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Yo no voy a hacer leña del árbol caído (aunque sólo sea porque en su momento de mayor poder tuvo la gentileza de recibirme para escuchar mis humildes opiniones sobre la marcha político-militar de España), pero tampoco uno de los millones de pelotas que hoy le aplauden.
Miren ustedes, yo digo lo que decía mi admirado Don Emilio Romero (mi Jefe en «Pueblo»), los hombres ni son dioses ni son diablos, son el resultado de la balanza: pongan en un platillo lo bueno que hayan hecho y en el otro, lo malo… y el hombre será lo que diga el platillo que arrastra al otro.
Emilio Romero (izquierda)
Don Juan Carlos ha hecho e hizo sus cosas buenas y sus cosas malas, que yo no voy a enumerar ahora. Pero, sí quiero aclarar alguna de esas cosas «buenas» que le adjudica todo el mundo: su actuación la tarde-noche-madrugada del día 23 de febrero del año 1981 (o sea, el «23-F»), aunque sólo sea por aquello que digo siempre que escribo de Historia: yo no quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi señor y mi señor serán siempre la verdad y la Historia (o la intrahistoria)…
Y sé que lo que voy a decir es ir contracorriente, o todavía más, intentar cambiar la caída de las aguas de las cataratas del Niágara.
El Rey Juan Carlos no fue el hombre que paró el Golpe ni salvó la Democracia… porque aquella noche si no están allí su padre, el Conde de Barcelona, y Don Sabino Fernández Campo, el Jefe de la Casa Real, habría triunfado el golpe, ya que el Rey se puso nervioso y se pasó la noche lleno de dudas… (y hasta por la mañana, ya resuelto el asunto: «Espero que no te hayas equivocado, Sabino»).
Y me baso en lo que escribí casi al dictado de Don Sabino unos años después. Lean:
«Sobre las nueve llamó de nuevo Alfonso Armada, era la cuarta o la quinta vez que lo hacía… y siempre para lo mismo, pidiendo permiso para ir a la Zarzuela y explicarle al Rey Juan Carlos la situación. Pero, el Rey, que, como yo, tras la conversación con el general Juste, ya estaba en guardia y no quería ni hablar con él en cuanto me vio entrar me pasó el teléfono al tiempo que cubriendo el auricular con la mano me decía:
-Ten, Sabino, es otra vez Armada. Insiste en verme, porque la situación, según él, se está agravando por momentos y puede pasar cualquier cosa… y me insiste que él puede resolverlo todo y evitar una tragedia.
Entonces cogí el teléfono y seco dije:
-Dime, Alfonso, soy Sabino.
-Sabino, por favor, escúchame. Esto se está poniendo mal, muy mal, y puede haber sangre. Yo puedo resolverlo. Si el Rey me autoriza a ir al Congreso yo paro a Tejero.
-¡Eso ni hablar, Alfonso! ¡En nombre del Rey nada, si tú quieres ir al Congreso a título personal, ve… pero ni se te ocurra mencionar al Rey… Además ¿con qué apoyos cuentas para salvar la situación? – le respondí con cierto genio.
Armada la tarde/noche del 23-F
-Con los socialistas, con los del PC y con algunos de la UCD — contestó hasta con cierto orgullo.
– ¿Estás seguro? ¿Está Felipe González de acuerdo?.
– Según me ha asegurado Enrique Mújica, sí.
-No me lo creo… y además lo que pretendes hacer es anticonstitucional.
-¡No!, es constitucional. La «Moción de Censura» lo permite.
-Sí, pero en situación de normalidad, pero no con la Guardia Civil apuntando con metralletas, con tiros y con los diputados escondidos bajo los escaños.
– Eso ha sido una tontería. Te aseguro que si hablo con Tejero se arregla.
-Mira, Alfonso, tú haz lo que quieras, pero a título personal…Ni se te ocurra mencionar al Rey.
Y colgué. «Señor — le dije al Rey– lo de Armada no está claro. Me huele mal».
En ese momento sonó el teléfono y yo hice intención de salir.
-Espera, Sabino, es mi Padre -dijo tapando el auricular, y enseguida me dijo: Ten, quiere hablar contigo.
– Señor, soy Sabino – dije en cuanto cogí el teléfono.
– Oye, Sabino ¿qué opinas tú de lo que pretende Armada?.
– Señor, si os digo la verdad yo no lo veo claro.
-¿Y tú te crees eso de los socialistas?
-Pues, Señor, yo a pesar de la certeza con la que habla el general Armada no acabo de creérmelo y dudo que Felipe González acepte formar parte de ninguna «Operación» teniendo a la Guardia Civil enfrente.
-A eso voy, Sabino, a eso voy… Ni Felipe González, ni ningún demócrata, puede apoyar una «Moción de Censura» con armas de fuego de por medio. ¡Eso es un disparate!. ¡Eso hay que cortarlo en seco!. La «Moción de Censura» tenía sentido como estaba planificada, pero ese de los bigotes, con sus tiros y sus tricornios la ha hecho impresentable. El mundo entero se echaría sobre España.
-Señor, es justo lo que yo opino.
-Sabino, hay que acabar con eso ya, cuanto antes, hay que sacar a la Guardia Civil del Congreso y sobre todo hay que evitar que pueda producirse una tragedia… Sabino, como veo que el Rey está nervioso y con dudas te pido, te ruego, que le ayudes a salir de esta, porque nos estamos jugando la Monarquía. Por menos que esto se tuvo que marchar mi padre.
-Majestad, sabéis que la situación es difícil e incierta… y creo que Armada ha ido demasiado lejos.
-Sabino, dile al Rey que se ponga.
Y tal como lo pedía le pasé el teléfono a SM , aunque no pude evitar escuchar lo que decía Don Juan, o gritaba, mejor dicho.
-¡Majestad!… no lo dudéis más, ponte el traje de faena y pon firmes a tus generales y echa de las Cortes a esos locos…¡Te estás jugando la Corona!…¡¡ Y la tele!…¡Háblale al pueblo español!…La Monarquía no puede caer por un simple guardia civil!…¡Ah, y no hagas nada sin Sabino!… ¡Te llamo luego !.
Y el Rey colgó el teléfono. Fue entonces cuando se produjo algo totalmente inesperado para mí. Don Juan Carlos, nervioso, asustado, casi llorando, se vino hacia mí, me cogió las dos manos y casi sin voz me dijo:
-Sabino, ayúdame, hay que salvar la Monarquía… ¡¡ Sálvame !!.
Y juro que ver al Rey así me afectó, hasta el punto de que se me puso un nudo en la garganta que me ahogaba. Así que sólo pude decirle mientras le apretaba por los codos.
-Señor, no os preocupéis… todo se arreglará. Ahora lo importante es hablar con los capitanes generales, como os ha dicho vuestro Padre.
-No, Sabino, yo no. Habla tú con ellos.
-No, Majestad, sois vos el que tiene que hablar con ellos. Vos sois el Jefe. Así que tranquilizaos y mostraos firme, sin dudas… y si os preguntan por Armada decidles que está actuando sin vuestro permiso… Ah, y por encima de todo la Constitución y España.
Y así lo hicimos, yo los saludaba y enseguida les pasaba a S.M. Aunque el Rey seguía y siguió toda la noche como ido, desmoralizado, como se pudo ver en las pantallas de televisión.
Sí, releamos lo que le dice Don Juan a Don Sabino:
«Sabino, como veo que el Rey está nervioso y con dudas, te pido, te ruego, que le ayudes a salir de esta, porque nos estamos jugando la Monarquía. Por menos que esto tuvo que marcharse mi padre»
Y también lo que le dice al Rey, su hijo:
«¡Majestad!, no lo dudéis más, ponte el traje de faena y pon firme a tus generales y echa de las Cortes a esos locos. ¡Te estás jugando la Corona!…¡Y la tele!…¡Hablad al pueblo español!… La Monarquía no puede caer por un guardia civil… ¡¡Ah, y no hagas nada sin Sabino!!
Señores, y a partir de ese momento (sobre las 10 de la noche allí sólo se hizo lo que sugirió o mandó hacer Don Sabino). El Rey, en el estado que estaba (como ido, como desilusionado, lleno de dudas, según Don Sabino) poco podía hacer, poco pudo hacer.
Todavía tuve otra conversación esa noche sobre las 22.30 con S.M. y comprobé que seguía con sus dudas. El Rey se pasó la noche dudando qué hacer, si detener lo que estaba pasando o dar luz verde.
– Sabino, esto cambia las cosas, me dijo Su Majestad al colgarle el teléfono al general Milans, ya sobre las 10.30 horas [cuenta en primera persona Sabino Fernández Campo]…. Creo que es posible que Milans tenga razón y que no todos los Capitanes Generales con los que hemos hablado y se han puesto firmes hayan sido sinceros. Según Jaime no todos están con la Monarquía y todavía «esto» puede tomar otros derroteros. Al parecer algunos piensan en la República.
– Señor, no lo creo. Puede ser cierto que alguno no esté con la Monarquía, incluso que haya alguno que sea más republicano que monárquico, pero mientras que a vuestra llamada saluden con un taconazo será suficiente y lo harán… Porque ellos saben muy bien que no tienen otra salida que la legalidad y hoy la legalidad es la Constitución y la Monarquía.
– Sabino, déjate de legalidades y constituciones, que a un general con tropa armada y carros de combate se le cruzan los cables y de momento te manda al exilio y si son 4 ó 5 ni te cuento… y recuerda que Armada también me habló de generales partidarios de una República.
– Sí, ¿y qué, Majestad? Hoy por hoy el Ejército respalda al Rey y prefiere la Monarquía.
– Pero ¿no crees que habría que darle algo más de cuerda a Armada para ver qué puede hacer con Felipe y las Izquierdas?. No olvides que mi abuelo perdió la Corona por no darles Poder a las Izquierdas… Sabino, yo estoy convencido de que esta Monarquía no estará consolidada hasta que no haya un Gobierno de Izquierdas… y la verdad, a mí Felipe me cae bien.
– Sí, Majestad, sí… pero por las urnas, no con la Guardia Civil y a tiros. No olvide que estamos en una Democracia y la Democracia son votos y libertad.
– Lo sé, Sabino, pero mira cómo llegó al Poder el general De Gaulle… o mis propios abuelos, Alfonso XII y Alfonso XIII. Los pueblos, como dice mi padre, olvidan enseguida cómo se llegó al Poder.
– No compare, Señor, España no es Francia.
– Bueno, vale, Sabino, vale, pero, yo creo que deberíamos darle algo más de tiempo a Armada y esperar a ver si consigue el Gobierno de Concentración con Felipe. Todavía estamos a tiempo de que venga aquí.
– Por Dios, Majestad, eso ni hablar. Sería un error estamos sobre un polvorín y si no apagamos pronto la mecha podemos saltar por los aires todos y todo.
– Bueno, bueno, pues habla tú con Milans otra vez, porque yo ya no sé qué decirle. ¡Tiene que retirar su bando y sus tanques!
Pero, también es verdad que el máximo responsable de una operación siempre será al que le correspondan los honores del éxito o las sanciones del fracaso. O sea, que donde hay patrón manda el patrón. Por eso digo que yo no trato de hacer leña del árbol caído, pero sí de dejar las cosas claras, al menos para la Historia.
Y ahora, lo dicho. No hay hombres dioses ni hombres demonios… aunque los Borbones parecen de otra galaxia.
Y ahora ¿Qué hacer?
Ese es el problema, que nadie sabe qué va a pasar aquí y cómo va a seguir la Monarquía. ¿Acaso podría pasar lo que sucedió con Felipe V y Carlos IV, que después de abdicar volvieron otra vez? ¿Acaso no es cierto que Felipe V tras abdicar en su hijo Luis I y retomar la corona reinó 22 años más?
Señores, recemos por España y que Dios coja confesado al Rey Felipe VI.
Julio MERINO
Periodista y Miembro de la Real Academia de Córdoba
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