21/11/2024 21:01
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Hace unas pocas semanas se han celebrado eventos deportivos masivos en Nueva Zelanda, con 50 mil seres humanos, SIN BOZAL, apiñados en el estadio. Y no lo hicieron una sola vez, sino varias. ¡Pedazo de cabrones! Y el país entero vive ajeno al congojavirus. ¿Quiénes creen ser estos putos aborígenes para vivir en libertad, mientras Occidente fenece por un terrible virus que nos tiene a todos más muertos que vivos? Ya verán estos comedores de kiwi cuando el congojavirus se entere de que ahí no usan ni bozal ni hostias. Van a caer como moscas cuando llegue allí “el bicho”. ¡Van a caer hasta los putos koalas!

No obstante, haciendo un altruista esfuerzo de empatía con estos degenerados de nuestras antípodas, he estudiado el “milagro neozelandés”, a fin de tratar de imitarlos y librarnos, por fin, de la desoladora pandemia. Estas son mis conclusiones para el fin de la pandemia en Espena, veamos:

Nuevazelanda (tó junto, para que cualquier parecido con la realidad, sea mera coincidencia) es una isla. Debido a eso está mejor ventilada que Espena y, por lo tanto, el virus va desquiciado y mareado de un lado a otro. Y como la biodramina es muy grande para que un virus la tome, pues anda jodido el bicho. En Espena obligan a la ventilación de coles y etc. de más lugares aberrantes. La ventilación, como vemos, es la clave. En tiempos duros, decisiones drásticas: ¡Tenemos que ser una isla! ¡Tenemos que aserrar Espena, en los Pirineos!

A fin de ahorrar tiempo (cada segundo que pasa son miles de víctimas más) propongo no serrar desde las cimas, pues hasta llegar al suelo se tarda mucho, amén de que son de roca y no de gelatina y eso ralentiza el aserrado por muy virtuosos del serrucho que seamos. Propongo serrar por el lado espenol, a fin de evitar cargar con la mole de los Pirineos, pues nos cortaría el viento.  Perdemos la cordillera, pero ganamos la salud. Todos tenemos que hacer sacrificios en estos tiempos de epidemia. Sé que la tentación de “cortar por lo sano” es muy grande y muchos pensaréis que, ya puestos, dejemos a Vascongadas y Qatarlunya pegadas al viejo continente… ¿Y qué hacemos con Portugal, también le metemos el serrucho? Todo esto ralentizaría la misión y eso es sagrado. Lo que no podemos obviar es el asunto de Gibraltar. Me niego a salvar a los okupas ingleses. Según mis cálculos, una vez sueltos del continente, la energía cinética nos empotrará contra Marruecos y Gibraltar se irá a hacer puñetas para siempre, y de paso una parte de Musulmania.  En cualquier caso, todos estos flecos ya los dirimiremos cuando estemos en alta mar. Esta cuestión es otro asunto a tener muy en cuenta. Una vez vayamos a la deriva, ¿qué hacer? Gobernar (de navegar, no de lo otro) la mole peninsular se me antoja imposible, por lo que corremos el peligro de salir de la sartén para caer en las brasas, es decir: podemos acabar en Hispanoamérica, concretamente en Argentina, donde están todavía peor que nosotros. Y no quiero ni pensar acabar en Venezuela, que está mucho más cerca que Argentina y justo en línea recta… Para solventar tamañas putadas, sugiero fabricar 4 grandes anclas, a fin de soltarlos cuando estemos a más de mil millas de Europa. No es fácil, lo asumo, harán falta hasta los cordones de los zapatos y los ovillos de lana de las abuelas, para zurcir tamaños cabos, pues el fondo oceánico está muy al fondo. Pero tenemos que hacer el esfuerzo y caminar con calzado sin cordones y hasta prendas deshilachadas. Otra opción es encallar en Madeira, que está a 900 millas de Espena y quedarnos ahí. Pero como estaríamos cerca de las islas Canarias, nos invadirían los africanos que van de allí a Espena. Me niego a facilitarles la labor. Nada, de Madeira ni hablar, tenemos que anclarnos en mitad del Atlántico.

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Podría seguir divagando durante cientos de páginas, queridos niños, pero corro el riesgo de creerme mi delirio y salir pitando a los Pirineos, serrucho en mano. Y no es plan, por mucha plandemia que vaya a combatir.

A mí nadie me va a quitar la alegría. Es una orden que me dio mi abuelo paterno y nobleza obliga a cumplirla. En el cadalso me tendrán que poner un saco en la cabeza, para que no se vea mi sonrisa. No un bozal, porque la sonrisa empieza en los ojos. ¿Os habéis fijado en que los embozalados ya no sonríen ni por ahí?  

NOTA: lo de Nueva Zelanda y el rugby va en serio. Fue a mediados de octubre. Lo juro por Arturo.

Autor

REDACCIÓN