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Muchas personas que conozco me dicen que, durante este último mes, tan sólo he sabido escribir sobre la Guerra de Ucrania. Me dicen que están pasando en España cosas de especial relevancia y que, tanto otros muchos columnistas como yo mismo, estamos dando la espalda a la actualidad española para centrar nuestra atención en la invasión de Ucrania. Y os confieso que es verdad: que pienso que lo que está pasando en Ucrania es de tal importancia que oscurece a todo lo demás, y que se trata de un asunto que nos afecta a todos mucho más que cualquier otra cuestión de actualidad netamente española.
Ucrania es nuestra guerra. La agresión rusa a Ucrania va a marcar, a corto y a medio plazo, el desarrollo político de los países que integramos la Unión Europea. Para empezar, y sin ir más lejos, porque si el Régimen Ruso no es detenido en tierras ucranianas continuará su avance hacia Moldavia, Polonia y el Báltico. Los ucranianos están luchando por Europa, porque estamos convencidos -como muchos hemos estado desde el año 2.014- que cada posición ucraniana es un dique europeo ante una avalancha de lodo militarista y dictatorial. Cada muerto ucraniano es, en este sentido, un muerto de todos nosotros: un caído por la Libertad.
Esta Guerra ha hecho caer varios mitos. El mito de un Ejército Ruso militarmente eficaz y tecnológicamente avanzado. Ese Ejército Ruso que contraponían sus propagandistas a los Ejércitos del mundo occidental como ejemplo de eficacia castrense y de vanguardia armamentística. A las personas que habíamos leído sobre esta cuestión nos asombraban estas afirmaciones moscovitas, pero nadie nos creía cuando decíamos que el Ejército Ruso era un pésimo conjunto de chatarra mecánica y de doctrina anticuada. Y así se ha demostrado: el Ejército de Putin no está a la altura de una guerra moderna y no puede vencer rápidamente no sólo al Ejército de Ucrania sino a cualquier otro ejército moderno. Una mala logística, una táctica inadecuada y una peor moral -unida a esta insuficiencia tecnológica- han determinado una espectacular derrota pasado ya más de un mes de combates. Tan sólo el peso de su ingente número ha conseguido que continúe todavía en este siniestro tablero de juego. Miles de muertos y de heridos pesan sobre la improvisación militar de la Dictadura de Putin.
Han debido replegarse para reorganizar sus fuerzas y traer más refuerzos. Estratégicamente erráticos, los rusos dicen ahora centrar su ofensiva en las republiquitas títeres de Donbass y Lugansk. Si esto fuera cierto, nos encontraríamos ante un sinuoso reconocimiento de su incapacidad de vencer. Las ejecuciones de ciudadanos ucranianos que, día a día, se van descubriendo en el territorio liberado de los invasores, nos confirman que Rusia sigue en la línea tradicional -que ha caracterizado siempre sus intervenciones militares- de la masacre, el robo, el pillaje y la tortura: Chechenia, Georgia, Siria, Crimea y el Este de Ucrania marcan los jalones de este lóbrego historial de muerte.
El enorme volumen de las fuerzas rusas y nuestra indecisión determinan la actual situación del frente ucraniano. Occidente tiene miedo al poder nuclear de Putin, pero puede haber llegado el momento de las grandes decisiones históricas. Tal vez, no debemos plantearnos si puede comenzar una Tercera Guerra Mundial porque -en las ciudades y campos ucranianos- puede haber comenzado ya. La caída del mito del Ejército Ruso ha puesto al descubierto la terrible vulnerabilidad de la Rusia de Putin. Una ofensiva occidental en Ucrania -una ofensiva aérea que despejara el cielo ucraniano, terminara definitivamente con la Fuerza Aérea Rusa y deshiciera sus inoperantes columnas blindadas- haría retroceder a los rusos más allá de Donetsk, Lugansk y de Crimea. Un desastre militar ruso podría traer -si no está ya iniciado este proceso- la caída de la Dictadura de Putin y una absoluta destrucción de lo que queda de su fuerza militar.
El mundo occidental no puede permanecer impasible ante tanto crimen y tanta coacción ilegal. ¿Por qué tiene que seguir siendo masacrado el pueblo ucraniano? ¿consentiría Wladimir Putin la destrucción nuclear de la Federación Rusa a cambio de la carísima intervención en Ucrania?
Una derrota contundente de Rusia y la caída de Putin supondría la paz en Europa durante siglos. Los mismos rusos empiezan a estar cansados de un Régimen que les empobrece y les engaña: que oculta la miseria detrás de fanfarrias imperiales. De otra forma, si nos venciera la inacción, nos encontraremos con una Rusia siempre en pie y siempre amenazante, clavada en el costado de Europa como un puñal. Aunque todos sepamos ya que se trata de un puñal de madera.
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