21/11/2024 14:54
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La sociedad del siglo XXI está basada, sin duda, en el más puro materialismo. Lo espiritual ha quedado alejado de un grupo de personas que únicamente piensan en el consumo. Si hay que gastar, a gastar; si hay que ahorrar, que sea para poder gastar más a gusto después. Bien es cierto que los sueldos son tan miserables que formar una familia o comprarse una casa es quimérico muchas veces entre los jóvenes, pero la actitud consumista ayuda bien poco. Esta mezcla explosiva lleva a España a hundirse y a presentar unas tasas de natalidad que hacen historia de la mala.

En este escenario, apareció ese extraño y ridículo día, como siempre a final de noviembre, llamado Black Friday. Como el sistema capitalista llamaba a comprar, la turbas enloquecidas se lanzaron a las calles para hacerse con utensilios de todo tipo que en absoluto necesitaban pero que, al menos, tenían un 25% de descuento. Esa ceguera provocada por el movimiento del marketing terminaba con colas kilométricas a la entrada y a la salida de los grandes almacenes y centenares de personas que no se preguntaban si, realmente, era imperioso participar en el Viernes Negro (o Viernes de Color, que habría que decir ahora).

¿Por qué? Porque hay que comprar. No hay otra explicación: hay que comprar. Desde luego, a nadie se le vino a la mente la famosa frase de Sócrates cuando paseaba por los mercados de Atenas. “Cuántas cosas hay que no necesito”, musitaba el filósofo. Pues bien, esa concepción de la vida, de replantearse que lo material es efímero, que es polvo, y que no llena, son bien pocos los que la tienen. De hecho, quienes llenaban los centros comerciales, seguramente, no tuvieron ni tiempo ni siquiera de plantearse la cuestión porque estaban agarrando una televisión nueva. Y, lógicamente, no llegarían luego a fin de mes.

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Tan triste como hipócrita es esta situación. Mientras el pequeño comercio agoniza y las pequeñas empresas sobreviven a duras penas sin saber cuándo será el último día que abrirán la persiana, esos demócratas convencidos, defensores (de boquilla) de los derechos y la libertad, se vuelven esclavos del capitalismo. Los hay votantes de todos los partidos, sin excepción; todos ellos servidores de las más grandes compañías que, meses atrás, comienzan sus artimañas subiendo los precios para bajarlos el último viernes de noviembre. Es el triunfo de los multimillonarios frente a los humildes trabajadores.

Da pena ver cómo tan pocos entienden la belleza de llevar una vida austera, de ver lo material como un medio y nunca como un fin. De llenarse con lo que alimenta el espíritu y no con lo que ocupa espacio, vacía el bolsillo y termina consumiendo el alma. Ahora que se acerca la Navidad, que se ha entrado ya en el Adviento, es un buen momento para recordar que los únicos tesoros que merece la pena acumular están en el Cielo.

Autor

Luis Maria Palomar
Luis Maria Palomar
Joven periodista zaragozano nacido en 1996 y profesional desde 2019.

Defensor de lo bueno, lo bello y lo justo; de Dios y de la auténtica España.

Solo la verdad puede hacer libre a la persona, y para ello escribo.

No te preocupes por el mañana, que mañana seguirá reinando Dios.