22/11/2024 17:34
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El pasado día 29 de julio, el PSOE incumplió el pacto de todas las formaciones políticas del Congreso por el que la mayor parte de los diputados tenía que ausentarse de las sesiones y ejercer su derecho al voto de manera telemática. El objetivo de la jugada no fue otro que el de garantizar que todos los diputados del Grupo socialista del Congreso pudieran aplaudir a su líder, Pedro Sánchez, que se ha aficionado a las ovaciones de un modo que puede provocar distorsiones en la percepción de la realidad.

Debe tenerse presente que el artículo 66 de la Constitución establece que las Cortes Generales están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado. El Congreso, según la Ley Orgánica del Régimen Electoral General en relación con el artículo 68 de la Constitución, se compone de 350 diputados elegidos por los ciudadanos mediante sufragio universal, libre, igual, directo y secreto.

Lo preocupante es que el Congreso de los Diputados se ha ido convirtiendo, poco a poco, en el Congreso de los Palmeros, en el que los diputados, salvo los principales dirigentes, no tienen otra función que la de votar lo que dice el partido político por el que se han sido designados y aplaudir ante los actos y las palabras de sus líderes, por muy estúpidas que puedan resultar. En todas las legislaturas se pueden encontrar buenos casos para acreditar la tendencia, aunque las situaciones de este tipo están adquiriendo un marcado carácter habitual. Un ejemplo ya se pudo observar cuando Carmen Calvo fue aplaudida por sus camaradas tras haber incurrido en un lapsus con el que le dio la razón a Iván Espinosa de los Monteros cuando el dirigente de Vox criticó al Gobierno por su falta de credibilidad. Hace escasos días se ha podido encontrar otro ejemplo con la destacada ovación a Pedro Sánchez con un grave riesgo para la salud de todos los diputados, al haberse reunido, sin distancia de seguridad, una cuantía de parlamentarios muy superior a la recomendado en estos momentos por el Ministerio de Sanidad, en el Congreso.

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Lamentablemente, los aplausos se han convertido en un mecanismo del Gobierno para mostrar a los ciudadanos, principalmente a los más ingenuos, que la gestión de Pedro Sánchez está siendo maravillosa. Ya se vio con el pasillo de la Moncloa tras el acuerdo sobre los fondos europeos y se tuvo que volver a ver en el Congreso con un patestismo recalcitrante mientras los diputados del PSOE exponían a todos los miembros del Congreso al riesgo de contagio por el Covid-19 que tanto atemoriza a las autoridades.

Para tener un Congreso con más de 300 palmeros, sería mejor tener un Congreso con 100 diputados, pues de ese modo la Cámara Baja obraría de una forma más eficiente y, además, sería mucho más rentable para las

Autor

REDACCIÓN

El pasado día 29 de julio, el PSOE incumplió el pacto de todas las formaciones políticas del Congreso por el que la mayor parte de los diputados tenía que ausentarse de las sesiones y ejercer su derecho al voto de manera telemática. El objetivo de la jugada no fue otro que el de garantizar que todos los diputados del Grupo socialista del Congreso pudieran aplaudir a su líder, Pedro Sánchez, que se ha aficionado a las ovaciones de un modo que puede provocar distorsiones en la percepción de la realidad.

Debe tenerse presente que el artículo 66 de la Constitución establece que las Cortes Generales están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado. El Congreso, según la Ley Orgánica del Régimen Electoral General en relación con el artículo 68 de la Constitución, se compone de 350 diputados elegidos por los ciudadanos mediante sufragio universal, libre, igual, directo y secreto.

Lo preocupante es que el Congreso de los Diputados se ha ido convirtiendo, poco a poco, en el Congreso de los Palmeros, en el que los diputados, salvo los principales dirigentes, no tienen otra función que la de votar lo que dice el partido político por el que se han sido designados y aplaudir ante los actos y las palabras de sus líderes, por muy estúpidas que puedan resultar. En todas las legislaturas se pueden encontrar buenos casos para acreditar la tendencia, aunque las situaciones de este tipo están adquiriendo un marcado carácter habitual. Un ejemplo ya se pudo observar cuando Carmen Calvo fue aplaudida por sus camaradas tras haber incurrido en un lapsus con el que le dio la razón a Iván Espinosa de los Monteros cuando el dirigente de Vox criticó al Gobierno por su falta de credibilidad. Hace escasos días se ha podido encontrar otro ejemplo con la destacada ovación a Pedro Sánchez con un grave riesgo para la salud de todos los diputados, al haberse reunido, sin distancia de seguridad, una cuantía de parlamentarios muy superior a la recomendado en estos momentos por el Ministerio de Sanidad, en el Congreso.

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Lamentablemente, los aplausos se han convertido en un mecanismo del Gobierno para mostrar a los ciudadanos, principalmente a los más ingenuos, que la gestión de Pedro Sánchez está siendo maravillosa. Ya se vio con el pasillo de la Moncloa tras el acuerdo sobre los fondos europeos y se tuvo que volver a ver en el Congreso con un patestismo recalcitrante mientras los diputados del PSOE exponían a todos los miembros del Congreso al riesgo de contagio por el Covid-19 que tanto atemoriza a las autoridades.

Para tener un Congreso con más de 300 palmeros, sería mejor tener un Congreso con 100 diputados, pues de ese modo la Cámara Baja obraría de una forma más eficiente y, además, sería mucho más rentable para las

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