25/04/2024 16:39
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No quise, aunque estuve tentado, escribir nada sobre la peregrina idea de VOX de presentar a Ramón Tamames como candidato para una moción de censura o, mejor dicho, ser el encargado de poner en evidencia al gobierno en donde mayor seguridad muestra en su propaganda, en el terreno económico. Eso era, precisamente, lo que más se temía por parte de la izquierda al tener que enfrentarse a uno de sus viejos mitos. Era así pese a que Tamames hace mucho que abandonó la vieja fe económica para ingresar en las áreas  de la ortodoxia neoliberal. Y eso es precisamente lo que no pasó; además con renuncia expresa a ello del candidato donde más debiera haber brillado, en las réplicas. Si fue una decisión personal puedo comprenderlo, si fue una decisión táctica de VOX un error mayúsculo, porque Sánchez y su mariachi salieron a agotar al candidato desgastándolo.

Si lo hubiera hecho, si hubiera escrito ese artículo, a buen seguro que muchos de mis lectores y algún amigo, incluyendo algún viejo camarada, habrían abierto la caja de los truenos contra este profesor que también dedica tiempo al análisis político. Pero me temo que en los aledaños de VOX encajan mal las críticas y no suelen apreciar el valor del correctivo.

Dejo para un próximo artículo la valoración de lo sucedido en el hemiciclo, aunque adelanto que está alejada de la que se ha hecho adaptada a una serie de intereses vinculados a la evolución demoscópica del voto colindante.

Vayamos con Ramón Tamames. Confieso que nunca he sentido la devoción por el economista-historiador que tantos alababan. Alabanza derivada de un texto convertido en manual obligatorio para cualquier estudiante: la afamada Estructura económica de España, y de otro, ya abandonado, sobre la Era de Franco (Tamames la llamaba “ERA” con todo lo que ello implica, titulo que hoy estaría casi penado, aunque me parece que sus antifranquistas amigos nunca cayeron en ello) en el volumen correspondiente de la Historia de España dirigida por el egregio profesor Domínguez Ortiz. Manuales de referencia para los estudiantes de historia o economía en los años 80 como es mi caso. Tamames había hecho un resumen de la guerra civil y del régimen de Franco que era la equivalente hispana a los escritos ya olvidados de Tuñón de Lara, resumiendo las exageraciones de Gabriel Jackson y las primera versiones sobre la guerra civil de Hugh Thomas (con olvidos clamorosos por otra parte de otras aportaciones). No hubo para los estudiantes solo un «el Tamames» sino dos.

Allá por los primeros ochenta Tamames era algo así como el economista alternativo a Manuel Funes o Fuentes Quintana; el que aparecía en todas las quinielas, antes de la llegada del PSOE, del ministrable para ocupar el Ministerio de Economía en un gobierno nacional. Y claro, así llegó su nombre hasta el engendro de la lista Armada, que bajo su presidencia al servicio del rey gobernaría España en caso de triunfar la operación, que no golpe de Estado, del 23-F.

Tamames se había hecho un hueco como economista antifranquista, o mejor dicho como historiador económico antifranquista, escribiendo en la segunda mitad de los sesenta artículos, luego publicados en París (tengo un interesante libro de artículos en el que figura) como manual, en los que hizo toda la etiología para intentar demostrar que lo que estaba sucediendo en España, el imparable crecimiento económico, la conversión en potencia industrial y de ocio, era un espejismo o una casualidad coyuntural y en ello poco tenía que ver un señor llamado don Francisco Franco; que para eso Tamames ya era un «rojo orgánico».

En mi haber tengo dos pequeños debates con Tamames -¡no solo Tamames tiene ego!-: uno en la radio, en un programa de Luis del Olmo, y otro en una conferencia que daba en la Universidad sobre la economía en el régimen de Franco (¡Ay, si hoy exhumáramos las críticas a la política energética del franquismo de Tamames y sus seguidores que también hicieron manuales de obligada compra y lectura por los universitarios!). Recuerdo que en ese ciclo de conferencias vino después otro Ramón, mucho mejor historiador: Ramón Salas Larrázabal. Este, en una animada velada nocturna con estudiantes universitarios, cuando le mencionaron el manual de historia sobre la guerra civil y le franquismo de Tamames dijo: «niego cualquier validez a lo escrito por Tamames». Así que mandé el libro de lectura obligatoria, el tomo correspondiente de Domínguez Ortiz, con su firma y dedicatoria, al desván.

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Una y otra vez, en estos días, hemos asistido al recuerdo de «Tamames el rojo», del «Tamames cambiante desde el rojo al verde», cual si fuera un semáforo. Me hizo gracia el recurso chivado y vengativo de Pedro Sánchez al recordar que ni tan siquiera está ya con el PP de los 7 ministros fundadores de AP (se comió en la lectura lo que le habían escrito de «los 7 ministros de Franco»), sino con los herederos de Blas Piñar. Y eso sí que molestó a un Tamames que se había pasado los días contándonos que él nunca fue comunista (no nos explicó si fue eurocomunista del inventillo surgido en la Rumanía de Causescu o de las yugoslavas esencias del mariscal Tito), que él convenció a Carrillo, o llegaron juntos a la conclusión, de que había que abandonar el marxismo-leninismo y hacerse socialdemócratas -supongo que avanzados-. Como perejil en todas las salsas, marginado como economista de cabecera por el PSOE que prefirió a otros, estuvo en la creación de IU para acabar en el CDS de Adolfo Suárez que naufragó en poco tiempo. Malos tiempos para la lírica, que diría aquél.

Pero a Tamames, repito, le molestó la mención a Blas Piñar, carga de profundidad lanzada como anticipo de la orquesta que habían montado en las bancadas de la izquierdas (algunas muy cabreadas por lo que había hecho aquel «rojo» que citaba a Machado). Ahí si que Tamames se lanzó a la réplica orgullosa y altiva. Le vino a decir a Sánchez que era una mala persona y acabó con un improperio contra Blas Piñar. «Tamames el rojo», el perseguido por Franco, el encarcelado por Franco, el… ¡en las filas de los herederos de Piñar! -ponía cara de: «esto Abascal no me lo ha contado»- era más de lo que podía aguantar para su autofabricada biografía.

Llegamos así al objetivo de estas líneas: recordar la biografía del rojo Tamames. Algunos han escrito que es un claro ejemplo de lo que en los sesenta se denominó la «gauche divine», por más que en su autobiografía busque cómo encajar en situaciones duras, culpa de la oprobiosa, su infancia. Así nos ha contado el hambre que pasó por culpa de la autarquía en el Madrid de los cuarenta, mientras, otros, nos han recordado que dio con sus huesos en la prisión franquista.

Tamames pertenecía a una familia acomodada. Dicen las biografías oficiosas que su padre, un médico importante, de influencia social, con cargos, tenía tendencias/simpatías republicanas. Con ello se busca borrar cualquier síntoma de pecado original. Así que tras su «exilio» para alimentarse bien en Extremadura regresó a Madrid para estudiar. Estudiar como un proletario en el Liceo francés, matricularse en un par de carreras hasta encontrar su vocación y ampliar estudios en el extranjero. Como cualquier hijo de rojo proletario y perseguido del franquismo de los primeros años cincuenta.

Tamames se hizo rojo en la Universidad, y allí que estuvo en el 56, en la exagerada y privilegiada protesta universitaria del 56, dispuesto a acabar con el SEU, que ya andaba muerto, y encarcelado unas semanillas por Franco.

Pero claro, como tantos otros, Tamames era de la buena sociedad, de la influyente sociedad, con un padre médico bien relacionado, médico del torero Luis Miguel Dominguín que era amigo personal de Franco. Así que el joven Tamames salió sin problemas de la cárcel, como les sucedía a tantos «hijos de alguien…», del «usted no sabe con quién está hablando…», del «padre que solo tenía que descolgar el teléfono para que el niño, tras el correctivo de unos días, volviera a casa…», porque sus niños eran «hijos del régimen». No digo que Tamames lo fuera, no conozco sus entresijos familiares, pero ese era su ambiente. El del Ridruejo, opositor a Franco pero mimado por Franco, al que la policía, por orden suya, no podía tocar.

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¡Qué malo que era Franco! ¿Tuvo Tamames algún tipo de discriminación, de persecución, de ver coartada su carrera por ser «rojo»? No parece que su biografía lo avale y eso que en 1956 ya se había apuntado al clandestino PCE. En una cosa tiene razón Tamames, no se la voy a negar, el PCE era la única oposición organizada a Franco porque el PSOE, por más que Sánchez ande reinventando las cosas, estaba, como decía Tamames para cabreo del PSOE, de vacaciones en España, y en el exilio librando sus querellas internas por el mando a cuentas de la guerra civil.

Pero volvamos al estudiante universitario Tamames. ¡Qué cosas! Si seguimos lo que es accesible se matriculó en 1951 de Medicina para seguir la vocación paterna. No le gustó y en 1952 en Derecho. ¡Sorpresa! En 1953, permaneciendo  hasta 1955, entra como becario en el falangista, un reducto inasequible al desaliento, Instituto de Estudios Políticos. Renuncio a enumerar las cosas que este publicaba en los inicios de los cincuenta cuando Tamames andaba por allí de estudioso becario.

Al año de su algarada universitaria y detención del 56 se presenta a oposiciones, de esas que luego te obligaban a jurar la legislación vigente y la lealtad al Jefe del Estado, a don Francisco, a Técnico Comercial del Estado. Y el «rojo» Tamames no tuvo discriminación alguna, como no la tuvo para ganar la cátedra de Estructura Económica en 1968. Pero ojo, muchas de las críticas que Tamames prodigaba a la evolución económica del régimen de Franco, a lo que faltaba obviando lo hecho, eran habituales en la Estado de las Leyes Fundamentales. Los problemas estructurales de España, arrastrados desde mucho antes de que los abuelos de Franco se conocieran, estaban ahí y a ellos se enfrentó el régimen (cambio estructural fue la transformación de la distribución del PIB español). En los primeros 70 eso que faltaba por hacer era el eje del discurso que mantenían los políticos falangistas que aún tenían peso político. Así que Tamames no tenía muchos problemas por unos críticas que, por otra parte, eran habituales.

Así que Tamames llegó como «rojo» a la muerte de Franco, pero el PCE no se convirtió en el Partido -así se le llamaba en la clandestinidad-, sino que de la chistera salió el PSOE -pero esta es otra historia-. Tamames llegó al parlamento y al Ayuntamiento de Madrid, pero no llegó a ministro de la izquierda, como seguramente esperaba, pero no recuerdo que Tamames destacara como parlamentario; como tampoco ha destacado como tal en su última intervención en el Parlamento.

Tamames era el «rojo» que ya no era rojo cuando a alguien de VOX se le ocurrió que podría ser el candidato ideal para poner rojo, o al menos sonrosado, al denominado «doctor cum fraude» Pedro Sánchez. Todo ello en una maniobra de «sumar» que no tenía posibilidades de prosperar, porque Ramón Tamames ya no era nadie para ninguno de los diputados que estaban allí sentados, solo contaba con la conmiseración de que un día fue «uno de los nuestros». El resultado final es de dominio público.

Posdata: el 3 de abril de 1976 fue detenido -Franco ya se había muerto- por el gobierno de Su Majestad Juan Carlos I. Era el broche final. Tamames fue detenido en el juego que acompañó a la legalización del PCE. El 8 de mayo de 1976, puño en alto salía de la prisión, posando feliz para los fotógrafos.

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