21/11/2024 12:09
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P. Christian Díaz Yepes. Nace en Caracas, Venezuela, en 1980. Ganador en Venezuela de los concursos Nacionales de Poesía Juvenil de la Casa de la Poesía y el Ateneo de Caracas en 1996.

Publicó su primer libro de poesía, Las Ruedas, a la edad de 19 años, después de que resultara ganador del Concurso de nuevos autores hispanoamericanos de Monte Ávila Editores Latinoamericana en 1999. Publicó el libro Una Barca bajo el sello de la Casa Nacional de Las Letras Andrés Bello de Venezuela en el año 2004. Publicó el libro Aquedah, en Caracas, 2014.

Ha colaborado con diversas publicaciones dentro y fuera de su Venezuela y España, tales como la Revista Nacional de Cultura, la revista “Ateneo” en Venezuela y las revistas Gens, Sophia y Clan-Destino en Italia. Ha sido invitado a recitar su poesía en eventos como el Festival Mundial de la Poesía y la Semana Internacional de la Poesía de Caracas, la Bienal Mariano Picón Salas de Mérida, el Museo de Arte Contemporáneo y el Festival Atempo de Caracas, así como en el Festival de Culturas Contemporáneas en Sión, Suiza, y en el Centro Internacional de Castelgandolfo, Italia. En 2010 recitó parte de su poesía en el Aula Pablo VI del Vaticano, ante un público de más de siete mil personas, además de múltiples transmisiones en el mundo entero. Su poesía ha sido traducida al árabe, inglés e italiano y ha sido compilada en diversas antologías.

Es sacerdote de la Archidiócesis de Madrid, donde sirve como Capellán de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense. También es profesor de Teología en Venezuela y articulista en el periódico La Razón.

En esta ocasión le entrevistamos acerca de su libro Bajamar, compuesto por poemas independientes, puede leerse como un único canto a la necesidad de sentido y trascendencia. La intimidad del mar, que se descubre con asombro y esperanza, es la metáfora que guía al lector a conocerse a sí mismo a la luz de aquello que las palabras no expresan. El autor vuelve a cautivarnos con su tono místico y gozoso, velando y esclareciendo la realidad que nos compone y nos supera. Un libro que no deja indiferente a nadie ni en su conjunto ni en cada una de sus partes. Así continúa el recorrido de los libros previos del autor, Una barca, Aquedah y La noche y el deseo, en esa exploración de la hondura del ser y del existir.

¿Por qué un libro de poesías sobre el mar?

En verdad, yo nunca he escrito uno o varios libros de poesía, aunque aparezcan publicados así. Lo que intento siempre es escribir un poema, un solo canto, compuesto por muchos poemas, epígrafes y apartados independientes que van relacionándose entre sí, abriendo dimensiones y conformando un único conjunto. Aunque esto no obsta para que también su contenido pueda leerse como poemas independientes, cada uno con un sentido, unidad temática y ritmo propio. El jugar con estos elementos estructurales es una de las posibilidades más fascinantes del género poético, tanto para el compositor como para el lector u oyente.

En anteriores obras como Una barca, ya está presente esa atracción por el mar…

Efectivamente, el mar suele ser una imagen muy recurrente en mi obra poética. Al contrario de lo que se pueda pensar, yo no soy hombre de mar; en cambio sí de montañas. Pero, como digo, la potencia simbólica y evocadora del mar siempre me ha cautivado y aparece con frecuencia en mis versos. Bajamar nació de una experiencia de contraste. Fue en mi ciudad de origen, Caracas, hace doce años. Allí estábamos viviendo los embates políticos y sociales que estaban llevando a Venezuela a su peor tragedia histórica. Uno de los países más bendecidos por la Providencia, tanto en recursos naturales como en la profunda fe y el sentido de excelencia de su gente, se estaba viendo asolado por las consecuencias de una ideología antihumanista que parecía arrasar con todo. Entonces coincidió con que vine a vivir a España y conocí la costa gallega. Una mañana, mi amigo y antiguo profesor de literatura, José Javier Míguez Rego, me llevó a ver la bajamar. Ese fue un fenómeno que yo nunca hubiera imaginado. El mío es un país con un millar de kilómetros de costa del Caribe, un mar exuberante y siempre abundante. Nunca se nos ocurriría pensar que se puede retirar y dejar al desnudo su profundidad. Al caminar cientos de pasos por el lecho del mar sin lograr atisbar donde se había marchado, relacioné todo lo que estábamos viviendo como venezolanos. Es como si el mar, por muy difícil de creer que sea para nosotros, se hubiera retirado y dejado solo sequedad y desierto. Entonces sentí de la necesidad de explorar esa metáfora, y la mejor forma era empezar a componer este gran poema.

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Además del poder evocador del mar en sí mismo, ¿de qué otras fuentes ha bebido para buscar la inspiración?

Esa experiencia de la pérdida de mi país, tal como lo había conocido y que me había formado, me hizo conectar con otras pérdidas personales que me han marcado y que necesitaba también poetizar. La primera fue la pérdida de mi madre, que murió cuando yo tenía 18 años, también de mi propia salud física, que continuamente vuelve a reclamar lo suyo y me recuerda mi fragilidad y transitoriedad. Igualmente, a lo largo de la composición del poema apareció la pérdida de dos figuras muy significativas en mi vocación como poeta: Elizabeth Schön y Eugenio Montejo, dos venezolanos que son verdaderos gigantes de la poesía hispanoamericana. Desde que yo era adolescente, tuve la gracia de encontrarme con sus versos, y luego también con sus personas. Schön se convirtió en la maestra de poesía que vino a completar lo que ya había recibido sobre esta por herencia familiar -los Yepesson un linaje de poetas-.

Empecé a trabajar con ella a los 16 años, transcribiendo sus manuscritos al ordenador, muchos de los cuales ella componía conmigo a su lado. Montejo fue un referente muy importante para mí. Su sola figura ya era la de un romántico de otra época: elegante, amable, profundamente espiritual. Le pude encontrar varias veces mientras yo estaba en el seminario, y luego también como sacerdote. Siempre me animaba para intercambiar frases en latín y se lamentaba de que la Iglesia estuviera dejando perder uno de sus grandes tesoros, piedra de toque de nuestra civilización occidental. Tanto uno como otro poeta están muy presentes en Bajamar, a través de guiños, metáforas y evocaciones, como es lo propio de la poesía. También mi madre y mis antepasados Yepes. Este es mi homenaje de gratitud a ellos.

El mar encierra siempre un gran misterio, ¿Por qué define su libro como un único canto a la necesidad de sentido y trascendencia?

Al hilo de lo que vengo diciendo, la imagen del mar que se retira puede simbolizar muy bien esa necesidad de buscar lo que se ha ido y a los que se han ido. El mar expresa muy bien la fuerza de la vida, su fluir y sus continuas sorpresas. Cuando estos elementos desaparecen, tanto en la vida personal como en una sociedad, se manifiesta en nosotros un hueco interior que la metáfora de la bajamar expresa muy bien. Ese desaparecer y el volver de las aguas es el “tema” o “clave” de este largo poema, que va apareciendo una y otra vez en cada una de sus partes y poemas independientes. También otros tópicos como la muerte, la esperanza, el miedo, la alegría y la esperanza son complementarios al tema mayor. Todos ellos evocan la necesidad humana de sentido y trascendencia.

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El mar tiene un riquísimo simbolismo, por ejemplo el de infinitud, el de la eternidad, que es un océano sin riberas… También en la literatura se ha visto siempre como un símbolo de la muerte…

No solo en la literatura en general, sino que en la Biblia aparece como el gran símbolo de la muerte. Recordemos lo que significó el paso del Mar Rojo para los hebreos, el pavor de los Apóstoles ante la tormenta en el mar de Galilea, y el Apocalipsis cierra la Revelación con la esperanzadora promesa de que el mar no existirá más (¡!). Por eso, a la hora de poetizar sobre las pérdidas y la muerte, yo no encontré una mejor imagen que la de la bajamar. Esta habla del vacío, pero también de la esperanza y la fe, que son las grandes virtudes cristianas que nos permiten dar sentido y asumir esas pérdidas.

Pero para un católico tiene que ser una búsqueda de un puerto seguro y mirar a la Estrella, en palabras de San Bernardo.

Efectivamente. Esa estrella del mar es la Virgen María, que nos guía y da esperanza. Y ella es también la poesía por excelencia. Por eso está tan presente en Bajamar, como en el resto de mis poemas, aunque ciertamente de la forma discreta y velada con la que ella suele aparecer.

¿Cómo puede ayudar espiritualmente este libro a los lectores?

Yo espero que les dé tres cosas: esperanza, paz y sentido de lo sobrenatural.

¿Por qué la poesía, como la de su libro, es una manera de reflejar la belleza de Dios?

Alguno diría que es porque nace del alma, que refleja la imagen Dios. Sin embargo, esta afirmación romántica es resbaladiza, pues el alma humana, si bien ha sido creada maravillosamente por Dios, está herida por el pecado, que puede desfigurarlo todo. Aquí está el punto de cuidado para el poeta y todo artista cristiano: ¿Mi obra nace y expresa mi mera condición caída o más bien manifiesta cómo Dios la va elevando con su gracia? Para mí escribir Bajamar, como el resto de mis obras, ha supuesto este trabajo interior.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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