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Me di cuenta muy pronto –creo que desde el inicio de ese proceso que todos experimentamos, que impulsa a los humanos a tomar sus decisiones—de la existencia de dos fuerzas principales: la Teoría y el Pragmatismo, como origen de dos clases de hombres muy a distintos. Una primera, de gente “teórica” y, una segunda, de personas “pragmáticas”.
Nos llevaría muy lejos profundizar en esencia de cada clase pues, independientemente de que no hay dos hombres iguales, –y esa norma rige siempre—hay infinidad de matices, desde los “teóricos o pragmáticos extremos” a los más centrados. Me limitaré pues, a lo esencial de ambas clases.
Los teóricos son generalmente gente muy inteligente y que pretender llegar a lo más profundo de los problemas que analiza –sean de la índole que sea–, desde lo filosófico a lo social o a la propia esencia de las ciencias y del mismo conocimiento. Esa responsabilidad –sin concesiones a la fragilidad humana– los hace pretender un mundo ideal perfecto. Corren el gran riesgo de caer en el subjetivismo y perder el contacto con la realidad cuando — en esa ansia de perfección para no dejarse influir de los pragmáticos—desprecian cualquier sugerencia, fiados absolutamente de su inteligencia y del uso de la lógica.
Los pragmáticos no es que tengan una inteligencia inferior sino que, no la dedican especialmente al conocimiento de la esencia de las cosas, pues no la consideran misión suya, sino de especialistas que, además, disfrutan dedicando a ello su vida. Los pragmáticos eligen como razón de vivir el hallar la ruta más corta para alcanzar objetivos inmediatos y muy palpables, que localizan pronto. No les interesa la esencia de las cosas sino, únicamente, cómo conseguir las que ellos consideran de valor.
Elegir la incorporación a este grupo es tenedora, pues la principal consecuencia de su actitud es que deslumbra porque los “triunfadores en este mundo” –donde se valoran los éxitos palpables—se encuentran mayoritariamente entre los “pragmáticos”, –muchas veces rudos, y hasta analfabetos…–.
Jugando con las palabras podríamos decir que, su “actitud” se transforma en “aptitud” para triunfar en la vida. Un amigo tremendamente pesimista y teórico –aunque había triunfado en la vida—tenía casi como leitmotiv esta afirmación:
— Tengo comprobado que las riquezas de este mundo, tienen una gran predilección por los “burros” y “los canallas”…
— ¡Con honrosísimas excepciones!…no excesivamente frecuentes, –le respondía yo
Conste que no afirmo ni insinúo, que los “teóricos” fracasen en la vida. ¡Ni mucho menos! Hay mucho Premio Nobel entre los teóricos. Y otros grandes teóricos han creado empresas modélicas y fuente de éxitos y riquezas para sí. Ahora bien, debemos reconocer que el número de los “coronados por el éxito” en la vida, es alarmantemente superior entre los “pragmáticos” que entre el de los” “teóricos”.
¿Quiere esto decir que doblo mi cerviz y “venero a los pragmáticos”? — ¡Pues no!, y por una sencilla razón: Logran, ciertamente, grandes cosechas de éxitos materiales y de dinero pero, los “teóricos” consiguen éxitos superiores y premios más valiosos en “¡beneficios para la Humanidad!”
No hay duda: Si ésta ha logrado los niveles de civilización y bienestar que disfruta la Sociedad en el siglo XXI, se lo debe mayormente a los “teóricos” aunque, eso sí, con ayuda de los “prácticos”.
Pero, todo lo escrito más arriba, no es lo que más me entusiasma sino poder ofrecer una lección útil para los jóvenes: aprendida en muchísimos años de experiencia y reflexión.
Al iniciar este escrito hablé de mi rápido descubrimiento de esos dos mundos, ahora les informo de mi igualmente rápida elección de otro mundo “intermedio”.
Las ideas que no cristalizan ni precipitan, se quedan en sueños infecundos. Estudien ustedes mucho, ¡todo lo que puedan!” pero sean, igualmente, ¡pragmáticos!, no solo piensen y hablen: “¡Hagan!”. Sean hombres de acción, de hechos, de lucha….Los hijos de Satanás nos vencen porque nos sobren teóricos y nos faltan pragmáticos. Demasiada diarrea verbal. La sabiduría es una mezcla de teoría y pragmatismo. San Ignacio de Loyola es el modelo a copiar…El secreto de su Compañía, –¡mientras lo fue!—se cimentó en esa mezcla de teoría y pragmatismo.
Personalmente estudié durante treinta años todo lo que pude, acumulando títulos y, sin que nadie me diese la comida gratis, ni financiase mis necesidades o caprichos. Pues a los dieciséis años y medio de mi vida, decidí no vivir de rentas sino del sudor de mi frente y lo he cumplidos hasta el día de hoy. Y, desde que me jubilé — hace ya treinta años— he trabajado “sin beneficio alguno”, entregado al apostolado de la pluma en servicio de España, la Hispanidad, y de la Iglesia Católica, mi Madre.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.