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El galardón otorgado por la nieta del insigne comisionista saudí, emérito cazaelefantes, legitiman, mediante el Princesa de Asturias de la Concordia, la plaga sanitaria. Tras el simulacro del laurel, la fútil palabrería de siempre. Sacrificio personal sobresaliente a favor de la salud pública y del bienestar del conjunto de la sociedad. Buf. Desempeño en su trabajo de los valores más encomiables del ser humano. Un blablabla singularmente ridículo y obsceno. Y, sobre todo, falso.

Castuza sanitaria

Sanidad, tótem y tabú contemporáneo. Nos chantajean con nuestra salud, genuino troyano. Medicina actual – prolongadísima y nigérrima manaza de la muy codiciosa industria – al servicio de un depredador hipernegocio que se mimetiza a las mil maravillas con el hipercapitalismo de ficción de nuestras tecnolátricas sociedades. La mafia sanitaria, a la sazón, habita un sistema megaburocrático, de ribetes casi soviéticos. Politizadísimo soviet hipercapitalista, valga el supuesto oxímoron: ineficiente y carísimo, mal pagado y sobreabundante en acosos laborales, pululan mayoritariamente, en su hábitat, acobardados, mediocres y chupaculistas extremos. De ambos sexos, faltaría más.

Castuza sanitaria, absolutamente acrítica con las «evidencias científicas» publicadas, promueven una venenosa sobremedicalización dentro de una sociedad paranoicamente hipocondriaca. Se inventan y cronifican enfermedades y enfermos. Sociedades científicas y galenos generosísimamente untados por FarMafia: el pan nuestro de cada día. Hipermedicalización e hiperprescripción de pirulas, sobrediagnóstico previo mediante, arrastrando tras de sí innecesarias cirugías, aviesas psiquiatrizaciones de cualquier estado de ánimo o depositando su servil confianza en innovadores juguetitos tecnológicos que, por lo visto, implicarán panacea y salvación y parusía.

Sobrediagnóstico, hipermedicalización

Un hipocondriaco es un pelele en manos de gente muy depravada. Y muy caradura. Lo vemos estos días. Un hipocondriaco es el perfecto tolili cagaleta a merced de una industria que invierte nutridísima telita en todos los ámbitos sanitarios. Suculento negocio, rentable y cada vez más creciente. Negocio fascinado por las nuevas tecnologías. Con su toque transhumanista/posthumano. Abolir la muerte, alucinación y culmen. Grandes dinerales en biónica, criogenización o nanorrobots reparadores. La muerte superada, horror. Y la peña covidiota se cree la milonga.

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Se sobrediagnostica de forma fiera y feroz. De manera absurda, evidentemente. La medicina biométrica y la mejora de la imagen diagnóstica incrementan espectacularmente el número de enfermos ficticios. Un medicina biométrica que va modificando sus «marcadores» de manera arbitraria, aleatoria y sesgada. Y unas pruebas de imagen – ecografías, TACs, resonancias magnéticas- que fallan como escopetas de feria. Sobrediagnóstico basado en protocolos y guías clínicas promovidas, casi en su totalidad por la industria médica, esa estupendísima inventora y promotora de enfermedades.

Cribes o no cribes, no pierdas el tiempo

Sobrediagnóstico basado en los archifamosos cribados. Cribados, desde luego, sin base científica alguna. Muy pertinentes, eso sí, en tiempos de zombis hipocondriacos. El cribado, un mito en el que hay demasiados intereses en juego: he ahí el intríngulis, como en tantas cosas. Lo dicho, cribes o no cribes, a medio y largo plazo, la supervivencia del «enfermo» es la misma.

Por ejemplo, en los cánceres. Los cardinales: colon, próstata, teta. El cribado representa actualmente un gran coste y un escaso beneficio. O deviene letal, sin más. Recordemos, en ese sentido, las colonoscopias que terminan en perforaciones o peritonitis agudas. O, subidón, las mamografías carcinógenas. Un modesto ruego. En vez de tanto mamoneo cribador, ¿algún galeno se atreverá a recordar a las mujeres que retrasar tanto la maternidad puede provocar endometriosis, tumores de mama o inagotables malformaciones de todo tipo en el bebé, entre otros asuntos?

Un cribado generalizado, esa es otra, que va absolutamente en contra de los enfermos que verdaderamente lo pudieran necesitar. Nos ahorraríamos cientos de falsos positivos, tan rentables, desde luego, para nuestra querida mafia médica. Un cribado imposible de entender sin una medicina inútil en el mejor de los casos. Y brutalmente iatrogénica, en el peor (y habitual). Con sus tratamientos tantas veces inhumanos, purito encarnizamiento. Véanse, vacunología, oncología o psiquiatría, las tres cerditas, las hembras alfas de la camorra médica. A mayores beneficios pecuniarios, mayor falta de ética y vergüenza. Y viceversa.

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Pasta, fama, gloria: poder

Un medicina que empastilla a todo cristo. Pirulas lanzadas al mercado mediante unos ensayos clínicos poco fiables, apenas verificables. Fraudulentos ensayos que encubren datos que impiden conocer auténticamente qué pollas estamos ingiriendo. Pastis con sus copiosos y nocivos efectos. Adversos, muy adversos. Mortíferas consecuencias tanto de las terapias como de las tecnologías médicas. Recuerden el reciente escándalo de los anticoagulantes.

Total falta de transparencia para poder saber qué coño te estás embaulando. En España, la opacidad superior a cualquier nación del orbe. Aquí, como todo en la medicina contemporánea, se ponen en juego multitud de intereses, entrecruzados o no. Mucha pasta, muchos congresitos, muchas publicaciones. Pasta, fama, gloria: poder, en definitiva. Humano, demasiado humano. Tan humano como poseer la diamantina certeza de que cada uno de nosotros somos los mejores médicos de nosotros mismos. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.