07/07/2024 00:07

Se ha armado un cierto revuelo con la pretensión de León de convertirse en la decimoctava comunidad autónoma de España, justificando tal propuesta en la realidad histórica del reino de León, argumentando más méritos históricos que los de comunidades como Rioja, Cantabria o Madrid, que fueron inventadas completando el número diecisiete, que curiosamente coincide con los Estados considerados como integrantes de la Nación española según el artículo 1º del proyecto de Constitución de la I República en 1873. Las tres comunidades autónomas citadas sustituyen a Puerto Rico, Cuba y a una de las dos Andalucías, oriental y occidental, que se reconocieron como Estados en aquel proyecto.

El argumento de haber tenido el reino de León mayor peso histórico que estas tres comunidades autónomas es incontestable. ¿Cómo puede decirse que Madrid es una comunidad autónoma del mismo territorio del que es capital? Decía Jiménez Lozano ¿Qué se puede pensar de una división territorial que donde nació el Castellano, no es de Castilla? Y ¿quién duda que Santander siempre ha sido el “Mar de Castilla”?

No seré yo quien apoye una centralización excesiva ni tampoco la desmembración de la unidad de España. Las administraciones cercanas conocen mejor y darán mejor solución a los problemas locales, pero esa actividad no es sino lo que han venido siendo las competencias de las diputaciones provinciales, cuyo desarrollo requiere disponer de presupuestos de los que ahora reciben las comunidades autónomas.

La evolución de la España que vierte sus ríos al atlántico fue diferente de la vertiente mediterránea pues al formarse el reino de Aragón permaneció el de Navarra. El reino de Oviedo, no permaneció, se trasladó a León y al fallecer Fernando I dividió sus reinos entre sus hijos dejando Castilla a Sancho y León a Alfonso, quien, pasados 7 años al morir asesinado su hermano Sancho, se convirtió en rey de León y Castilla con el nombre de Alfonso VI, y ambos reinos permanecieron en la misma corona 48 años hasta la división que llevó a cabo Alfonso VII en 1157. De la rivalidad entre León y Castilla, da testimonio el levantamiento de las catedrales de León y Burgos, iniciadas ambas en los primeros años del siglo XIII.

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Una vez que se dividieron los reinos de León y Castilla se produjo una singularidad. Los nombres de los reyes de ambos reinos, respetaron los “ordinales”. Es decir Alfonso VIII fue rey de Castilla y su primo hermano, Alfonso IX lo fue de León, pero no hubo un Alfonso VIII de León o un Alfonso IX de Castilla.

Eso no ocurrió con los otros reinos peninsulares, pues hay un Alfonso V de Aragón, un Alfonso V de Portugal y hubo un Alfonso V de Castilla. El respeto a los “ordinales” se dio en otros nombres como Fernando o Sancho. El rey Alfonso VII antes de proceder a la división entre León y Castilla, durante el cerco de Coria hizo una promesa en cuyo cumplimiento fundó el Monasterio de Santa María de Huerta, hoy en la provincia de Soria. Luego la división dio lugar a que dos sedes episcopales, Plasencia y Coria, distantes cuarenta kilómetros, se incorporan cada una a un reino, Plasencia fundada en 1189 fue del rey Alfonso VIII de Castilla y Coria reconquistada definitivamente en 1200, lo fue de Alfonso IX de León. La unidad de ambos reinos debió de valorarla la reina Leonor de Plantagenet, esposa de Alfonso VIII de Castilla, quien promovió la unión de su hija Berenguela, con el primo y rival de su marido, Alfonso IX de León, de cuyo matrimonio nació Fernando III recuperándose así la unidad de ambos reinos.

En este estado de cosas, cuando aún seguían separados los reinos de León y Castilla, se produjo en 1212 la victoriosa y definitiva batalla de las Navas de Tolosa contra los musulmanes, liderada por Alfonso VIII, y que contó con la colaboración de los reinos de Aragón, Navarra, Portugal y huestes europeas y en la que no quiso participar, significativamente, el rey de León, Alfonso IX, que mientras se libraba la batalla, se fue a cazar a “Babia”, dando origen a la muy conocida expresión aplicada a quien tiene despiste y no se entera de lo que pasa “por estar en Babia”.

Al convertirse Fernando III en rey de Castilla, trece años antes de heredar el reino de León por fallecimiento de Alfonso IX, el liderazgo de Castilla en la importante victoria de batalla de las Navas dio lugar a que el reino de Castilla fuera antepuesto al reino de León, recibiendo Fernando la denominación de “rey de Castilla y León” y no como hasta entonces se había llamado hasta Alfonso VII, “rey de León y Castilla”. Así, tras 73 años separados, volvieron a estar unidos para siempre a partir de 1230 y hasta la formación del reino de España en la edad moderna con el matrimonio de Isabel y Fernando.

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Tras la victoria en las Navas de Tolosa, la reconquista continuó con la toma del valle del Guadalquivir y en aquellos años la unidad de la corona fue compatible con el respeto a la actividad del reino de León que, por su situación geográfica, continuó su participación en la reconquista dando lugar a la fundación de los pueblos de Arroyomolinos de León, Calera de León, Cañaveral de León, Fuentes de León, Salvaleón y Segura de León, hoy en las provincias Badajoz y Huelva.

Es bueno leer la historia, y repesar todos los acontecimientos para comprender bien la realidad y no es bueno dar pasos en dirección contraria a la que forjaron los acontecimientos que dieron forma a una España rica en sus diversidades, y cuyas instituciones no deben verse constreñidas por sistemas políticos y administrativos que alejan los centros de decisión de las realidades locales.

José Luis Montero Casado de Amezúa

Autor

Jose Luis Montero Casado de Amezúa
Jose Luis Montero Casado de Amezúa
Ingeniero Agrónomo.
A lo largo de su trayectoria profesional, Montero Casado de Amezúa ha desempeñado diferentes puestos de responsabilidad en el Ministerio de Agricultura, como jefe provincial del IRYDA en Cáceres (1981-1985), subdirector general de Coordinación Institucional (2002-2004), director general de SEIASA (2012-2014) o vocal asesor en la Dirección General de Desarrollo Rural (2014-2020), entre otros.
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