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A veces, en tono jocoso, cuando me preguntan por la LMD, hija evolutiva de la LMH, y su evidente amenaza a la libertad de expresión, de investigación, de cátedra… apostillo que si no me dejan escribir sobre Franco y su régimen, me tendré que dedicar a otros temas. Y mira que hay campo.

De siempre me ha interesado lo que sucedió en la zona frentepopulista, que no republicana, a partir del 18/20 de julio de 1936. Desde el presente resulta evidente que la democracia liberal dejó de existir formal e institucionalmente en esos días. Solo quedó, en la mala llamada zona republicana (en puridad las dos lo eran), el Frente Popular. El régimen democrático quedó subvertido cuando el poder del gobierno era compartido con el poder de los comités locales de los partidos de izquierda.

Entre el 18 y el 20 de julio de 1936 estalló en la zona frente populista la revolución, o, mejor dicho, varias revoluciones.

Detengámonos en una de ellas: en julio de 1936 los anarquistas, la CNT y la FAI, se alzaron para hacer la guerra y hacer la revolución que debía conducir al triunfo del comunismo libertario. Aunque habían apoyado al Frente Popular por la promesa de la libertad para los presos de octubre, la luna de miel de los anarquistas con los republicanos burgueses de Azaña y los socialistas duró poco.

Es obvio, pero a día de hoy es necesario recordar que los anarquistas no creían en la democracia liberal; su programa, para ser sintéticos, pasaba por acabar con la propiedad privada y con el Estado. La II República era, para ellos, un régimen burgués a derrocar por la fuerza. Y lo intentaron, al menos parcialmente y de forma dispersa en 1932 y 1933. Llegaron a proclamar el comunismo libertario en el Alto Llobregat y Azaña, ni corto ni perezoso, envió tropas del Ejército de África para reprimirlos.

Volvieron a la gimnasia revolucionaria con la huelga en la construcción de junio de 1936 en la que el gobierno del Frente Popular detuvo y encarceló a uno de sus principales dirigentes, Cipriano Mera. En julio de 1936 aprovecharon la rebelión militar para iniciar una nueva revolución en retaguardia allá donde tenían fuerza (Cataluña, Aragón o Levante).

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Se distinguieron en la represión y en la persecución religiosa (pero no más que otros) y colectivizaron tierras y empresas. Sus colectivizaciones de tierras acabaron, por más que una literatura mitificante se empeñe, en un desastre, incapaces de asegurar la producción lo que llevó al hambre a la zona republicana (frentepopulista). Fue el naufragio del sueño del comunismo libertario, aunque varios dirigentes llegaran a ser ministros en 1936 de la mano de Largo Caballero.

A tiempo pasado la propaganda socialista y/o comunista procuró endosar la represión ejercida por el Frente Popular a los anarquistas para blanquear su pasado.

Sus columnas de milicianos fueron poco efectivas, pero fundamentales al principio de la guerra. La columna Durruti, compuesta por inicialmente por unos 3.000 hombres conseguiría asegurar el poder anarquista en parte de Aragon, pero es posible que superara en su avance los 6.000, no llegarían estas fuerzas a Madrid hasta noviembre del 36. Nadie ha conseguido explicar ni la baja recluta anarquista, ni que Durruti marchara a la defensa de Madrid con unos 1.500 hombres.

El otro núcleo bélico anarquista estaría en Madrid y tendría como jefe a Cipriano Mera. Lo que no sospechaban los anarquistas es que durante la guerra no solo les disparaían desde las líneas de Franco.

El impulso bélico anarquista pronto quedó superado por la pujanza del gran centro de Reclutamiento y formación de unidades disciplinadas que fue el Quinto Regimiento de obediencia y control comunista. Como unidad anarquista  realmente solo quedaría en 1937 la 14 División de Cipriano Mera y, solo parcialmente la 26.

No percibieron que no solo les iban a disparar los de enfrente sino también desde atrás como le sucedió a los hombres de la 26 en las luchas internas de 1937. Aún no sabemos a ciencia cierta cuántos trotskistas y anarquistas dejaron la vida a manos de socialistas y comunistas.

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No solo eso, en las últimas semanas de la guerra Cipriano Mera decidió apoyar el golpe de Casado para derribar de forma definitiva a Negrín, acabar con el control comunista y pactar con Franco. Con su IV Cuerpo de Ejército salvó a Casado en la última mini guerra civil de la zona republicana. Naturalmente quedó sentenciado por los comunistas.

El poderoso movimiento anarquista naufragó en la guerra para cerrar página en la historia.

El albañil que llegó a alto grado del ejército, Cipriano Mera, consiguió en 1939 llegar a Orán para acabar en el Marruecos francés donde en 1942 fue extraditado a España. Sometido a Consejo de Guerra fue condenado a muerte en 1943. Franco le conmutó inmediatamente la sentencia a la inferior (30 años), con los sucesivos indultos salió de la cárcel en 1946, tras cumplir menos de 3 años. Pese a no tener acusaciones pendientes se exilió a Francia (sus amigos culparon al PCE de ello al denunciar que Mera había llegado de España para actividades anarquistas), donde siguió trabajando de albañil hasta su muerte a diferencia de los dirigentes comunistas o socialistas. Curiosamente Negrín nunca le ascendió a General y mandó las unidades como Teniente Coronel, procurando, eso sí, que brillaran lo menos posible. Pero esto es ya otra historia.

Autor

Francisco Torres