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Cuando el Papa Benedicto XVI, recientemente fallecido, se puso, en 2005, en la Plaza de San Pedro, el tricornio de la Guardia Civil española, había detrás algo más que un gesto, según explica el padre Ignacio María Doñoro en una entrevista a La Razón.
Se trataba de una especie de “desagravio” de la Iglesia Universal hacia las víctimas del terrorismo y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE) tan maltratadas por la Iglesia vasca. Y fue un bilbaíno, el padre Ignacio María Doñoro de los Ríos, quien luego impulsaría los hogares Nazaret para niños en situación de extrema pobreza en el Amazonas peruano, quién, junto a dos alféreces alumnos de la Academia de Oficiales de Aranjuez, quién “urdió” el plan, que tanto eco tuvo a nivel mundial.
Les dejamos con un emotivo vídeo de homenaje a los Guardias Civiles asesinados por ETA.
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El noble gesto que tuvo el papa Benedicto XVI al colocar sobre su cabeza un tricornio de la Guardia Civil, en un gesto de homenaje a tantas y tantas víctimas de la sinrazón terrorista en España, no lo hubiera hecho jamás Francisco I. Esa, y otras muchas más, son las tremendas diferencias que separan a estos dos papas, tan distintos e incompatibles como el agua y el aceite. Mientras que el primero ha dejado una profunda huella en la Iglesia Católica y será grata y largamente recordado, el segundo no pasará a la historia, salvo por ser un incidente a no repetir. Se ve que equivocarse no es sólo patrimonio de la mortal humanidad, también el Espíritu Santo se equivoca. No deja de ser un consuelo.
Pemitidme que dude de que ETA ha sido derrotada. ¿Qué es sino Bildu?