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Esta es la segunda parte de la serie de artículos sobre el libro de José Vasconcelos, Breve Historia de México. La primera parte, con la introducción, está aquí.

El Descubrimiento

Pero los adelantos científicos operados durante el Renacimiento pusieron al hombre en condiciones de igualar su pensamiento con la realidad. (p. 29)

Aquí cae Vasconcelos precisamente en los manidos tópicos de origen protestante, ilustrado y liberal. En realidad, esos adelantos tecnológicos, especialmente en la navegación, se produjeron en la muy calumniada Edad Media.

Pronto en Madrid se reconoció la importancia de aquella Tierra Firme llena de sorpresas y se nombro para gobernador a un tal Pedrarias Dávila, que mas tarde tuvo dificultades con Balboa. Creo también la Monarquía una gran Armada, que bajo las órdenes del Obispo de Burgos, Don Juan de Fonseca, empez6 a reclutar gente. Y era tanta la fama de los territorios nuevos, que fue necesario es-coger entre los aspirantes. En solo Sevilla se presentaron mil quinientas personas nobles y ricamente ataviadas, «la mas lucida gente que de España ha salido», según ex- preso uno de ellos, Pascual de Andagoya. (p. 34)

La literatura masoquista antiespañola pretende que los conquistadores eran unos desarrapados. Contrástese con los colonos enviados a Australia: presidiarios. Es decir, putas y ladrones, dispensando.

Descubrimiento de México. Nótese que V. no habla de Conquista, sino de Descubrimiento. En efecto, antes del Descubrimiento México no existía. Los indios eran incapaces de imaginar su existencia, porque no tenían mapas:

En el primer viaje hacia lo que hoy es México, vino con los de su nación, el cronista máximo de la Conquista, Bernal Díaz del Castillo … Era Bernal Díaz sencillo, fuerte y humano, Nuestro gran historiador Carlos Pereyra, juzga que Bernal Díaz se expresa en dos realizaciones excelsas: Verdad y Belleza. Siente con tanta intensidad y en tal plenitud los hechos realizados o presenciados por el, que no concibe Una mínima alteración de lo ocurrido. Su lema de historiador lo definió él mismo, asentando: «La verdad es cosa bendita y sagrada, y todo lo que contra ella dijeren va maldito». Observa asimismo Pereyra que Bernal Díaz sembró el primer naranjo de México y quebró un hierro con que se marcaba a los esclavos…

Nótese esto: “La verdad es cosa bendita y sagrada, y todo lo que contra ella dijeren va maldito”. Para la revolución y sus secuaces la mentira es, por el contrario, revolucionaria. ¿De quién nos vamos a fiar?

Algunos guerreros, sin embargo, quisieron flechar a los españoles, pero Cortes se apodero del cacique gordo y otros principales, y esto evito el conflicto. Acto continuo, Cortes hizo despedazar los Ídolos y los pedazos los hizo quemar y «salieron de su aposento los papas que tenían cargo de aquellos ídolos, vestidos con mantas prietas como sotanas y el cabello largo pegado de sangre humana coagulada y las orejas hechas pedazos, y hedían como azufre y tenían otro muy mal olor como de carne muerta; y según alcanzamos a saber, aquellos papas eran hijos de principales y no tenían mujeres, mas tenían el maldito oficio de sodomía. Y Cortes los hizo rapar y vestir de limpio y les encomendó el cuidado del altar que en seguida se construyo, y en el se puso la Cruz, con una imagen de Nuestra Señora». En seguida, una misa purifico el ambiente. (p. 61)

La calumnia del oro:

Durante todo el tiempo que hemos vivido bajo la influencia moral de los extraños, los autores han coincidido en afirmar que la sed del oro era el impulso dominante de los españoles de la conquista a quienes, en consecuencia, se presenta como hombres rudos y codiciosos, que una inmerecida buena fortuna llevo a con’- sumar hazañas que ni los mas envenenados censores dejan de  calificar como extraordinarias. En los tiempos en que escribió Bernal Díaz su historia, nadie había lanzado aun por el mundo esta especie injusta; en las palabras del historiador no hay, por eso mismo, ningún empeño de sincerarse de cargos que no exilian aun. Sin embargo, con la sencillez y la veracidad mas crudas, Bernal Díaz reconoce que andaban «en busca de oro que rescatar» es decir, que cambiar por cuentas y objetos varios. Precisamente, de esta franqueza varonil, se han servido los enemigos de España, como prueba de sus cargos, pero maliciosamente se callan los móviles sublimes de la incomparable aventura. En cambio, no se descubre móvil alguno -elevado en los piratas ingleses que vinieron después, miembros de la nobleza no pocos de ellos, que a falta de oro que trabajar, se dedicaban al saqueo de indefensas ciudades. (p. 62)

La acusación de avidez causa regocijo. Desde luego, cualquier pérfido judío o hereje protestante les hubiera dejado el oro… Incluso les hubiera creado museos de arte precolombino para exponerlo.

“Pues hagoos saber que nosotros venimos de lejas tierras, por mandado de nuestro Rey y Señor que es el Emperador Don Carlos, y envía a mandar a ese vuestro gran Moctezuma, que no sacrifique ni mate ningunos indios, ni robe sus vasallos, ni tome ningunas tierras; y para que de la obediencia a nuestro Rey y Señor, y ahora lo digo asimismo a vos, Olintecle, y a todos los demás caciques que aquí estáis, que dejéis vuestros sacrificios y no comáis carne de vuestros prójimos, ni hagáis sodomías, ni las cosas feas que soléis hacer, porque ansi lo manda nuestro Señor Dios, que es el que adoramos y creemos y nos da la vida y la muerte y nos ha de llevar a los cielos» (p. 66)

Urgidos por los de Cempoala y atemorizados, sirvieron los indios comida y presentes. En la plaza de aquel pueblo viéronse rimeros de cráneos y montones de huesos. Según Bernal Díaz, eran más de cien las calaveras al cuidado de los papas y sacerdotes. Igual hacinamiento macabro hallaron en todos los pueblos de tierra adentro. (p. 67)

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… con el unto de un indio gordo de los que allí matamos se curaron los heridos, que aceite no había’ (p. 68)

… casas de madera hechas de redes y llenas de indios e indias que tenían dentro encarcelados y a cebo, hasta que estuviesen gordos para comer y sacrificar; Las cuales cárceles, añade, las quebramos y deshicimos para que se fuesen los presos que en ellas estaban y los tristes indios no osaban ir a cabo ninguno, sino estarse allí con nosotros y ansi escapar con sus vidas, y en adelante, en todos los pueblos que entrabamos, lo primero que mandaba nuestro capitán era quebrarles las tales cárceles y echar fuera los prisioneros. (p. 75)

“Abajo, -en la gran plaza, una multitud hacia el mercado; su rumor y zumbido de voces «sonaba mas que de una lengua». Y entre los españoles había soldados que habían estado en Constantinopla y en toda Italia y Roma y dijeron que «plaza tan bien compasada con tanto acierto, no la habían visto».” (p. 84)

Lo que mas asombra al observador contemporáneo es la seguridad con que Cortes actuaba, deshaciéndose de soldados, iniciando expediciones remotas, mandando traer crías de animales, cuando aun la empresa militar de la conquista estaba tan dudosa. (p. 94)

La viruela se desato por esa época haciendo estragos entre los indios, matando a muchos caciques, lo que daba lugar a disputas y divisiones por causa de la sucesión. Uno de estos pleitos de defirió fue el que decidió Cortes en favor de un sobrino de Moctezuma que residía en Izucar. Los herederos de Moctezuma, comenzaron a ser tratados como de la nobleza española, por el reconocimiento que de Su Majestad había hecho el fallecido Monarca. (p. 107) .

Y según se prolongaba el sitio, aumentaba el número de los naturales que venían a ofrecerse de aliados a Cortes. Entre ellos Ixtlixochitl con veinte mil hombres de guerra que antes habían sido vasallos de los mexicanos. Después de esto, los de Xochimilco también se ofrecieron, «rogando que se les perdonase la tardanza»… (p. 113)

Por eso se dice que la conquista la hicieron los indios.

En la ciudad, entretanto, el hambre atormentaba, y a medida que los aliados se amedrentaban, de afuera llegaban a Cortes aliados en tal numero, que, dice, «no tenían cuento»* Lentamente se fue ganando casa tras de casa. Las casas de Cuauhtemoc cayeron y fueron quemadas y los indios restantes se retraían hacia las casas mas protegidas por el agua. Y aunque Cortes insistía ofreciendo las paces, los sitiados contestaban que el ultimo que quedase seguiría peleando, y Cortes añade: «Me ponía en mucha lastima el dolor y el daño que en ellos se hacia».

Alamán, en su comentario de la conquista nos dice con razón: «Las instituciones liberales de que España gozaba, mas que ninguna otra nación en aquel siglo, habían venido a ser habito para todos los españoles. En las poblaciones españolas fundadas por Cortes, los Procuradores se reunían en Cortes para tratar toda clase de asuntos, tal como lo hacían en España. Si las cosas hubieran seguido en este pie, la Nueva España hubiera te- nido, desde sus principios, una Legislatura Colonial y acostumbrada la nación a discutir libremente sus propios intereses, la Independencia se habría hecho por si misma y no hubiera habido todas las dificultades que han tenido que vencerse para la organizaci6n del gobierno. Pero en la misma España, las instituciones liberales tocaban a su fin y en los campos de Villalba se había decidido por este mismo tiempo la cuesti6n entre el poder absoluto de Carlos Quinto, y la libertad, de una manera desgraciada para esta». (p. 119).

Así fue, aunque los comuneros se han convertido en mito. Las Cortes no se volvieron a convocar en España; el rey tenía había suficiente tesoro con el oro y la plata de las Indias y después se perdió la costumbre, para nuestra desgracia.

Los beneficios concedidos a descendientes de Moctezuma fueron tan grandes que algunos de ellos pudieron acceder a la nobleza, estableciéndose como Grandes de España en Madrid. Igual cosa se hizo en el Perú con los descendientes del Inca.

Donde el abuso fue despiadado fue en el trabajo de las minas. El servicio o mita, duro hasta que lo suprimieron los mismos españoles en las Cortes de Cádiz, o sea cincuenta anos antes de que los anglosajones suprimiesen la esclavitud de los negros en el Sur de Estados Unidos. (p. 121).

Pronto se abandono el sistema de educar aparte a las castas, y en el mismo colegio se ensenaba a los hijos de criollos, indios y españoles. En 1543, hubo la primera escuela para indios mes tizos en Michoacán, donde también se estableció el Colegio Superior de San Nicolás. En 25 de enero de 1551, como corona-miento de la mas gloriosa obra educativa que jamás haya hecho poder colonial alguno, se inauguraban dos Universidades, una en Lima y la otra en México. (p. 128)

En el ejército de Cortes, caminaba como prisionero de guerra, Cuauhtemoc. Las privaciones, los ataques de los indios comarcanos, el delirio de la fatiga y el clima, traían a todos en grave riesgo, aumentado con los rumores de una conjura de sublevación de los aliados nativos. Para quitar a estos la ocasión de tomar como jefe a Cuauhtemoc, el ex monarca azteca fue ahorcado. El sacrificio de Cuauhtemoc es la mancha mayor sobre la fama de Hernán Cortes. Y no tiene otra excusa que el miedo. Únicamente el miedo lleva, lo mismo al guerrero que al criminal común, a la triste condición de homicida. (p. 132).

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Antes de Cortes había tribus en pugna homicida; después de Cortes y la Colonia, vemos despojos de la antigua grandeza. Y conciencias pequeñas que parecen incapaces de dolerse siquiera de la ocasión mundial que ha estado pereciendo en nuestras manos. (p. 135).

Sobre la importancia del caballo:

Fueron originariamente quince, once caballos y cuatro ye- guas… Entre todos los bienes materiales de la conquista, ninguno es- mayor que el de haber dotado al Nuevo Mundo con el mas noble, el mas bello, el mejor de los animales, el que por excelencia ha simbolizado la civilización* Pues con el caballo no s6lo duplic6 su fuerza el guerrero, también la industria afianz6 el uso de la rueda que impele al carro. El hombre no desata sus pisadas del suelo, no se siente dueño de la tierra, mientras el caballo no le da la primera ilusión del ala. Donde no ha habido caballos, la civilización se queda estancada. Si los indios hubiesen tenido caballos, no hubiese habido conquista, pe- ro también no hubiese sido menester la conquista, porque la cultura se habría abierto paso sola, entre los indios… El caballo ha ensenado al hombre el valor de la fuerza sin la crueldad; el caballo es valiente y no sabe lo que es ser feroz. Superior en destreza al instinto del tigre, el caballo sabe de victorias que solo dejan complacencia en el corazón.

La expedición de Vázquez de Coronado al Cibolo, por lo que hoy es Nuevo México, soltó las crías que, adaptándose a las tierras desiertas, fueron el origen de los mostrencos que montaría el comanche.

El caballo se hizo nativo en la Nueva España y creo escuelas hípicas nobles en diversas zonas del Continente. Con solo haber introducido el caballo, ya merecería parabienes la conquista. Pero hizo más: nos trajo también un amigo humilde y todavía más útil, nos trajo el burro.

Lea cualquiera las crónicas de la conquista; era costumbre, reconocen todos los cronistas, que cada pueblo, cada parcialidad, cada cacique, dispusiese de uno o varios centenares de tamemes, es decir, indios destinados al oficio de bestias de carga; esclavos que sustituían al burro. Y todavía en territorios a donde no penetro la conquista, como en ciertos sitios del interior de Chiapas, subsisten los tamemes, el transporte se hace a hombros de indios. Si en vez de tanto discurso de agitadores sin conciencia, algún buen alcalde les hubiese llevado en pleno siglo veinte, lo que los españoles repartían por el Continente desde el siglo dieciséis, caballos y borricos, ya se habrían acabado todos los tamemes. El burrito africano, el asno español, llegaron a estas tierras a ofrecer su lomo paciente para alivio de los tememos indios. (p. 135 y siguientes)

No se usaba la rueda porque no había animales grandes utilizables para tiro.

El México Precortesiano

Se trata de una tierra pobre, por seca. Solo sobre la base de la minería de plata pudo construirse una Nueva España esplendorosa. Los aztecas eran la última tribu dominante. Los imperios precolombinos no solían durar mucho; se sucedían unos a otros cada períodos relativamente cortos comparados con los de la historia europea.

El mestizaje:

El único medio de salvar pueblos así decaídos es el que emplearon los españoles, el mestizaje legalizado por la Bula Papal que autorizo los matrimonios de españoles y nativos. Y con el mestizaje, la sustitución total del alma vieja por un alma nueva, mediante el milagro del cristianismo. El hecho de que tenemos en México tantos millones de indios, no debe apesadumbrarnos, siempre y cuando la tendencia castiza subsista, o sea el empeño de hacer del indio un europeo por el alma, un cristiano, y no un pagano con paganismo de salvajes. Al contrario, el indianismo que pretenden retrotraer el pasado, devolvernos a lo indio, es una traición a la patria que, ya desde la Colonia, de>6 de ser mdia. (p. 151)

El mestizaje era obligado dado que prácticamente solo iban hombres al principio

Léase el Popol Vuh con toda la buena voluntad del mundo y se vera que no pasa de un tartamudeo sobre las causas primeras representadas por gigantes absurdos, y todo alrededor del «descubrimiento del maíz y sobre hipótesis infantiles acerca del modo de funcionar de los elementos. Una religión mágica y no de las mas avanzadas en su genero. (p. 157)

Y en el la raza que, fundiendo en si los mejores elementos de la humanidad toda, y haciéndose un alma, ya no nacional sino cósmica, construya la cultura final de la historia, en torno a una Metrópoli en las bocas del Amazonas que se llamara Universopolis, eje y corona de todos los pueblos… (p. 164)

Se cuela aquí el delirio de la raza cósmica fundido con el del “fin de la historia”. Una ensoñación de Vasconcelos.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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