24/11/2024 01:15
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Vaya por delante que ni soy profeta ni lo pretendo ser, ni hace falta serlo para ver lo que nos espera. Todos los pasos que este gobierno viene dando desde las elecciones del 10N están dirigidos a un objetivo y a un fin.

El objetivo es destruir España ¿Cómo? Destruyendo la sociedad, vulgarizándola, sometiéndola al terror mediante un continuado lavado de cerebro a través del control directo e indirecto de los medios de comunicación a costa de la Plandemia y someter, así, a toda la sociedad a la esclavitud del bozal. Sacan viejas rencillas y odios pasados. Ahogan a los autónomos y a las pequeñas y medianas empresas y las llevan a una única salida: el cierre. Ponen dificultades a las grandes empresas y hacen que los inversores extranjeros dejen de invertir en España y cierren sus negocios. Están haciendo realidad el “cuanto peor, mejor”.

Al mismo tiempo el Gobierno pacta, concierta y se ajusta con los independentistas en diversidad regiones (de Galicia a Valencia pasando por Vascongadas y Cataluña hasta Baleares) socavando día a día los fundamentos de la unidad de España y de la Constitución.

Desde el minuto uno este gobierno ha dado los pasos necesarios para acabar consiguiendo el control del legislativo y del judicial. Al mismo tiempo ha destruido los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado convirtiéndolos, a mi modo de ver, en agentes armados al servicio del Partido Único y de sus objetivos y fines. Y esto con la activa colaboración de las respectivas cúpulas policiales y militares.

Los jefes de los cuerpos y fuerzas del Partido Único lo dicen abierta y orgullosamente. Recordemos lo orgulloso que está el Jefe del Estado Mayor de la guardia civil (ya lo escribo con minúsculas) el teniente general Santiago, de su cometido represivo: la guardia civil trabaja para “minimizar el clima contrario al gobierno” (ver aquí). Recordemos lo orgulloso que está el general en jefe de la legión (ya lo escribo con minúsculas) Marcos Lago, de su cometido represivo: “ya estamos preparados para actuar de rastreadores”. En esto ha llegado a ser la legión en su centenario. Así pues los españoles ya no tenemos nada que celebrar (ver aquí). Para la represión del disidente –llamándolo asintomático- han constituido los grupos de rastreadores, es decir, los comités de vigilancia o brigadas contra la desafección.

Y el CNI también está involucrado en estas actividades represivas contra los ciudadanos, especialmente mediante el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado -CITCO- (ver aquí). Llego a la conclusión que a todos los que nos oponemos al Gobierno y al Partido Único se nos considera como terroristas.

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Por Partido Único entiendo: Podemos, PSEO, Ciudadanos y PP, y estoy tentado en incluir también a VOX dado que me estoy dando cuenta que ya no queda nada de aquel partido de La Resistencia y La Esperanza. La moción de censura podría ser una posibilidad en la cual veamos a los dirigentes de Vox abrir por fin la boca para denunciar todo lo que está pasando a cuenta de la Plandemia. Incluso para denunciar la propia Plandemia. Pero temo que ésta, mi última esperanza, sea inútil. De todas formas dejo aún la puerta abierta a la sorpresa.

Veo que la red está cada vez más tupidamente tejida en sus diversos aspectos políticos, represivos, legislativos, judiciales para someternos y perseguir cualquier disidencia.

Si estos son los objetivos ¿Cuál es el fin? Se está derribando el régimen constitucional de 1978 y se está edificando un nuevo sistema totalitario bajo un manto de apariencia democrática. Sin que los españoles se den cuenta, a no mucho tardar se despertaran en un sistema totalitario similar al de China pero adaptado a las características propias de España. Ya prácticamente está todo destruido, falta un último empujón para dar el paso definitivo. Por eso ya están lanzando la idea de que hay una tercera ola plandémica.

Con la tercera Plandemia derribarán los últimos obstáculos para alcanzar sus fines, por ejemplo: la posible resistencia de algunos sectores de la sociedad cada vez más concienciados del peligro que nos acecha. Pero para ellos está la represión pura y dura con publicidad orwelliana en todos los noticieros. Esto hará incrementar el miedo en aquellos que, pese a todo, se atrevan a pensar libremente. Otro obstáculo pudiera ser la actual dinastía reinante. Pero para liquidarla ya está el parlamento y el Partido Único. Llevan lanzando andanadas contra la dinastía reinante desde el minuto uno de entrar a gobernar. Y últimamente disparan contra ella con proyectiles de grueso calibre, justo en la línea de flotación. Y por desgracia el régimen de 1978 unió dinastía y monarquía con lo cual eliminar la dinastía supone eliminar la monarquía.

Parece ser que el propio Felipe VI puso fácil el camino de su propia destrucción cuando, supuestamente en conversación con David Jiménez, dijo: «Si una mayoría no me quiere, no tendré problema ninguno en marcharme y dedicarme a otra cosa».

¿Cómo dar a la dinastía y a la monarquía el último empujón? Muy sencillo. Encerrar otra vez en sus casas -detención domiciliaria- a todos los ciudadanos de bien. Que las policías y el ejército controlen las calles y vías de comunicación. Control de las redes sociales. Y bien pudiera ser incluso que provocasen una caída general de internet para evitar que los ciudadanos de bien se organicen y, pese a todo, salgan a la calle. Entre tanto los que sí saldrían a la calle serían los escuadrones de la porra y la gasolina del Partido Único. Mientras, en Cataluña y Vascongadas los gobiernos también  ordenarían a sus chicos de la gasolina y la pistola salir a la calle.

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Las policías y el ejército harían como que se enfrentan a las turbas revolucionarias pero en realidad –y obedeciendo sumisamente al Gobierno- dejarían que las chusmas destruyesen “a placer” con muchos gritos de ¡República!, muchas banderas tricolores y símbolos comunistas y anarquistas, enseñas independentistas y demás utillaje revolucionario.

Al poco saldría el presidente del gobierno a los medios de comunicación para decir que los disturbios son incontenibles y que el gobierno no puede ni quiere reprimir al pueblo que se manifiesta contra la Monarquía y que, claramente, pide en las calles la República. Por lo tanto, el presente gobierno proclamará la III República y se constituirá en gobierno provisional reuniendo de urgencia al parlamento, para que declare su conversión en asamblea constituyente.

Esto es lo que, desde mi punto de vista, nos espera dentro de unos meses si es que no hay nadie dispuesto a pararlo. Y en verdad que no hay nadie dispuesto. En verdad que ya no hay Hombres de Honor que amen a España y sean fieles al juramento que han dado.

Españoles, nos han abandonado, estamos solos.

Autor

Antonio R. Peña
Antonio R. Peña
Antonio Ramón Peña es católico y español. Además es doctor en Historia Moderna y Contemporánea y archivero. Colaborador en diversos medios de comunicación como Infocatolica, Infovaticana, Somatemps. Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en el Diccionario Biográfico Español. A parte de sus artículos científicos y de opinión, algunos de sus libros publicados son De Roma a Gotia: los orígenes de España, De Austrias a Borbones, Japón a la luz de la evangelización. Actualmente trabaja como profesor de instituto.