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Hoy día todo el mundo tiene asumido que la conducta sexual es algo que forma parte de la intimidad y de la vida privada de las personas. En ese sentido, la sociedad actual y las leyes actuales están en contra de la discriminación por ese motivo, y si existe algún caso de discriminación, es algo denunciable, y esto lo entiende y lo asume todo el mundo hoy.
Pero el problema viene en no saber diferenciar el plano individual del comunitario, el privado del público, el personal del colectivo, y en definitiva, de no diferenciar entre la homosexualidad del homosexualismo. Que alguien sea homosexual o bisexual, o transexual o lo que quiera ser, es algo que forma parte de su vida íntima y personal, y en ese plano no hay nada que objetar mientras no perjudique con su comportamiento a otras personas. Pero en el plano comunitario, una sociedad con la intención de perpetuarse, no debe favorecer el homosexualismo sino a la familia tradicional formada por un hombre, y una mujer, y preferentemente con hijos, que es lo que debe promover y favorecer en todos los ámbitos a nivel social. Y esto no supone discriminar a ninguna persona por su conducta sexual sino priorizar todo lo que sea importante para la comunidad frente a lo que no lo es. Y es evidente que ayudar a las familias a que tengan hijos es importante desde un punto de vista comunitario, mientras que difundir el homosexualismo y demás conductas sexuales que son claramente contrarias a la idea de tener hijos, puesto que una pareja homosexual puede adoptar pero no tener hijos propios. Y la adopción de niños por parte de parejas homosexuales es algo muy delicado, que no debería de aprobarse sin más sino que requiere una investigación y estudio en profundidad que valores las consecuencias que ello puede tener para los niños adoptados. No ver esto supone un individualismo evidente por parte de quienes anteponen el individuo a la comunidad.
En la semana del “orgullo gay” nos dicen machaconamente todos los años que se manifiestan por sus derechos, pero la realidad es que hoy tienen los mismos derechos y ni uno menos que el resto de la sociedad. No existe hoy un solo derecho que tengan los demás y que ellos no tengan. Por tanto, bajo ese victimismo recurrente lo que se esconde en realidad es un lobby, es decir, un grupo de presión, que pretende conseguir privilegios e imponerlos a todos. Lo vemos claramente cuando los colores del arco iris del lobby LGTBI se ponen en todos los espacios públicos: Correos, ayuntamientos, medios de comunicación, partidos políticos, grandes empresas, fundaciones en busca de contratos y subvenciones, y hasta instituciones como la Guardia Civil que estos días han tuneado sus logotipos con esos colores que hacen una bandera de lo que es una conducta sexual.
Pero no acaba la cosa con imponernos su bandera a todos en todos los espacios públicos, y apoderarse de instituciones como si fueran de ellos. Conscientes de que nadie se atreve a pararles, por miedo a que te etiqueten de homofobia, transfobia y tantas fobias como letras va sumando a su acrónimo LGTBI+, algunos de estos colectivos han exigido una renta básica universal, una paguita, por el simple hecho de ser homosexual o lesbiana o transgénero o bisexual, etc…. O sea, todos ellos pero solo ellos, excluyendo a los heterosexuales, es decir, a la inmensa mayoría de la sociedad. Esta propuesta excluyente de la mayoría de la sociedad, y por tanto antisocial, ha sido firmada por una treintena de asociaciones y organizaciones de estos colectivos.
Se basan, al igual que los colectivos feministas, en el victimismo, y ello pese a que España es uno de los países pioneros en los derechos de los homosexuales, además de contar con leyes específicas de protección nacionales y autonómicas. Por lo tanto su criterio de su tendencia sexual es un criterio de exclusión de la mayoría social.
No menos absurdo y delirante es que el hembrismo también se ha introducido dentro de esos colectivos LGTBI, de manera que en esta ocasión se ha excluido a los hombres homosexuales dividiendo a ese colectivo cuando en algunos casos hablan solo de “mujeres LTB”, a las que consideran más vulnerables en base al victimismo propio de las hembristas.
En esa misma línea, también resulta jocoso que algunos de estos individuos se llamen “anticapitalistas” cuando vemos a empresas multinacionales vestir su imagen estos días con los colores del lobby LGTBI. Otro ejemplo es la multinacional Hasbro, que ha puesto a la venta “Ms. Monopoly”, un Monopoly hembrista, juego en el que las jugadoras mujeres reciben más dinero que los jugadores hombres, sólo por ser mujeres, para quienes sigan dudando si el hembrismo existe.
Progres del mundo: ¿qué se siente cuando uno se pretende “de izquierdas” pero tiene a las multinacionales de su lado?
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