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El pasado 21 de Septiembre, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, intervino en la Cuarta Conferencia Demográfica de Budapest, organizada como un foro de políticas favorables a la familia y otras medidas para invertir el descenso de la población sin una inmigración masiva.  

En su discurso de apertura, Orbán planteó la cuestión de si la disminución de la población es un problema: “Occidente simplemente no quiere sostenerse. Para decirlo sin rodeos: Algunas civilizaciones son capaces de reproducirse; sin embargo, la civilización occidental obviamente no es capaz de hacerlo, tanto que son incapaces de decidir si esto es un problema en absoluto. Algunos creen que esto no es un problema, argumentando que, al aumentar la productividad y desarrollar la tecnología, menos personas podrán producir más bienes, especialmente más bienes públicos. Fabricación mecanizada, inteligencia artificial, economía automatizada: el trabajo humano ya no desempeña ningún papel. Esta es la solución tecnocrática de Silicon Valley”, señaló Orbán.

“Hay otros que sienten el problema del declive demográfico y, por tanto, quieren la migración. Piensan que hay que reasentar a pueblos extranjeros de países lejanos para frenar el declive demográfico. Pero la migración masiva, los millones de personas que se han trasladado aquí, son básicamente un plan global para la formación de un nuevo proletariado”, dijo Orbán, y añadió que los defensores de esta visión del mundo “no tienen en cuenta el aspecto cultural de la democracia”. La migración “es una cuestión de identidad y un país sólo es viable si sus ciudadanos comparten en gran medida los mismos valores, de lo contrario la nación, el país, se derrumba”.

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El plan de Hungría para revertir el declive demográfico rechazando la migración masiva con el fin de preservar su identidad cultural y la cohesión social se basa, según Orbán, en el principio fundamental de que “el Estado debe proteger a la familia y eliminar todos los obstáculos que impiden la creación de familias”, porque la familia es el pilar de la sociedad. “Hay que apoyar a las familias manteniendo el crecimiento continuo de la economía. Gastamos el 5% del PIB en ayudas a las familias, todavía no estamos donde nos gustaría estar, estamos más o menos a mitad de camino, pero al menos ya conocemos la dirección”. Orbán afirmó que si no se hubiera introducido la nueva política familiar húngara y todo hubiera seguido igual, en diez años habrían nacido 120.000 niños menos. Además, desde 2010 “casi hemos duplicado el número de matrimonios y hemos visto una disminución del 41% de los abortos”.

“Tengo que decirles sinceramente que tenemos que defendernos. Hungría se está defendiendo de los ataques de la izquierda occidental; están atacando el modelo de familia tradicional”. Para Orbán, estos ataques no sólo han adoptado la forma de una crítica directa a las políticas económicas destinadas a permitir que las parejas formen familias y a salvar al país en su conjunto de una bomba de relojería, unas políticas que a menudo se presentan de forma bastante ingenua como un plan retrógrado para convertir a las mujeres en “máquinas de hacer bebés”, sino que también forman parte de un esfuerzo cultural más amplio para “relativizar el concepto de familia”, empleando como herramientas “ el LGBTQ y el lobby de género”.

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Orbán dijo también que observa con preocupación “la propagación cada vez más amplia y rápida en Occidente de los movimientos neomarxistas, neoizquierdistas, que pretenden maleducar a nuestros niños desde la escuela infantil, que quieren utilizar a los niños como activistas del Orgullo y popularizar la reasignación de género entre los niños”. Al mismo tiempo, advirtió que en Europa Central la situación es diferente debido a que son naciones familiarizadas con la naturaleza del pensamiento marxista porque han tenido que convivir con él durante 40 años. “Estamos vacunados contra el wokismo, nuestra historia nos protege de la izquierda cultural”.

El jefe de gobierno húngaro ha sido duramente atacado por la Comisión Europea por haber aprobado recientemente una ley que aborda esta cuestión, ilegalizando la promoción de contenidos LGBTQ sobre temas como la reasignación de género para menores en las escuelas y los medios de comunicación, pero Orbán está convencido de que la posición húngara no está tan alejada de la de la opinión pública europea occidental. “En Europa Occidental y en Bruselas, nadie ha preguntado a la gente sobre la propaganda LGBTQ o sobre la migración”, señaló.

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Álvaro Peñas