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La historia está llena de héroes y traidores. Este 2020 se cumplen 200 años de la muerte de Joseph Fouché, amoral y maquiavélico, una de las figuras políticas más infames de la historia de Francia. Hasta tal punto que resulta difícil encontrar contrincante a su altura en España, ni siquiera el que sin avisar a nadie se escapó camuflado a Bélgica y allí permanece mientras la mitad de su gobierno sigue entre rejas. Tampoco, muy a su pesar, el excomisario Villarejo, también llamado rey de las cloacas, en la cárcel desde 2017, por sus filtraciones, grabaciones, venganzas y chantajes.

Todos tienen en común que pueden ser personajes de novela negra, además la ambición de poder y la intriga están entre sus pasiones. Lobo con piel de cordero, en el caso de Fouché, la historia lo retrata como un traidor nato, carente de escrúpulos y sentido moral, que esquivó las convulsiones políticas y sociales de su época, y utilizó todas las males artes para estar siempre al lado del poder. ¿Cuál fue su secreto para sobrevivir? El trabajar en las sombras, no buscar el protagonismo y su falta de ética y convicciones. Fue el rey de las sombras y la traición perfecta.

Sobrevivió sin pestañear, tal como dice su biógrafo Stefan Zweig «a la Convención, al Directorio, al Consulado, al Imperio, a la Restauración, a la vuelta de Napoleón de los 100 días y al Segundo Directorio hasta que finalmente Luis XVIII, le desterró». ¿Cómo lo consiguió? Además de su talento político en la sombra, también utilizó la información de la que dispuso como Ministro de Policía. Y, sí, cómo no, dejó muchos cadáveres políticos por el camino, personajes del nivel de Danton, Robespierre, Barras o el propio Napoleón.

¿Pero quién fue en realidad Joseph Fouché, duque de Otranto (1759-1820)? Fue, junto con Talleyrand, la figura política más influyente de su época en Francia. Nos encontramos, sin duda, con uno de los personajes secundarios más interesantes de la historia. El Inventor o precursor del espionaje moderno, que él llamó “Alta Policía”. Protagonista de un espectacular ascenso social y político, ocupó los cargos políticos más destacados siempre en la sombra, pero acumulando tal poder que le permitió mover los hilos detrás del escenario.

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Si el Duque de Otranto fue considerado por alguno de sus biógrafos como el “genio tenebroso”, el personaje en España que ha actuado entre las sombras durante los últimos 20 años ha sido José Manuel Villarejo. El excomisario preso, tampoco se ha quedado atrás con sus tejemanejes. Acostumbrado a las penumbras del poder, se ha movido con impunidad por las cloacas del Estado, sus filtraciones hacen suponer que tiene información comprometida de prácticamente todas los más importantes figuras políticas y empresariales del país, incluida la Corona.

El siniestro Fouché fue odiado, pero, sobre todo, muy temido. Las opiniones de sus coetáneos no tienen desperdicio y están llenas de cinismo. Chatobriand describió la escena de su segunda boda de forma magistral, esa en la que el cojo Luis XVIII se ayudaba de su ministro para caminar como “el vicio apoyado en la traición”. Talleyrand, enemigo declarado de Fouché, dijo de él que “desprecia tanto a la humanidad porque se conoce muy bien a si mismo”. Y Napoleón manifestó en alguna ocasión “solo he conocido a un traidor verdadero, perfecto: Fouche”. Un hombre tan cínico que fue capaz de publicar unas memorias falsas después de muerto, declaró el poeta Heinrich Heine.

Por otra parte, el rey de las cloacas siempre supo también que la información es poder, y cuanto más oscura y tenebrosa, mejor. Ha sido acusado de los delitos de organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales. Este temido personaje de las sombras tuvo hasta que ser trasladado al hospital al creer que estaba sufriendo un infarto, aunque el juez de su caso lo echó por tierra. Sorprende también que durante muchos años utilizó los resortes de su cargo para enriquecerse, al igual que Fouché. Este se convirtió en el segundo hombre más rico de Francia, gracias al dinero que consiguió en oscuros negocios durante la etapa que no se dedicó a la política.

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El «modus operandi» del duque de Otranto estaba basado en el que “todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es” y luego les corrompía mediante el pago o la extorsión, para ello tejió una red de espías entre todas las clases sociales, incluso se cameló a Josefina para saber los trapos sucios de Napoleón. Fue tan eficaz su organización o sistema de trabajo, que ha servido como modelo de los ministerios del interior décadas más tarde. Estableció también una oficina de censura sistemática de prensa, filtrando las noticias que le interesaban y silenciando las que no. Un verdadero maestro de la intriga y del secreto.

En este enredo de personajes odiados, temidos y oscuros, sorprende un extraño vínculo que va de Villarejo a Pablo Iglesias, vicepresidente del gobierno. Y de Iglesias a Fouché. En el registro de los ordenadores de Villarejo, recordemos que se le acusa de crear un entramado en el que también ofrecía servicios de espionaje aprovechando sus contactos con la Policía, apareció el contenido de un móvil robado dos años antes a la exasesora de Podemos Dina Bousselham, en las que había imágenes intimas y pantallazos de un chat con Iglesias. Y,si, todos sabemos que el marqués de Galapagar alguna vez ha expresado su fascinación por Fouché.