05/10/2024 00:38
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He vivido casi tres lustros en Canarias y desde esa perspectiva temporal quisiera efectuar algunas apreciaciones.
 
A nivel personal he sido bien recibido, creo que la mayoría de canarios que he tratado me calificarán como peninsular, aunque más de uno lo habrá hecho como «godo» (que es el calificativo despectivo utilizado aquí hacia los peninsulares que no les agradan). Creo que los vínculos entre Canarias y el resto de España son muy fuertes y he constatado la cordialidad que aquí se profesa, de manera generalizada, hacia los peninsulares y, nunca, en la península, oí a nadie hablar con desprecio de esta tierra y sus gentes. 
 
Hay quien habla del nacionalismo canario, yo nunca lo he percibido. Es cierto que las particularidades de este archipiélago dotan a sus habitantes de una idiosincrasia especial, siendo su historia, la distancia y la insularidad, los factores que coadyuvan más a ello. Pienso que en el subconsciente de quienes abrazan esas utópicas ideas de independencia pesa el hecho de que dicha opción  se vería abortada, desde el primer instante, bajo el peso de la bota del rey de Marruecos. 
 
Quiero, a continuación, trazar algunas opiniones sobre ese vecino expansionista y hostil que, por su cercanía, se sienten con más intensidad en esta tierra. 
 
La historia viene de largo, porque hace 45 años que Marruecos se anexiono por la fuerza el Sáhara español. No tengo ninguna duda que les hubiese ido infinitamente mejor a la población saharaui de haber seguido vinculados a Madrid (el gran D. Fernando Paz, en Intereconomia, realizó, recientemente, un monográfico interesantisimo sobre este asunto que lo ilustra a la perfección). Las resoluciones de la ONU se ha demostrado que no sirven para nada, impera la ley de los hechos consumados (Gibraltar es otro buen ejemplo) , y si además cuentan con el endémico y pusilánime comportamiento de España en materia exterior ¡pues más fácil para los enemigos, imposible! 
 
Tradicionalmente los socialcomunistas han apoyado, más o menos, a la población saharaui libre que se vio forzada a vivir en los campos de refugiados en Argelia bajo unas condiciones de vida muy duras. Recuerdo, hace bastante tiempo, un reportaje por televisión sobre una especie de ciclos de cine y culturales para hacerles llegar un cierto apoyo a dichas poblaciones. A dichos eventos acudían algunos de los más significativos elementos de la progresia kultural española, como por ejemplo Javier Bardem (ese hipócrita que imparte «doctrina» cada vez que abre la boca), criticando la meliflua postura del gobierno español hacia el pueblo saharaui. Pues esos mismos socialcomunistas y progres que tan ardorosamente defendían su dignidad y sus derechos son ahora sus mayores traidores. 
 
Pero las ansias expansionistas marroquíes no cesan y utilizan todo tipo de espurias estrategias para conseguir sus objetivos (presión migratoria, acuerdos comerciales,  etc.). La política exterior durante la democracia ha sido un completo desastre, de sumisión absoluta y aunque la pobre calidad de los ministros de turno podría justificar este hecho, su causa principal se debe a la traición a nuestros intereses realizada por los sucesivos gobiernos. 
 
Aún hay más: observar como este malgobierno anulaba la visita,  programada recientemente, de los reyes a Ceuta y Melilla para complacer al rey de Marruecos supone un gesto de vergonzante suminision.
 
Y que decir del litigio sobre el monte submarino Tropic con importantisimos recursos minerales. El papel agresivo y expansionista de Marruecos sobre este asunto está recibiendo apoyos de peso como China (para lucrarse con dichos recursos), mientras la posición española languidece con una ministra inútil y un gobierno traidor. 

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REDACCIÓN
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