29/04/2024 19:37
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Esta es la decimosexta parte de la serie sobre el libro Largo Caballero, El tesón y la quimera, de Julio Aróstegui. Las partes anteriores están aquí. Continúa el Capítulo 9, La destrucción del proyecto de Largo Caballero (1937-1938)

¿Por qué fue elegido Negrín parta presidir el Consejo?

Aún hoy no poseemos una respuesta definitiva acerca de la razón por la que, planteada la crisis y llegado el momento de su resolución mediante un cambio de Gobierno, el elegido para presidirlo fuese Juan Negrín López y, en todo caso, por qué no lo fue Indalecio Prieto, que era el esperado por la opinión pública[56]. Sabemos que Prieto mismo llamó «inesperada» (¿sinceramente?) a la solución adoptada… La pregunta fundamental es: si los comunistas fueron en realidad los promotores de la caída de Largo Caballero, ¿qué papel desempeñaron, a su vez, en la designación de Juan Negrín?

… En la situación de la República en guerra contra los sublevados, a la vista de la situación internacional y las ayudas respectivas a unos y otros en mayo de 1937, había que gobernar inexcusablemente con los comunistas, manteniéndoles en la posición adecuada ante las instancias internacionales, pero no bajo ellos. Es decir, guardando las formas en el terreno de la política internacional, pero dejándoles [a los comunistas] dirigir la guerra. Azaña entendió perfectamente esa función para Negrín. Era, como se ha dicho con destacado acierto, «el hombre necesario»[60]. ¿Necesario para qué?

Necesario, con toda verosimilitud, como el único político del momento capaz de resolver el inmenso problema que se derivaba de que siendo la Unión Soviética el escudo de la República, y los comunistas españoles sus peones, alguien pretendiera impedirles, fuera de todo realismo, su conversión también en la espada[61]. Francisco Largo Caballero se resistió, numantina e inútilmente, a esta realidad ineluctable. Jamás descabalgó del lomo de su quimera. Él era socialista y español

Caballero se convirtió en un activo militante anticomunista, lo que, indefectiblemente, había de llevarle al enfrentamiento con el Gobierno Negrín y al recrudecimiento del que ya mantenía con todo el sector moderado del socialismo que apoyaba a este.

Es decir, Caballero era inflexible con los comunistas, mientras que Negrín tenía bien lubricada la bisagra del lumbago para hacerles reverencias a los comunistas y soviéticos.

Caballero se reincorporó a la UGT, pero también de allí le acaban echando. La UGT estuvo a punto de saltar por los aires (al final les salvó la campana del 1 de abril):

El propio Caballero da cuenta de la reincorporación a la UGT, en unas palabras que resultan claves para entender su posición desde entonces: Resuelta la crisis de mayo de 1937 tenía Largo Caballero que reintegrarse a la secretaría de la UGT. No tenía muchos deseos de hacerlo y así se lo dijo a sus compañeros de Ejecutiva y solicitó un mes de descanso.

El caso es que todo el pleito de la UGT muestra que, una vez más, el primer enemigo al que el caballerismo debía enfrentarse era, justamente, el PCE. La Ejecutiva de la UGT estaba compuesta casi en su totalidad por caballeristas. Pero dos de sus miembros habían emprendido claramente la deriva hacia posiciones procomunistas: Amaro del Rosal, que había presentado ya su dimisión, y Felipe Pretel, que permanecería en ella en posiciones cada vez más discordantes que culminaron en el mes de septiembre

… la expulsión de las catorce Federaciones por falta de pago, mientras que otras quince, que estaban en las mismas condiciones pero no habían firmado la petición del Pleno, no habían sufrido el mismo trato.

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El nuevo presidente del sindicato sería Ramón González Peña y el secretario general, José Rodríguez Vega. Como vicepresidente se eligió a Edmundo Domínguez, como secretario adjunto a Amaro del Rosal y como tesorero a Felipe Pretel.

 

Inmersos, pues, en la etapa más negra de toda la historia de la Unión General de Trabajadores de España, se sucedieron entonces las respectivas fases «nacionales» y «congresuales» de una y otra fracción. Ambas consideraron ilegal a la organización adversaria.

Una muestra de cómo se las gastaban: tras un discurso crítico, el gobierno maniobra para que Caballero no pueda volver a dar un mitin:

… el mitin que dio Largo Caballero en el cine Pardiñas de Madrid el 17 de octubre de 1937, en el que pronunció un discurso estelar, cuya importancia histórica en el contexto de todos estos infaustos acontecimientos no ofrece la menor duda. Fue el último gran discurso que Largo Caballero pronunciase en su vida, convocado por la sociedad de albañiles El Trabajo. Lo dedicó a realizar una exposición de su trayectoria y la de la UGT y una apología de esta ante sus enemigos de antes y de entonces.

constituye la más completa versión, y la más polémica, que el dirigente diese en la época acerca del gran pleito de la UGT y de otros muchos asuntos relacionados con las luchas internas en la República en guerra. Aquel largo discurso de quien se consideraba único secretario general del sindicato fue publicado y repetidamente reeditado como La UGT y la guerra[103]. Más adelante nos detendremos en su contenido, cuyo objetivo final podría reducirse a unas pocas palabras suyas: «No permitiremos que nuestro partido y nuestra UGT caigan en manos de sus naturales enemigos».

Después del mitin del 17 de octubre, el Gobierno, con una importante participación del ministro de la Gobernación, Zugazagoitia, procuró que Caballero no hablase más en público y, en principio, según veremos en su momento, lo consiguió. Aún le quedaban prohibiciones y vejaciones que vivir a causa de su combatividad en contra de quienes, según él, le habían desposeído del poder.

Sobre la infiltración comunista del PSOE:

… hubo una preocupación constante, «en grado superlativo», de la Ejecutiva, escribía literalmente Caballero, «por la actuación de los elementos comunistas» desde la crisis de mayo. Fue para luchar contra su penetración, reconocía paladinamente, por lo que se había procedido a la expulsión de algunas Federaciones utilizando un mecanismo como el del impago.

El segundo, la Memoria para el Congreso, era un extenso documento que exponía la historia del sindicalismo socialista desde 1921 con la escisión comunista y la creación por ella de la Confederación General del Trabajo Unitaria, y hablaba de las alianzas obreras y de la incorporación posterior de la CGTU a la UGT, origen de la penetración comunista en el sindicato. En realidad, nos encontramos ante un nuevo gran ataque a la política comunista en el que se recuerda que, desde poco antes de la crisis de mayo, los comunistas pretendieron ya que en la Comisión Ejecutiva de la UGT hubiese elementos de su partido: «Los incidentes ocurridos en el seno de la UGT han tenido como punto inicial la pretensión desmedida de los comunistas de apoderarse de la dirección central de la misma…».

El fin de Caballero y el ascenso de Negrín:

 

En enero de 1938 concluyó de forma definitiva el mandato de Largo Caballero como secretario general de la UGT, que había durado, con alguna mínima interrupción, veinte años. De la subsiguiente historia del sindicato socialista participó escasamente mientras duró la guerra y, posteriormente, solo volvería a tener breves contactos en 1945, en unas condiciones muy distintas.

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Es perfectamente comprobable que las fuerzas en el Gobierno iban acercándose a lo que, cada vez más, se iría conociendo como negrinismo, cuyo eje central era la política comunista contra la que tanta batalla se daría luego en el exilio.

Prieto era considerado por los caballeristas el culpable máximo y casi exclusivo de lo ocurrido entonces, apoyado siempre por la fracción socialista en cuyas manos estaba la Comisión Ejecutiva del partido, donde era pieza clave Ramón Lamoneda, autor real y mantenedor a ultranza del pacto con los comunistas. Negrín era, a lo sumo, un «cínico», como le calificó Caballero.

El silenciamiento de Caballero:

 

Entre mayo de 1937 y aproximadamente febrero de 1938, el caballerismo dio sus últimas batallas públicas como grupo, en las que el líder estuvo a la cabeza.

 

Pero la acción del Gobierno y de sus partidarios en el interior del sindicato y en los demás organismos fue laminando su influencia. Se pusieron dificultades a su actividad pública, se le arrebató el control de los periódicos, se le prohibieron mítines y, en definitiva, la propia rebelión de una parte de las Federaciones sindicales de la UGT acabó por dar considerable amplitud a un frente anticaballerista.

La campaña para reducir a Largo Caballero y los suyos al silencio fue orquestada en especial por los comunistas, a través de los resortes del poder, de la prensa y la palabra hablada, pero, desde luego, con el permanente y decisivo apoyo del socialismo oficial, es decir, de la línea prietista que controlaba la Comisión Ejecutiva del partido. Ramón Lamoneda fue su hombre fundamental.

La cuestión de la prensa adicta a la izquierda caballerista, el despojo de ella por el sector gubernamental socialista, no dejó nunca de sentirse como un poderoso revés, de forma que en la ASM se trató la necesidad de adquirir uno o varios periódicos en Madrid para superar la dificultad[139]. Si rotativos como Adelante habían sido incautados por el Gobierno, el caso de Claridad era aún más sangrante, puesto que su pérdida vino tras una disputa que acabó en los tribunales de justicia entre los propietarios pretendidos de la cabecera, Araquistáin y Baráibar, y el Consejo obrero que explotaba el periódico, donde tenía un papel directivo Amaro del Rosal. Claridad fue despojado de su condición de portavoz de la UGT en el curso del conflicto en el sindicato.

No le dejan dar mítines y después le quitan los periódicos.

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