estado del gran Leon XIII y que estuvo a punto de ser Papa, cuando a la muerte de éste
fue elegido para sucederle por el voto de los Cardenales del Cónclave. El veto de la Casa de Asturia impidió dicha elección y fue elegido entonces San Pio X. Pues bien, a la muerte del Cardenal Rampolla se encontró un cofre cerrado y sin llave en su habitación; hubo que violentarlo y allí estaban las insignias masónicas del Cardenal. Llevaron a San Pio X estas insignias y el Papa se limitó a decir: ‘disgraziato’.” (ob. cit. p. 114).
Y ahora, apreciado lector, veamos que nos expresó el P. Meinvielle sobre el resultado exitoso de ese plan diabólico y siniestro operante desde antaño: “Este resultado es el actual Progresismo que está liquidando materialmente a la Iglesia” (ob. cit. p. 116). “Hoy circulan en la Iglesia las mayores herejías, incubadas y alentadas por teólogos de renombre universal” (ob. cit. p. 116). “El Programa masónico, el programa sinárquico, está ya sobradamente cumplido. La Iglesia ha perdido su osamenta y se ha convertido en un molusco que ahora puede entrar en la Religión Universal de la Humanidad, junto con el budismo, el judaísmo y el ateísmo. No hace falta insistir en que detrás de esta tarea de liquidación de la Iglesia está el Poder Oculto Mundial que ha logrado hacer efectivo su objetivo de penetración en las más altas jerarquías de los cuadros eclesiásticos” (ob. cit. p. 121)
En otra de sus obras llamada ‘De la Cábala al Progresismo’, el Padre Meinvielle sostiene: “El cristianismo se seculariza (…). Cómo se hayan de cumplir, en esta edad cabalística, las promesas de asistencia del Divino Espíritu a la Iglesia y cómo se haya de verificar el portae inferí non prevalebunt –las puertas del infierno no prevalecerán- no cabe en la mente humana. Pero así como la Iglesia comenzó siendo una semilla pequeñísima, y se hizo árbol frondoso, así puede reducirse en su frondosidad y tener una realidad mucho más modesta. Sabemos que el mysterium
iniquitatis ya está obrando; pero no sabemos los límites de su poder. Sin embargo, no hay dificultad para admitir que la Iglesia de la publicidad pueda ser ganada por el enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias, la una la de la publicidad, Iglesia magnificada en la propaganda, con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados, y aun con un Pontífice de actitudes ambiguas; y otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como ‘pusillus grex’ por toda la tierra. Esta segunda sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable sería cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aun reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad (…). San Pablo llama apostasía universal a esta defección de la fe (…). Y esta apostasía universal es la secularización o ateización total de la vida pública y privada en la que está en camino el mundo actual” (ed. Epheta, Buenos Aires, 1994, págs.. 363 y 364). Y esto otro: “Lo curioso es que los teólogos que debían proclamar altamente los derechos de Dios, también entran de buen grado en esta marea universal de la secularización, y son ellos los que exigen un cristianismo desacralizado y secularizado, y aun ello en nombre del cristianismo mismo” (ob. cit. p. 302). ¡Pensar que el egregio cura escribió lo transcripto antes de 1970!
Continuará…
Autor

- Nació en 1979 en Capital Federal. Es abogado y se dedica a la escritura. Casi por once años dictó clases de Lógica en el Instituto San Luis Rey (Provincia de San Luis). Ha escrito más de un centenar de artículos sobre diversos temas, en diarios jurídicos y no jurídicos, como La Ley, El Derecho, Errepar, Actualidad Jurídica, Rubinzal-Culzoni, La Capital, Los Andes, Diario Uno, Todo un País. Durante algunos años fue articulista del periódico La Nueva Provincia (Bahía Blanca). Actualmente, cada tanto, aparece alguno de sus artículos en el matutino La Prensa. Algunos de sus libros son: En Defensa de los indefensos. La Adivinación: ¿Qué oculta el ocultismo? Vivir de ilusiones. Filosofía en el café. Conociendo a El Principito. La Nostalgia. Regresar al pasado. Tierras de Fantasías. La Sombra del Colibrí. Irónicas. Suma Elemental Contra Abortistas. Sobre la Moda en el Vestir. No existe el Hombre Jamón.
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