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La partes anteriores están aquí.
Vamos ahora con el capítulo octavo del libro, ¿Una victoria del Frente Popular?, que se centra en el asunto del libro que se lleva la atención del público: ¿quién ganó las elecciones y por cuánto margen? Una reflexión: se comprende que las izquierdas quieran llevar el debate a ese punto porque aparentemente habrían ganado las elecciones. Se les puede dar esa perra gorda, porque no ese es el quid de la cuestión. El duro de plata está en si aquello fueron unas elecciones dignas de tal nombre. Y no lo fueron, y el libro lo muestra, y lo demuestra y lo confirma. Volveremos sobre ello.
En relación con la investigación sobre el recuento del libro, echo de menos un cálculo hipotético de cuál hubiera sido el número de votos y de escaños probable de cada partido y coalición aplicando las correcciones procedentes. Hay algunas tablas al final, pero no me parece suficiente. Entiendo que es entrar en el terreno de las hipótesis, cosa que los autores rehuyen prudentemente para mantenerse en el ámbito de la historiografía científica (Hypotheses non fingo…). Sin embargo, ese estudio me parece la consecuencia lógica de toda la información aportada sobre todas las irregularidades, muchas de ellas criminales, descritas en el libro.
Sobre la técnica del recuento -manual por supuesto- hay que advertir que duraba varias jornadas porque los electores podían tachar nombres de las listas y añadir otros.
Para empezar:
Desde luego, en un contexto de resultados ajustados y con el sistema electoral vigente, cualquier decisión de las Juntas podía modificar entre el 33% y el 60% de los escaños del Congreso.
Por eso es de muy apropiada aplicación el dicho atribuido a Stalin: no cuentan los votos, sino quien cuenta los votos.
Las primeras estimaciones, son contradictorias:
El ascenso general del voto conservador en las ciudades respecto a 1933 desató el optimismo [de la CEDA].
No fue hasta las ocho, cuando comenzaron a recibirse datos en las sedes de IR y UR, que auguraban el triunfo del Frente Popular en las dos circunscripciones madrileñas y en otras veintitrés más. Se desató la euforia porque las izquierdas podían aproximarse a los 180 escaños, una cifra superior a las estimaciones preelectorales.
El subsecretario, Echeguren, anunció a las ocho que, si bien muy prematuros, estos anticipaban un «destacado triunfo de las candidaturas de centro y derecha»
El subsecretario, Echeguren, anunció a las ocho que, si bien muy prematuros, estos anticipaban un «destacado triunfo de las candidaturas de centro y derecha»
Al final del día 16 empiezan las manifestaciones intimidatorias de la izquierda (“expresión del júbilo republicano” para los protagonistas):
… se sucedían las manifestaciones e intimidaciones ya comentadas en Madrid y otras ciudades, iniciadas durante la tarde-noche. Pese a que los dirigentes de la izquierda republicana trataran de desalentarlas, la izquierda obrera y la prensa afecta al Frente Popular estaban siendo consecuentes con lo prometido horas antes, esto es, impedir mediante la movilización callejera la frustración de una victoria que se daba por hecha con independencia de la marcha del escrutinio.
aunque los dirigentes de izquierdas y sus medios de comunicación, espoleados por el gran resultado que se deducía de los recuentos parciales, y por su triunfo incuestionable en Madrid y Barcelona, no dudaron en proclamar su victoria ya el 17 de febrero, lo cierto es que no poseían datos concretos que la avalaran, no ya ese día sino también los siguientes.
Martínez Barrio. Como sabemos, en sus memorias afirmó que en la mañana del 17 se conocía ya un «triunfo completo» del Frente Popular, pero no se ha reparado en que la enumeración de las circunscripciones donde estimaba segura la victoria no sumaban para las izquierdas más que 161 escaños, lejos aún de los 237 necesarios para la mayoría.
Empieza el baile de estimaciones y votos, y, Portela, a mariconear:
Sus propias previsiones electorales se habían hecho añicos la madrugada del 17, y el recuento del voto urbano puso por delante al Frente Popular. Con todo, es materialmente imposible que Portela pudiera conocer, como adujo en sus memorias, la victoria de las izquierdas ya a las diez de la noche del 16. Sus recuerdos chocan con las impresiones que él mismo transmitió, esa noche, a Alcalá-Zamora e, igualmente, con las primeras informaciones que los gobernadores le comunicaban, confirmando esa mayoría de centro-derecha que no se recató en anunciar a la prensa.
Al atardecer del 17 de febrero, los únicos datos seguros, los de las circunscripciones donde una candidatura iba destacadamente en primer lugar y había superado el umbral del 40%, o lo haría de forma inminente, otorgaban 65 escaños al Frente Popular, 51 a la CEDA y sus aliados y, todavía, ninguno al portelismo. Y, sin embargo, a media mañana del 17, Portela pasó de augurar una mayoría de centro-derecha a otra del Frente Popular
Fuentes ministeriales filtraron, a media tarde del 17, unos resultados que estimaban definitivos. Las izquierdas lograrían 240 escaños, mayoría absoluta, por 221 de sus adversarios.
Fue precisamente esa filtración la que, al publicitarse, generalizó la creencia de que las izquierdas habían obtenido una victoria que incluso el recuento oficioso estaba lejos de confirmar.
En la sobremesa del 17, Azaña habló de «triunfo arrollador», y Martínez Barrio exigió al Gobierno que confirmara oficialmente la victoria del Frente Popular.
Lo sorprendente era que el presidente del Consejo no diera cifras y que incluso se negara a avalar las que circulaban[616].
Los cubileteos con los resultados, desde luego, hicieron que los medios conservadores se reafirmaran en su negativa a reconocer la victoria del Frente Popular. ABC y Ya ofrecieron proyecciones, procedentes de los partidos monárquicos y la CEDA, que colocaban al centro-derecha con una decena de escaños por delante. Eran cifras tan tendenciosas como las de sus rivales, pues atribuían a sus candidaturas afines los escaños de varias circunscripciones dudosas o con bajo recuento.
Se rebajan las estimaciones iniciales del Frente Popular y la izquierda toma las calles. Portela quiere echar a correr:
… los nuevos datos hicieron difuminarse la ventaja inicial del Frente Popular. En Cáceres, los 14 000 votos de diferencia favorables a las izquierdas la tarde del 17 mudaron en más de 4000 para el centro-derecha al anochecer del 18, justo cuando se computaron los partidos de Navalmoral, Plasencia y Trujillo. El cambio provocó un airado telegrama de los candidatos socialistas…
… en el recuento nacional de votos, la ventaja inicial del Frente Popular también se diluyó esa tarde del 18. En un escenario de empate, las candidaturas antirrevolucionarias ya aparecían con un número de papeletas mayor.
… después de haber proclamado anticipadamente su triunfo, no podía extrañar que la reacción de los medios de izquierdas respecto del recuento fuera de estupor e indignación. El Socialista ya había interpretado el estado de alarma decretado por el gobierno no como una respuesta a los desórdenes sino como una forma de facilitar «maniobras más audaces» de las «derechas», y permitir «manipulaciones en las provincias para reducir las proporciones de la victoria del Frente popular». No otra cosa aducía El Liberal de Bilbao.
El republicano El Mercantil Valenciano se indignaba frente al intento «jesuítico» de revocar «el triunfo a la Alianza republicano obrerista», pero nada lograrían «sino [sic] es atraerse las iras de las masas».
… ya no admitían más escrutinio que el que confirmara su triunfo.
… el jefe del Gobierno había contribuido lo suyo, desde el 17 de febrero, a fabricar el «espectro», confundiendo sus previsiones con los resultados finales, y transmitiéndolas a los dirigentes moderados del Frente Popular para que, remisos a sustituirle, lo hicieran de inmediato.
… lo que ambos pedían abiertamente era que el Gobierno interviniera para que el recuento no variara las proyecciones señaladas el día anterior a favor de las izquierdas. Lo aclaró Martínez Barrio, que quedó en visitar al presidente del Consejo para expresarle sus temores «de que se intentase en algunas circunscripciones desvirtuar los resultados obtenidos por medio de estas actas retrasadas».
… el jefe del Gobierno, como sabemos, le comunicó su voluntad de dimitir y entregarles el Poder esa misma semana.
Martínez Barrio, que definió al presidente como un hombre «que quería salir a escape», hizo asombrosamente público el acuerdo de transmisión de poderes sin considerar que la última palabra la tenía el presidente de la República. Más aún, en consonancia con su prensa, afirmó que no toleraría «los manejos […] [de] determinados gobernadores, de acuerdo con algunos caciques de la derecha […] para impedir que el frente popular tenga mayoría en las próximas Cortes».
El propio Martínez Barrio se lo confesaría días más tarde a Alcalá-Zamora: cuando se marchó Portela, Azaña y él tenían por triunfantes solo 217 diputados, una cifra inferior en 20 escaños a la mayoría. Curiosamente, ese dato es idéntico al que transmitió a Londres el embajador británico, Henry Chilton, el 21 de febrero, con Azaña ya en el poder: 216 escaños.
La espantá de Portela da vía libre a múltiples pucherazos de las izquierdas:
… de poco servirían las peticiones de los medios conservadores a Portela para que no se marchara hasta que se completase el escrutinio. Ni siquiera le hizo mella que Alcalá-Zamora, apoyado por el presidente de las Cortes, Santiago Alba, apelara a que «lo lógico y constitucional» en un sistema parlamentario es que Portela se presentara a las Cortes para dar cuenta de su gestión electoral, como en 1933. Porque era precisamente en la Cámara, y no en la calle, donde debía comprobarse si existía realmente una mayoría de izquierdas capaz de sustentar un Gobierno alternativo.
La dimisión de Portela precipitó el abandono o la sustitución coactiva de las autoridades provinciales y locales que, como se vio, influyó lo suyo en la intensificación de los desórdenes al atardecer del 19.
… en determinadas circunscripciones, especialmente las que tenían un resultado apretado, el cambio de gobierno tuvo un impacto decisivo. Esto ocurrió allí donde debían repetirse las elecciones en colegios no constituidos el 16 o donde se registró rotura de urnas. Las violencias previas a la dimisión de Portela ya hicieron que las elecciones se verificaran en un notorio clima de intimidación.
Se exponen varios ejemplos. La Coruña:
Cuando la mañana del 19 el último avance de escrutinio puso a los conservadores por delante, los candidatos del Frente Popular, lideraron una manifestación que, desde la sede de IR, marchó al Gobierno Civil a pedir explicaciones por las actas electorales que habían provocado «una insospechada subida de las cifras correspondientes a los partidos de derecha y centro»
El gobernador, enterado por teléfono de la dimisión de Portela, anunció a sus visitantes «que no tenía porque [sic] estorbar que la voluntad popular se cumpliera», y les entregó el Gobierno Provincial, que quedó en manos de una comisión del Frente Popular liderada por un candidato de UR, José Miñones. Este ordenó registrar el edificio, en busca de actas en blanco que probaran la connivencia del gobernador con los candidatos conservadores. Aunque nada encontraron, detuvieron a O’Shea, Cornide y a otro candidato conservador, José del Moral, que había acudido al Gobierno Civil, con el pretexto de «resguardarlos de las iras del pueblo».
Las nuevas autoridades coruñesas nombraron, además, delegados gubernativos entre los militantes de los partidos de izquierdas con órdenes de hacerse con las actas electorales de varios municipios y detener a los dirigentes locales conservadores que se opusieran.
destituyó ilegalmente al administrador provincial de Correos, un cargo que dependía, a efectos electorales, de la Junta Central del Censo. Nombró en su lugar a un cartero adicto que, con la ayuda de otros izquierdistas, se hizo con la documentación que se recibía de los municipios desfavorables al Frente Popular.
De ese modo, pudieron sustituirse por actas falsificadas en el Gobierno Civil que, como se verá, garantizarían el triunfo de las izquierdas. Cuando estos manejos se publicaron en prensa, el propio gobernador no tuvo empacho en confesarlo: había nombrado un delegado «para intervenir los pliegos electorales que se reciban y revisar los ya recibidos», lo que por sí mismo violaba la ley electoral.
Jaén:
… con leve ventaja de la CEDA, el nuevo gobernador destituyó al administrador de Correos y sustituyó a varios jefes de Cartería por otros afectos a las izquierdas. Como en La Coruña, se trataba de interceptar las actas electorales que estaban por llegar, especialmente las de secciones donde se habían celebrado elecciones el 18 y el 19 de febrero
Se muestran varios mas.
El escrutinio oficial empezaba con las juntas provinciales. Era público y estaba sujeto a diversas formalidades. Pero:
… las sesiones de escrutinio, que en varias provincias fueron accidentadas y no anduvieron ayunas de una intimidación propiciatoria de irregularidades.
Fue común que a los salones de las Audiencias acudieran grupos de afiliados o simpatizantes de los partidos de izquierdas, que jaleaban las intervenciones de sus candidatos y abucheaban o insultaban a sus rivales o a los miembros de las Juntas cuando no secundaban los intereses de su candidatura
Este ambiente coactivo se orientó, allá donde los resultados habían sido ajustados, a apoyar la validación de las irregularidades propiciadas por el cambio de autoridades; o, donde el escrutinio fue desfavorable al Frente Popular, a evitar que se proclamara a los candidatos triunfantes.
El ascenso de Azaña al Poder conllevó un aumento de la presión para que el Ejecutivo impulsara la anulación de los resultados donde favorecían a las derechas.
… abundaron en la prensa de izquierdas las genéricas sobre «coacciones y sobornos que superan los de la Monarquía», de «incontables pucherazos», de «mil y una tropelías», de «monstruosas irregularidades», de «innumerables atropellos», y de elecciones hechas bajo la «voluntad del cacique» y no la «voluntad del pueblo».
De nuevo, la desfachatez de la izquierda. Ejemplos:
Más grave fue lo ocurrido en Cuenca, donde a la proclamación de los seis candidatos conservadores siguió un tumulto provocado por simpatizantes socialistas, que pretendían linchar a los nuevos diputados. En este último caso el ambiente había sido caldeado con anterioridad por el exministro portelista Álvarez-Mendizábal, que denunció, nuevamente sin pruebas, las «coacciones» de algunos alcaldes y jueces municipales, y la simulación de las elecciones en nada menos que 120 municipios de la provincia.
En general, pese al ambiente de intimidación descrito, no hubo en las Juntas descritas cambios significativos en los resultados electorales. Distinto fue lo ocurrido en otras provincias. En algunas hubo aplazamientos o interrupciones ilegales del recuento. En otras faltaron un número desusado de vocales titulares y, además, la gran mayoría o todos los candidatos conservadores, como en Córdoba, Huelva o Málaga. No es cierto que, como escribió Alcalá-Zamora esto ocurriera en «las más», pero el presidente tenía razones fundadas para afirmar que, en varias circunscripciones, las irregularidades en el escrutinio oficial estaban rompiendo el equilibrio de los resultados previamente conocidos: «casi toda España se había vuelto Coruña», anotó, refiriéndose a una provincia que ejemplificaba «estas póstumas y vergonzosas rectificaciones de algunos puestos».
… el caso de La Coruña fue paradigmático. Su escrutinio fue interrumpido varias veces, y de forma ilegal, a instancias del gobernador interino
… el gobernador cursó orden de detención contra varios candidatos conservadores, lo que impidió su presencia en el escrutinio. En la madrugada del 20 fueron encarcelados en Santiago los cedistas Gil Casares y López Rego con otros nueve de sus correligionarios, más otros dos de Falange. Grupos afines al Frente Popular asaltaron el domicilio del exfiscal de la República y candidato portelista Manuel Iglesias.
La comparación de las actas verdaderas con las escrutadas en la Junta confirmaría que se había atribuido fraudulentamente al Frente Popular una cantidad de votos que oscilaba desde un mínimo de 19 000 para González López (IR) a un máximo de 53 000 para Victorino Veiga (IR). Si en el recuento general se hubieran contabilizado los resultados de las 143 secciones según los resultados de las Juntas Municipales del Censo, habrían aparecido triunfantes 12 candidatos conservadores, 5 de izquierdas y ningún portelista.
Y siguen otros ejemplos. Conclusión:
… si en parte de ellas es posible reconstruir la verdadera distribución de escaños, en otras no existe medio de hacerlo. La trascendencia de estas manipulaciones tenía, en realidad, menos que ver con la cantidad, que con su capacidad de decantar los resultados a favor de unos de los dos bloques en un contexto de notable igualdad. Porque si pudiera ignorarse lo sucedido a partir del 19 de febrero, podría afirmarse que las elecciones de 1936 se desarrollaron, en general, en términos de limpieza equiparables a las de 1933. Es decir, fueron el proselitismo de partido y la capacidad de movilización los que contribuyeron a distribuir el grueso de los votos, que no el fraude o la violencia. En definitiva, no hay que atribuir a las elecciones del día 16, sino a la repetición de las votaciones los días posteriores, los trastrueques de actas y el clima de intimidación, a veces de violencia abierta, sobre las Juntas, los cambios en el reparto de escaños de algunas provincias.
Pues eso: No cuentan los votos, sino quien cuenta los votos.
* * * * *
La segunda parte del capítulo octavo del libro, ¿Una victoria del Frente Popular?, dedicada a los resultados electorales mismos. Ya hemos dicho que aunque la labor de tratar de reconstruir el numero de votos de cada coalición y los correspondientes escaños es estimable, dadas las circunstancias de las lecciones y el ambiente de ilegalidad en que se movió el recuento, con sucesos criminales continuos, los resultados son irrelevantes a efectos del análisis político aunque, por supuesto, investigar los resultados tiene un gran valor histórico.
La primera tesis novedosa de los autores es que el triunfo del Frente Popular no se debió al voto de los anarquistas:
Frente a las apreciaciones de los dirigentes y autores de la CNT, que se atribuyen el incremento de los apoyos al Frente Popular, buenos estudios provinciales han relativizado su incidencia en Cataluña, Andalucía Occidental, Aragón o Canarias[666]
… está constatado que, en las elecciones de 1933, el violento boicot promovido por la CNT como prólogo de su insurrección posterior, incidió en algunas circunscripciones. Este boicot ya no estuvo presente en 1936, especialmente porque los cenetistas y los faístas carecían de capacidad para reproducirlo.
… el anarcosindicalismo explica parcialmente el incremento de participación allá donde el boicot de 1933 había tenido virtualidad: determinadas comarcas del triángulo Cádiz-Málaga-Sevilla, las ciudades norteafricanas, y parte de Cataluña y Aragón. Sin embargo, al margen de eso no hay evidencias que permitan atribuir el incremento de la participación en toda España a la CNT.
no solo influyó el anarcosindicalismo, sino también el descenso del abstencionismo involuntario.
La incidencia real de la movilización anarcosindicalista se aprecia mejor si se correlaciona la participación con la distribución del voto por candidaturas.
Sin embargo, los autores no presentan claramente esa correlación en una tabla.
Sobre la estrategia de recuento de votos-escaños en este estudio:
Antes de nada, conviene aclarar que las diferencias entre los resultados de esta tabla y los publicados por Javier Tusell se deben a las fuentes[668]. El equipo dirigido por este último se basó, sobre todo, en los datos de la prensa y, en muy pocos casos, de los boletines oficiales, en general incompletos y no exentos de errores de transcripción. Aquí, el apoyo en la documentación del Congreso de los Diputados ha permitido una reconstrucción fidedigna.
Disponiendo ya de los datos completos, aquí se ha usado la media aritmética de los votos obtenidos por todas las candidaturas. No es un sistema perfecto, pero sí es el que menos votos desperdicia en relación con el número total de votantes. Aun así, conviene mantener la prudencia respecto al método y a los mismos datos.
… los datos expuestos, al ser los oficiales, no están en ningún caso depurados del fraude probado
En conclusión, incluido el fraude los autores cuentan 4,439 millones de votos (46,3%) para las izquierdas y 4,402 (46,0%) para las derechas. El resto para centro e independientes. Las izquierdas sumaron millón y medio de votos más que en el 33, las derechas 700,000.
Algunos comentarios sobre los resultados:
… la inclusión de candidatos de UR y, en menor medida, de centristas sin partido fue otro acierto del Frente Popular, por cuanto otorgó incentivos a los electores republicanos para superar su inicial rechazo a votar candidaturas que incluyeran a socialistas o comunistas.
No otra cosa ocurrió por el otro lado. Una clave del incremento de votos de las candidaturas antirrevolucionarias residió en un acierto táctico de Gil-Robles: el de rechazar la reedición de la restringida Unión de Derechas de 1933 como le pedían los monárquicos.
… es muy significativo comprobar la disciplina que mostraron los electores moderados a la hora de otorgar sus votos a los candidatos más extremistas dentro de ambas coaliciones, y la escasa diferencia en votos entre estos y los más cercanos al centro
… especialmente llamativo, y más después de analizar los discursos electorales, que el comunista José Díaz alcanzara 220 195 votos, a solo tres o cuatro mil de líderes de la izquierda parlamentaria como Azaña, Martínez Barrio o Besteiro.
O que un abierto admirador del fascismo como Giménez Caballero lograra 183 694 votos, a dos o tres mil votos de dirigentes de la derecha parlamentaria como Royo-Villanova, Gil-Robles o Marín Lázaro.
… lo que verdaderamente impresiona es que los electores de centro-izquierda prefirieran votar a José Díaz o a Largo Caballero antes que a los republicanos radicales incluidos en la candidatura de derechas…
El gran perdedor fue el partido radical:
… UR, en su mayoría una escisión lerrouxista, habría constituido la pasarela fundamental para consolidar esta transferencia del voto.
Este fenómeno, debilitado ya el Partido Radical por los casos Estraperlo y Nombela, sería la respuesta de la mayor parte de los cuadros del partido a una supuesta crisis de identidad propiciada por el pacto con la derecha católica,
Sin embargo, dos matices cuestionan la fortaleza de la hipótesis anterior, ya casi convertida en un tópico.
El primero es que el supuesto giro a la izquierda de los cuadros radicales fue un fenómeno minoritario.
El segundo matiz es que, sin acceso al voto radical, es inexplicable un incremento tan pronunciado del voto conservador como el de 1936.
Estos datos confirman, desde luego, que hubo votantes del Partido Radical que se desplazaron al Frente Popular. Sin embargo, su número es claramente menor a los que lo hicieron hacia la CEDA y los republicanos moderados.
El resultado, a buen seguro, refrendaría que el lerrouxismo de los años treinta tenía dos caras: la más izquierdista y ligada al republicanismo anterior a 1931, y los «nuevos radicales» que habían ingresado en el partido desde posiciones liberales o independientes, aun de procedencia monárquica, atraídos por la concepción moderada e inclusiva de la República que Lerroux defendió desde su instauración.
La pregunta que salta a las vista de esos resultados: ¿por qué un resultado tan igualado en votos se tradujo en una ventaja tan grande en escaños para el Frente Popular?:
Una última cuestión a dilucidar es por qué un resultado tan igualado en votos se tradujo en una ventaja tan grande en escaños para el Frente Popular. La clave fue que esta coalición aprovechó mejor las ventajas del sistema electoral, especialmente al triunfar en trece de las diecisiete circunscripciones con diez o más escaños, las más pobladas y donde la prima al vencedor era mayor. Por el contrario, sus rivales lograron más victorias en las circunscripciones con menos electores, que presentaban un menor desequilibrio de escaños entre mayorías y minorías.
Además, había una segunda vuelta para las circunscripciones en que no los candidatos no alcanzaban mayoría suficiente en la primera:
… la segunda vuelta se redujo a solo veinte escaños, repartidos en cinco circunscripciones: Álava, Castellón, Guipúzcoa, Soria y Vizcaya provinci…
Azaña, de modo mucho más acusado que Portela, aceptó la remodelación ilegal de cientos de corporaciones en pleno proceso electoral. En los casos de Álava, Castellón o Soria fue incluso más allá, al variar no ya las gestoras, como antes del 16 de febrero, sino al destituir alcaldes y concejales conservadores electos.
Los conservadores, desmoralizados por el retorno de sus adversarios al Poder y atemorizados por la sucesión de desórdenes, no aprovecharon a fondo las oportunidades que otorgaba la segunda vuelta.
En síntesis, como ya había sucedido en 1933, la segunda vuelta sirvió para consolidar la mayoría del vencedor en la primera. Sin esta, las derechas hubieran obtenido 12 de los 20 escaños de estas circunscripciones, por 5 del Frente Popular y 3 del PNV. El Frente Popular pudo alcanzar, así, las 267 actas, por 206 del centro y las derechas.
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