Óscar Puente demuestra tener menos credibilidad que Yolanda Díaz en el Vaticano o Pilar Alegría en un colegio.
Óscar Puente, «El Cabreador». Llegó al Parlamento por los votos de sus fieles y del PSOE. Hasta ahí nada que objetar. Pero su ‘fichaje’ no fue por su valía, que nunca la ha demostrado, y muchos menos en «Pincia» donde se dejó «robar la cartera», del mismo modo que años antes él se la había robado al ínclito Francisco Javier León de la Riva. La unión de socialistas y comunistas aupó a Puente a la cabeza del Consistorio.
Llegó al ministerio por su derrota constitucional al pactar PP y VOX, él que siempre se comprometía a seguir en la ciudad del Conde Ansúrez y Eylo Alfonso: Sánchez sabía que la presente legislatura iba a ser bronca, como así está siendo; especialista en montar camorra, el PSOE pretendía ‘engorilar’ al Parlamento y ha acabado ‘engorilando’ a la ciudadanía. De hecho, y por lo que he podido comprobar en cafeterías y en la calle de la que fuera capital de España con Felipe II, su sola presencia en TV ya es motivo de mofa, cachondeo, sonrisas socarronas y lo que me reservo por educación y cortesía.
No nos ha pillado por sorpresa su actitud bronca y vocinglera. Y si alguien lo duda, no tiene más que preguntar al que fuera consejero de Presidencia de la Junta de Castilla y León: era decir dos palabras José Antonio de Santiago Juárez y al exalcalde le faltaba tiempo para salir en los medios de comunicación con insultos, improperios, chascarrillos y demás «chorrás» muy propias de él. En mi caso particular, prefiero «esconzuñar» (dormir la siesta en el lenguaje de Tierra de Campos) para estar descansado antes que escuchar a un político, sabiendo que me miente y se lo noto en la mirado, tal y como me sucede con Pedrín, alias «cum fraude».
Por cierto, con otro que casi salía a bronca diaria era con el que fuera vicepresidente de la Junta de Castilla y León y miembro de Ciudadanos, Francisco Igea, hoy procurador de base en las Cortes de la carretera de Salamanca y componente del grupo mixto junto con el «último mohicano» que representa al difunto y fundido Podemos, herederos del «gorila rojo». Hay que confesar que las legislaturas de Puente en Pucela han sido entretenidas en los medios, pero más por sus exabruptos que por la gestión diaria. Por cierto, una gestión cuya cabeza visible era Manuel Saravia, cuyo prestigio estaba y está fuera de toda duda, aunque a día de hoy no esté en la Corporación municipal. Bien es verdad que hubo hechos que estuvieron acertados, pero la ciudadanía los pone en la cesta del comunista, Manuel Saravia, no en la del todavía ministro de Transportes.
Sépase, además, que el actual ministro de Transportes no dejó una buena herencia en cuanto a movilidad en Valladolid. Desconozco si él está orgulloso de ello, pero gran parte de la ciudadanía no lo está: no dudó en poner carriles-bici en medio de los carriles normales de coches -claro atentado a la movilidad y a la seguridad circulatoria- como tampoco dudó en acorralar a los conductores en la Avenida Reyes Católicos; un carril para bicis -donde apenas se veían éstas, pero el contador lo hacía por cientos- y otro para coches haciendo que algunos días se tardara en atravesar esa avenida más de treinta minutos cuando, con sus habituales carriles, se tardaba tres minutos desde el Puente Mayor hasta el Paseo de Zorrilla.
No hablemos del carril-burra de la Avenida de Gijón, donde en días concurridos podías dormir durante la espera. Hoy, este último carril, lo ha suprimido el nuevo alcalde y la ciudadanía aplaude tal medida, como muchas otras que se han adoptado y adoptarán. Cierto es que el carril-bici del Paseo de Zorrilla está bien trazado en casi su totalidad, no sin peligrosos tramos que los encargados de viabilidad de entonces no supieron ver. Por eso, cuando me enteré de los nuevos fichajes de Puente para movilidad, me llevé las manos a la cabeza y pensé: «ahora el problema no será solo en Valladolid, parece que se extenderá a toda España.
Nunca más se supo de aquella promesa electoral del ‘engorilador del Parlamento’, según la cual se comprometía a firmar ante notario su compromiso de soterrar las vías del tren de la ciudad de la que era alcalde. Repetía y repetía que era la mejor y única forma de integrar la ciudad y romper con el corte o división que suponía en ese momento para la ciudad castellana. Allá por el año 2011, el actual ministro de Transportes firmó su compromiso de soterramiento. Y no queda ahí su promesa, sino que se comprometió ante notario a iniciar dicha obra en el primer semestre de 2012. El candidato socialista no dudó en «empeñar» su futuro político en tal promesa «para la que hay dinero y ganas». «Si soy alcalde -decía el todavía ministro, Óscar Puente, en mayo de 2011- la obra del soterramiento comenzará en Valladolid por Pilarica (barrio de Valladolid) antes del 30 de junio de 2012».
No dudó en convocar el ministro a numerosas asociaciones de vecinos: Delicias, Pilarica, Buenos Aires, San Isidro… Pretendía que ejercieran como testigos en su compromiso electoral. No renunciaba a pedir financiación a Fomento y Junta de Castilla y León, aunque dejaba caer que «lo podemos hacer con presupuesto del Ayuntamiento». ¡Joder, qué tropa!, como diría Álvaro Figueroa y Torres.
Pasado el tiempo, donde dije «digo», digo «Diego», algo muy propio de políticos de medio mandil. Y aquí llegamos. Mucho compromiso, mucho notario, mucho buscar testigos para nada. Recuerden aquello de «prometer hasta meter y, una vez metido, nada de lo prometido». Hoy como ministro lo niega todo si es para Valladolid y todo tipo de ayuda a Pucela. No sé qué le ha hecho la ciudad castellana para que acumule tanto odio, venganza y visceralidad contra ella. Se ha empecinado en que no es viable, ni posible, ni factible. Y de ahí no hay quién lo saque. No tardando puede llevarse una sorpresa morrocotuda, aunque tal vez ya haya dejado de ser ministro. Al tiempo.
Parece que la ciudadanía vallisoletana está muy harta de este personaje. No hay cosa peor que prometer, sabiendo que se miente y falsea, y mucho peor si se hace con mala fe para obtener algo. Cuando hizo la promesa del soterramiento no era alcalde. Lo ha sido varios años y aquí seguimos sin dicho soterramiento.
Razón llevaba mi amigo socialista cuando decía que «hoy los vallisoletanos son más felices con Puente y Delgado en Madrid». ¿Por qué será? Y yo con estos pelos en pleno domingo de Resurrección. Ambos ministros tienen menos credibilidad que Yolanda Díez en el Vaticano o Pilar Alegría (Pilar Juergas) en un centro educativo.
Ahora, y siempre según los medios, el titular del ministerio anhela la represión a la ciudadanía que lo critique. ¡No le gusta que le llamen feo, con lo bonito que es! Pues eso, con su pan se lo coma. No olviden que «arrieros somos…». Siempre se cumple, doy fe. Al tiempo.
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