17/05/2024 04:47
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Eso del aggiornamento nunca tuvo tanta vitalidad, nunca había llegado a tanto, pero no deja de ser lógico y esperado su éxito. La vergonzosa, peligrosa y humillante (claro, no para sus promotores) adaptación de la Iglesia al mundo (como si nunca hubiera servido al mundo, a los hombres, o a la Creación toda), consigue hoy la más peligrosa y penetrante eficacia.

¡Oh qué feliz modernización! Estaba la Iglesia tan envejecida, tan caduca, tan mortecina y envilecida, que su única salvación estaba en salir de sí misma y adaptarse al mundo. Qué feliz y penetrante observación, qué lucidez la de sus promotores: la adaptación a todas las falacias modernistas contra la que tantos papas inmovilistas habían luchado. Por fin lo hemos entendido, así: viva la también renovada JMJ.

Ahora, la salvación de las almas, el dogma, la liturgia, el mensaje trascendente y comprometido… parecen un tema secundario, en realidad lo importante, parece ser, la superación del conservador y rígido Concilio de Trento, y algún otro posterior, pero sin solución de continuidad con el vetusto de Trento.

Un arma fundamental para este cambio del tradicional paradigma, está en la introducción en las aulas vaticanas del materialismo más soez, con todos sus derivados; en los desnaturalizados mensajes al mundo de la (como diría un caro y respetado amigo mío) no tan Santa Sede. Dispersar la semilla del escepticismo y el relativismo más amoroso y actualizado entre los fieles. El compromiso con la verdad (absoluta, no hay otra) resulta peligroso.

El dogma transmitido antes del famoso Concilio Vaticano II (que tal parece que es el concilio por excelencia) está bien, no es necesario tocarlo (muy condescendientes). Las maneras litúrgicas están bien, toda la tradición está bien, pero… El triunfo de las nuevas ideas no está en renegar de la herencia, su éxito para la modernización de la vieja Iglesia (ingenuo yo, siempre había creído que solamente había una Iglesia, enriquecida por sus sabios y teólogos en un proceso histórico), está en ese pero. Listillos sí fueron, e inventaron un concilio pastoral, porque ahí, en la práctica cotidiana de la religión estará escondida la sutil treta de la transformación de lo esencial, al fin, lo esencial vive y es protegido y engrandecido por lo accesorio.

El canon de la liturgia es como indicó la tradición, pero, si un obispo, párroco o monaguillo tiene una feliz ocurrencia, sea, no importa, se añade o modifica sin empacho. Los hábitos que distinguen a los religiosos están bien, pero mejor se los quitamos, así parecerán más integrados en el mundo, serán más del mundo. La disposición del sagrario es correcta según lo indica la tradición, pero si queda más bonito en otro lugar, pues allí lo pongo, no tiene importancia. Y la manera de recibir la sagrada (bueno, antes era sagrada) comunión, queda, por supuesto, al libérrimo criterio de quien la recibe, no importa.

Y llegamos a la Agenda 2030 de Lisboa, perdón, a la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa 2023 (estoy envejeciendo, perdonen), de las nuevas juventudes católicas, las verdaderamente libres y progresistas, más ecológicas y pacíficas sin duda que las de antes.

Les invito a leer la página oficial de la próxima JMJ (https://lisboa2023.org/es/), repito, oficial; estoy seguro que aún el menos avisado lector, encontrará la trampa entre las bonitas palabras tan al uso; de esta página dijo un sacerdote que parecía sacada de una película o novela de terror, y no le quito razón, es la mejor manifestación de las hoy tan socorridas y de moda distopías peliculeras, tránsito a una tiranía global de las ideas y de las almas.

Una revolución sutil, magnánima, la mejor arropada de la historia humana y pastoral por una aparente sensibilidad, justicia y progreso, integradora e igualitaria ella.

Por eso, la lucha esencial está en el campo de la cultura, de la inteligencia, de los términos; debemos evidenciar la falsificación de la historia, de las palabras, de la verdad y la bondad, tan a la moda, ese falaz lenguaje que, como una nueva epifanía, lo envuelve todo, lo domina todo, y augura una feliz sociedad homogénea, definitiva.

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Tal parece que no nos queda ya ni la Iglesia, antiguo solaz de las almas confusas y atribuladas; ya ni ella da respuesta veraz, sentenciosa, ya no da consuelo verdadero y seguro como antaño. El feliz aggiornamento ha llegado. Veremos

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