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Si algo importa, en la vida larga o corta que llevamos, es la elección de ser libres o siervos. Esto, tan eterno como la existencia humana, lleva gravitando sobre los españoles desde hace más de cuarenta años. La decadencia de la política arrastró con ella la libertad, la cultura, la justicia, el progreso, la verdad intrínseca y la paz social. La democracia se ha convertido en un fetiche formal, capaz de curarlo todo, mediante su sola invocación, resolviendo las dificultades, incluida la más complejo: elegir a quien debe gobernar nuestra vida, mejorándola. Esa elección, si carece del mínimo conocimiento, el elector, sobre el programa y cualidades del elegible, solo sirve para certificar el transito hacia la tiranía. Así llevan unas élites políticas cerradas, en unos partidos opacos, sin contrapeso alguno, más allá de la alternancia en el poder, dominando el discurso ideológico y la ingeniería social que dicta la izquierda cuarenta años, hasta que, en palabras de Alfonso Guerra, “…a España no la conozca ni la madre que la parió”.

 

Por ello, evaluar las posibles salidas, resulta de suma importancia, a la hora de orientar la voluntad común hacia la mejor salida, para los intereses de España y de nuestro sufrido pueblo. Quedaría invalidado quien configuró, como final de un proceso, un gobierno de comunistas -antisocial-; de independentistas que mantienen un golpe de Estado -antinacional-; de separatistas que aspiran a lo mismo -PNV- y de ex terroristas; todos ellos aspirantes, no lo ocultan, a destruir el Estado y la Nación. Por eso no tienen plan B, tampoco tenían plan A para enfrentarse a la epidemia. Solo tienen el plan, el que les diseñó George Soros, al único que rinden cuentas. Existe un viejo aforismo jurídico aplicable que dice: “lo qué es causa de la causa, es causa del mal causado”. Conocemos de San Mateo 7:17-20, la doctrina aplicable en referencia a las pruebas de un delito obtenidas de manera ilícita, que deberían acarrear la nulidad del proceso: “… pero el árbol malo da frutos malos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que por su fruto lo conoceréis”. Por “los frutos “del árbol envenenado del social comunismo”, y la experiencia vivida por otros países, con urgencia, debemos buscar otra salida.

Con carácter previo conviene una breve pincelada de la sociedad que tenemos, bastante aproximado reflejo del gobierno elegido. Todo camina, degenerando, hacia el libre albedrío, el relativismo moral, el oportunismo como bandera, el triunfo sin mérito, la popularidad vacía, la desconfianza social, las instituciones cuestionadas, el leviatán del estado, el ministerio de la verdad y el bienestar animalizado. De ahí nace, como todos recordareis, Escálibur, perro al que hubo que sacrificar para evitar el contagio del ébola a humanos. Más de un mes de movilización de masas, todos los medios de comunicación pendientes y un responsable: el gobierno. Me puede decir alguien ¿si llevamos 25.000 muertos o 50.000?, dónde están los nombres, los testimonios, los sepelios, los familiares ¡No hemos visto nada! Sin dignificarles la vida, escondiendo su muerte como estadística, ofende a toda la sociedad, sino lo rechazamos en sana rebeldía. Como en la psicología del niño mal criado, “allí donde el típico carácter de las masas se generaliza, pueden darse por perdidos todos los valores superiores” Hermann Rauschning.

 

Ojalá mantuviéramos las enseñanzas filosóficas de nuestros orígenes, Platón: Que los padres, pues, en lugar de riquezas, leguen a sus hijos el espíritu de la piedad Al estar en riesgo nuestros derechos y libertades fundamentales -el primero la vida-, que conforman el estado de derecho; coincidiendo que tenemos el peor gobierno, en el peor momento, de nuestra historia; son tres las salidas qué aventuro tenemos. La gubernamental; la de la política; y la de la sociedad civil -nueva derecha o nueva sociedad-. Al existir, como dos caras de una misma moneda, identidad de salida política y económica, en las tres variantes la unificaré, para simplificarlo.

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La gubernamental tiene la salida diseñada en su hoja de ruta por el globalismo internacional -Soros-, se llama “vuelta a la nueva normalidad”, equivaliendo a la antigua anormalidad, pero controlando ya todos los resortes del poder. Es decir, economía cada vez más estatista, mayor control de los medios de producción; república confederal; el cincuenta por ciento de la población subsidiada mediante la “renta vitalicia”; control del poder judicial -ya lo está la fiscalía-; implantación definitiva de las políticas de “ingeniera social”, -ley de memoria histórica e ideología de genero- ; control absoluto, por si no fuera poco, de los medios de comunicación e internet; y fidelizar, mediante dádivas o ideología, al ejercito y cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, siguiendo la ley Azaña. Ello tiene un corolario final, no exento de riesgos. El posicionamiento del Rey y que la intervención de la Comunidad Económica Europea sea lo menos rápida posible. De ahí las dos derivadas; una, que la “desescalada” sea lenta y el estado de alarma -excepción-, se prorrogue; dos, qué el Banco Europeo comience a inyectarnos liquidez, no devolutiva, -eurobonos- y sin riguroso control del gasto.

La política, defino así la segunda salida, porque viene operando, en España, desde Adolfo Suárez, hasta hoy; con la apariencia de que todo es política, y lo puede resolver la política, como el prestidigitador saca su conejo de la chistera. El público, pueblo, no se entera, naturalmente, de donde está el truco. Esto les ha resultado hasta 2008, fecha en la que Rajoy sacó el último conejo, engañando a todos sus electores. Los políticos de la oposición al socialismo, en España; la derecha nunca gobernó, en estos cuarenta años, ¿no han comprendido bien la gravedad de la crisis de la izquierda? ¿y la profundidad de la revolución cultural antiespañola y anti estatal? Sin esa evidencia del análisis, no habrá solución al problema y seguiremos creyendo tener una derecha como alternativa, en vez de reconocer que solo tenemos unos cipayos encargados de legitimar sus políticas, por aberrantes que estas sean. ¿Modificó, Rajoy, alguna de las Leyes de Zapatero? ¡En la negación está la certeza!

 

La salida política es tan vieja como el mundo, ¡aparentemos que cambia todo para que no cambie nada! ¿Gobierno de Salvación?; ¿Gobierno de Concentración Nacional? ¿Gobierno de Unidad?; queda muy bonito, pero nadie repara en él ¿con quién se realiza el viaje? y ¿para qué? Si no hay identidad en el objeto, equivaldría a la inutilidad de mezclar el agua con el aceite. Esta salida consiste en coaligarse el PSOE (izquierda) y el PP (derecha) para esperar que escampe el temporal; la inexorable intervención de Bruselas, lo menos traumática posible y, dentro de diez años, todos más pobres, con la misma estructura del estado, la misma ley electoral; inmigración descontrolada, las pensiones como pingüinos y todos instalados en “el mundo feliz” novelado por Aldous Huxley.

 

La tercera salida, es la que llamo de la sociedad civil. Reconozco -como el apostador de un hipódromo- la mejor; la más difícil también, pues a la dinámica perversa instalada en la sociedad de que, contra el “poder del sistema”, nadie sobrevive; se suma la dificultad de amoldar la transversalidad de ideas y principios, en un objetivo común. La sociedad civil ya es madura y consciente, en general, de la raíz de los problemas y la dificultad de las soluciones. ¡El momento de los grandes males, grandes remedios!, ha llegado. Vislumbramos que “toda utopía comienza siendo un enorme paraíso que tiene como anexo un pequeño campo de concentración para rebeldes a tanta felicidad”, como vivió Milan Kundera. También la experiencia trágica de uno de los coautores de la revolución comunista, León Trosky, nos sirve para no repetir errores: “En países donde el único patrono es el Estado, hacer oposición equivale a morir lentamente de inanición”.

 

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Para que no ocurra ni una cosa, ni la otra, anegados de soflamas redentoras y desesperación creciente; urge establecer la propuesta, de la sociedad civil, como enmienda a la totalidad; como alternativa al sistema, en aquellos aspectos y con las previsiones señaladas en la Constitución, dejando de ser una sociedad ficticia e indeseable. Vox podría encauzar ese movimiento transversal y único; regenerador de la vida política, del estado de derecho y garante de la libertad. Esa alternativa tiene que comenzar con unas elecciones generales, cuanto antes; en evitación de un mayor deterioro institucional, social y económico. El derecho es preexistente a la epidemia y debe ser el pilar esencial para salir de ella.

 

¿Desde cuando la opinión publica o las encuestas, deben determinar el derecho? Por imprevisión y preferencias ideológicas, no aplastamos la epidemia, como otros países; pero en el proceso, hemos aplastado la economía. Lo que hizo que la economía se detuviera en seco fue la orden de un presidente qué ignoró todas las advertencias. El temor de Sánchez al virus, no le llevó a evaluar el número de muertos que provocaría, sino la posibilidad de ser evaluado por el pueblo, en su verdadera dimensión, la falsaría. La salida aquí propuesta, sin pretensiones, como de la “sociedad civil”, tendría tres fases: la sanitaria; la política y la económica.

 

La sanitaria: consistente en multiplicar los lugares y facilitar a todas las empresas la posibilidad de hacerse las pruebas del virus; nombrar un equipo de gestores y científicos sanitarios para mantener la capacidad hospitalaria optima y poder mejorar el tratamiento del virus; evaluación de la situación sanitaria de cada autonomía y salida de los sin contagio y gradual de los contagiados; evaluación de las restricciones y eliminación de las mismas, donde no hay riesgo de contagio.

 

La política: Elecciones generales cuanto antes, evitando el vacío legal con un gobierno de salvación, nombrado en el Parlamento y refrendado por el Rey; preferentemente de técnicos y gestores de reconocido prestigio, evaluados, en su actividad, por el parlamento y con capacidad para negociar y gestionar tanto la epidemia sanitaria, como la subsiguiente económica.

 

La económica: consistente en que el gobierno de “salvación nacional, concentración, unión”, o como se quiera llamar, analicen en los presupuestos del estado, todas las partidas que representen gastos superfluos, innecesarios, chiringuitos ideológicos y subvenciones que no vayan al sector productivo, privado o público. Recorte de entre un 30% y un 40% de los gastos de los partidos políticos y sindicatos, ya sea este general, autonómica o local; empleando ese sobrante para inyectar en el sector productivo. Llevar este plan de recortes a Bruselas y Frankfurt, con todo el rigor y solvencia, y con el compromiso del empleo de todo el dinero que se necesite para el sector productivo y cobertura social, en recuperación de la economía; solicitando una demora de lo prestado, sin intereses y corto plazo, que evite la intervención de nuestro país, dada la insolvencia a la que nos ha conducido este gobierno y sistema autonómico. ¡En ello nos va la supervivencia como nación y como sociedad industrializada y desarrollada!

 

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REDACCIÓN