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El político e historiador francés, Tocqueville, consagró su atención a la historia de la Revolución Francesa, antes de morir declaró abiertamente la estupefacción que le provocaron los revolucionarios de la época: “Es un virus de una especie nueva y desconocida. El carácter desmesurado, violento, radical, desesperado, audaz, casi loco y, sin embargo, poderoso y eficaz de estos revolucionarios no tiene precedentes. ¿De dónde procede esta nueva raza? ¿Quién la ha producido? ¿Quién la perpetúa? “
Si hubiese vivido en el siglo XX todas sus preguntas hubieran tenido respuestas contundentes y definitivas, además el “virus” habría sido bastante fácil de identificar, habida cuenta que la humanidad se había purificado en el crisol de las desgracias provocadas por los revolucionarios de corte socialista o comunista.
La visión del hombre como ser integrado por el cuerpo (soma) y el alma (psique), una material y perecedera, la segunda metafísica e inmortal y, por ende, más allá del alcance de la investigación empírica; concepción dominante del pensamiento occidental que postulaba la teoría del conocimiento de las “ideas innatas” del alma como la noción de Dios, del Bien y el Mal muy en concordancia con las políticas conservadoras, comienza a derrumbarse, a ser atacada en un principio por Francis Bacon que apoyándose en la metodología empírica e inductiva utilizadas en las ciencias naturales intentaba sentar las bases del dominio del hombre sobre sí mismo y la naturaleza.
Toma el relevo en esta nueva concepción del mundo, Locke, negando la teoría de las “ideas innatas”, sosteniendo que todas las ideas tienen su origen en la experiencia sensorial, el hombre no puede rechazar ni cambiar las ideas que los sentidos le proporcionan; la negación del libre albedrío permitía hacer del hombre el objeto de la indagación científica.
El francés Helvetius llegó más lejos al afirmar que las personas no eran ni buenas ni malas, sino que actuaban involuntaria y mecánicamente, en su propio interés, para evitar el dolor e intensificar el placer; concluyendo con el gran salto de la filosofía a la política, cuando manifiesta que si se controlan los datos con que los sentidos alimentan la mente, si se moldea de manera apropiada el ambiente humano, es posible determinar qué piensa y cómo se comporta el hombre. Con estas premisas determinará con suma facilidad y absoluta lógica que la “educación” es el proceso de moldear al hombre, “la educación puede hacerlo todo”
Así pues, mediante la manipulación del ambiente social, económico y político, el legislador, el Estado, es elevado al estatus de moralista supremo, niega al hombre como creación de Dios, proponiendo la justificación del uso de la política para crear un “nuevo orden”, “un nuevo hombre” carente de alma, de principios y de valores morales.
Estas teorías permiten la aparición de gobernantes indeseables, despreciables, totalitarios, criminales y malditos que se adjudican el carácter de “educadores” de la humanidad.
A modo de ejemplo, sin recorrer muchas “verstas” nos damos de bruces con la “surrealidad” de Sánchez, hombre arrastrado por la codicia y el afán irrefrenable de satisfacer sus deseos de poder hasta el punto de caer en lo más vil de su propio ser para alcanzar sus objetivos.
Para él, el bien y el mal de España le traen sin cuidado, apuesta siempre por el deseo personal en criminal y traidora oposición con la esencialidad, espíritu y tradición de España. Implantando el caos es cuando el grado de placer personal se multiplica.
Este tipo, cuya característica primordial es la “halitosis mentirosa” y que con seguridad es consciente de su capacidad subversiva y degradante, ha emprendido la aventura de lo imposible, la lucha de Satán contra el orden; espero y deseo que el sujeto en cuestión termine sentado en el banquillo para terminar luciendo un traje de rayas más acorde con su traidora personalidad.
“Las falsas y bastardas utopías socialistas y la pestilencia comunista amenazan a España para convertirla en una roja hoguera”
Para finalizar, y no alejarme demasiado de la repugnante y ridícula actualidad política, un breve comentario a la última astracanada representada por el ejecutivo, me refiero al sinnúmero de espías que han florecido en el país, unos y otros proclaman y exigen que rueden cabezas; pues bien, haciendo uso de mi libre albedrío y libertad, harto de las barrabasadas de Sánchez, expreso mi deseo de que sea la cabeza política de Sánchez la que se desprenda de su torso y se la arroje al estercolero de la historia política de España.
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