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Un busto del afamado cronista de la primera vuelta al mundo llegó recientemente a Punta Arenas, ciudad chilena que domina el estrecho de Magallanes. Noble y aventurero, de su pluma salió la narración más recordada de aquella epopeya a la que sobrevivió junto a 17 hombres más capitaneados por el marino español Juan Sebastián de Elcano.

Antonio de Pigafetta no era marinero, ni mucho menos piloto o maestre, tampoco calafate, tonelero, despensero, carpintero, piloto, maestre, lombardero, barbero, herrero, clérigo, escribano…, pero quiso formar parte de la Armada de la Especiería o del Maluco que se hizo a la mar en Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519.

Era el italiano nacido en Vicenza un noble de elevada educación, con ganas de viajar y de vivir en sus carnes la aventura oceánica. La ocasión se le presentó con motivo de su estancia en España a partir de 1518 para acompañar al nuncio de su Santidad, Francesco Chiericati. Se organizaban entonces los preparativos para la empresa de Magallanes, así que no lo pensó demasiado y se enroló para ver mundo y, como él mismo dejó escrito: “para hacerme un nombre que llegase a la posteridad”. Eran tiempos aquellos en los que el anhelo de fama y gloria estaban muy presentes y alimentaban el espíritu de los hombres para acometer las más altas empresas y asumir los más inimaginables peligros.

Foto de Víctor Silva-Armada de Chile.

Presentó sus credenciales y, como no tenía cometido específico a bordo, lo hizo como sobresaliente, como uno más de los hombres de armas por si la ocasión lo requería. Sí que tenía un sueldo asignado, al contrario de lo que se suele pensar y decir, pues fue el primero en cobrar al regresar con vida a España tres años después. Tomás Mazón, autor de la obra de referencia “Elcano, viaje a la historia”, me aclara la cantidad que percibió Pigafetta (89.250 maravedíes por su sueldo y por el clavo que pudo acarrear y canjear al volver).

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Hombre inquieto y de ágil pluma, admiró sobremanera a Magallanes, documentando y narrando con emoción mucho de lo que veía y acontecía en aquellos tres años de penurias, hambre, muertes y hallazgos. Digo mucho porque no lo contó todo, ya que obvió el importantísimo papel de Juan Sebastián de Elcano al mando de la nao Victoria y su tremenda gesta de retornar a España surcando el océano Índico lejos de la costa para no ser avistados por los portugueses, rodear el cabo de las Tormentas y ascender bordeando la costa africana para, al menos, que 18 de los más de 240 hombres que habían partido -entre ellos Pigafetta- lograsen sobrevivir.

Está claro que el italiano no tenía en gran estima ni consideración al guipuzcoano, si no, no se entiende ese olvido intencionado. No le cita ni una sola vez en toda su crónica.

En cualquier caso, Antonio de Pigafetta tendrá su busto en Punta Arenas y a un servidor le parece muy bien. Leer su crónica, sus descripciones y pasajes sigue emocionando sobremanera hoy en día: Todos lloramos de alegría escribió para describir el hallazgo del anhelado paso entre ambos oceános; o, ese momento dramático de la separación de las naos Trinidad y Victoria por la avería de la primera en Tidore, y que él nos narró así: “Entonces, los barcos se despidieron con una descarga recíproca de artillería; los nuestros nos siguieron en su chalupa tan lejos como pudieron, y nos separamos, al fin, llorando.”

El comandante en jefe de la Tercera Zona Naval, contraalmirante Leonardo Chávez Alvear, fue el encargado de recibir el busto del cronista, destacando la importancia de su papel en la expedición por sus escritos, la primera relación de aquellas latitudes y de la vuelta al mundo.

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Trasladado desde Valparaíso por el buque escuela “Esmeralda”, la escultura es un regalo donado por el ayuntamiento de Vicenza (Italia), la Asociación “Pigafetta 500”, la Asociación de “Vénetos en el mundo” y el Consulado honorario en Punta Arenas, representando una parte del monumento que se puede ver en la ciudad italiana.

Foto de Víctor Silva-Armada de Chile.

A la magnífica estatua de Magallanes que preside desde hace un siglo la plaza Muñoz Gamero de Punta Arenas, se sumará ahora el busto del aventurero cronista de origen transalpino. ¿Y Elcano? Falta Elcano, sin duda. ¿Alguien ha pensado en donar un busto suyo? Ojalá en el futuro se tenga más en cuenta a quien logró dar la vuelta al mundo al mando de la nao Victoria y, precisamente, llevar a Pigafetta sano y salvo a España tres años después de su partida…

Daniel Arveras es periodista y escritor. Autor del libro “Conquistadores olvidados”, publicado por SND Editores.

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