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Si preguntáramos a los españoles por los cortejos fúnebres más famosos de la historia de España, quienes fueran capaces de señalar alguno, señalarían el de la Reina Juana I de Castilla, apodada cruelmente la Loca. En realidad, no se refieren al suyo, aunque fuera la protagonista, sino al de su marido, Felipe el Hermoso, a quien tuvo varios meses entre Burgos y Tordesillas. Después sería aún despachado a Granada, donde posteriormente se le unirían los restos mortales de la propia Juana. La historia, un tanto truculenta, tiene esta representación pictórica que habremos visto en alguna revista de historia. 

Inicialmente, Felipe, muerto en el año 1506, fue enterrado en la Cartuja de Miraflores, Burgos. Juana mandó sacar dos veces al Hermoso de la caja, para comprobar que estaba allí. Es una leyenda que lo hacía a menudo, como si no fuera suficiente dos veces. Felipe había dejado en el testamento que quería que lo enterraran en Granada, así que Juana lo sacó de la cartuja en un descuido de sus vigilantes, entre ellos el inigualable Cisneros, e inició el camino en Diciembre. Tenían que abandonar Burgos por la peste, pero no quería separase de él por temor a que los flamencos se lo llevaran. La primera parada fue Cabia. La segunda Torquemada, donde se puso de parto y estuvo hasta marzo. Después Hornillos, después Tórtoles, y estamos a final de agosto, después vuelven atrás hasta Arcos, cerca de Burgos, donde está nueve meses. En febrero del año siguiente, su padre el rey Fernando la obliga a ir a Tordesillas; de hecho la lleva a la fuerza. Juana no se separará de su Felipe hasta que en 1516 lo envíen a Granada. Juana murió en 1555 y se le uniría en 1574. La elección de Granada se debe a que Isabel la Católica, había ya ordenado que la enteraran allí, para sellar de ese modo la conquista de la ciudad. Recuerda al caso del rey San Fernando, enterrado en Sevilla, la ciudad que conquistó. «Quiero y mando que si falleciera fuera de la ciudad de Granada, que sin tardanza lleven mi cuerpo entero como estuviera a la ciudad de Granada», dejó escrito en su testamento la reina.

Y este es otro de nuestros grandes cortejos fúnebres. El cuerpo de Isabel permaneció expuesto durante una jornada en el Palacio Real de Medina del Campo en que falleció 26 de noviembre de 1504, y al día siguiente se emprendió la travesía hacia Granada. «Y quiero y mando que mi cuerpo sea sepultado en el monasterio de San Francisco, que está en la Alhambra de la ciudad de Granada». El cortejo estaba formado por unas 200 personas, incluyendo no solo nobles, guardias, clérigos o músicos, sino también aposentadores y cocineros. Sale de Medina despedida por toda la ciudad bajo un intenso aguacero. Llovió mucho e hizo un tiempo muy desapacible durante el camino. «Ni el sol ni la luna fueron vistos en todo este tormentoso y póstumo entierro… y sin embargo ninguno quiso abandonar», escribe Pedro Mártir de Anglería, Cronista Oficial y participante en el cortejo.

El cortejo pasó por Arévalo, donde vivió de niña, por Cebreros, por los Toros de Guisando, donde pactó con su hermano la sucesión del reino. Paró en Toledo, donde los Reyes Católicos habían fundado el Monasterio de San Juan de los Reyes. Orgaz, Los Yébenes, Manzanares, Viso del Marqués, Linares, Mengíbar, Jaén, Alcalá la Real… En Mengíbar el Guadalquivir iba crecido como nunca y varios caballos, mulos y carretas fueron arrastrados por las aguas, pero ninguna persona. En diciembre de 1504 llegó el féretro a Granada, que se vistió toda de luto. Desde la puerta de Elvira el cortejo subió a la Alhambra, y llega el Monasterio de San Francisco, donde fue enterrada la reina el 18 de diciembre. Ordenó que si el rey, su señor eligiera ser sepultado en otro sitio su cuerpo fuera trasladado allí. El rey Fernando eligió ser enterrado en el mismo Monasterio de San Francisco, pero el 10 de noviembre de 1521 fueron trasladados por orden de su nieto, el Emperador Carlos V, a la Capilla Real de la catedral de Granada.

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Estos cortejos fúnebres no eran algo inhabitual entonces. El Quijote describe uno, en el capítulo XIX de la primera parte, que se dice está inspirado en el traslado de San Juan de Ávila desde Úbeda, donde murió, hasta Segovia. Controvertido, porque los locales querían quedarse con el santo… y con la limosna y negocio que traían las peregrinaciones a la tumba de los grandes santos. Y con esto llegamos al último cortejo fúnebre de gran recorrido, que no es otro que el traslado de José Antonio a hombros de sus camaradas falangistas.

Fue decidido por Ramón Serrano Suñer -amigo suyo pero no falangista-, Dionisio Ridruejo, el conde de Mayalde y Miguel Primo de Rivera. La propuesta partió probablemente de Ridruejo, poeta entonces fascista, fascinado por José Antonio, y a cuya corte literaria pertenecía. Serrano Suñer era entonces el segundo hombre del régimen y se supone que lo consultaría con Franco, quien no puso ninguna objeción. Diseñan un cortejo fúnebre siguiendo un ritual católico y fascista que llevaría los restos mortales de Jose Antonio desde el nicho de Alicante, donde fueron depositados tras la exhumación de la fosa común, hasta el Monasterio del Escorial.

Hacen un plan detallado y exhaustivo para que el 20 de noviembre, tercer aniversario de su fusilamiento, llegue José Antonio a su nuevo lugar de descanso. Calculan el tiempo que pueden tardar y las correspondientes etapas. Aunque el plan era llegar al Escorial el 20 de noviembre, al comienzo los camaradas van un paso más rápido del estimado y cuando llevan dos días tienen que aminorar el paso porque las etapas se van alcanzando antes de lo previsto. Hay muchas fotos, incluso un documental del cortejo, de título ¡Presente!, guardado en el archivo de RTVE y accesible mediante internet:

 

 

 La marcha fúnebre de Sigfrido pone música a este documental sobre el cortejo fúnebre de José Antonio

 

El cortejo estaba formado de la siguiente manera. Primero iba una Cruz procesional, portada por eclesiásticos; participó incluso algún obispo del sitio por donde pasaba. Tras ella iba la Cruz de las Navas de Tolosa con otro grupo de eclesiásticos. A continuación, los restos mortales de José Antonio en un féretro que pesaba más de 300 kg. Lo portaban 12 falangistas en andas, 3 más 3 adelante y los mismos atrás. Pesaba tanto que al poco tiempo cambian a unas andas más largas, para que además pudieran participar más portadores.

Es el mes de noviembre y hace frío por las noches, durante las que se seguía caminando. El cortejo no se detenía. A los lados del féretro de José Antonio iba una escolta armada formada por otros doce camaradas con las armas a la funerala; es decir, apuntando al suelo. Detrás del féretro iba un Jefe Provincial de la Falange con un grupo de falangistas. Cada diez kilómetros había un relevo oficial. Teniendo en cuenta de que de Alicante al Escorial hay aproximadamente 450 km, esto hace unos 45 relevos; un número muy parecido al de las provincias. Por ejemplo, la Falange de Granada portaba el féretro durante 10 km y se lo entregaba la Falange de Córdoba. Y así de un tramo a otro.

Detrás del féretro iba el relevo de determinada provincia, con sus máximas jerarquías y los camaradas, que hacían relevos parciales. Los portadores no hacían los diez km, para permitir a la máxima cantidad posible de falangistas tener el honor de llevar a José Antonio a sus hombros, que era el mayor honor que podía tener un falangista. Por eso se hacían relevos parciales, sin parar, hasta llegar a los 10 kilómetros, cuando se detenía el cortejo y el Jefe provincial del tramo andado lo entregaba al del nuevo tramo. Quien entregaba los restos mortales gritaba: ¡José Antonio! y el que los recogía respondía ¡PRESENTE! Se hacía un relevo completo y se reanudaba la marcha.

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En ese momento se firmaba un documento del que existen algunos originales. Simplemente se declaraba que en el kilómetro x de la carretera de Alicante-Madrid la Falange de tal provincia hacía entrega del cuerpo de José Antonio a la Falange de otra tal provincia. En cada punto de relevo se ponía un gran pilote, un monumento de mármol de la altura de un hombre, de unos 2 metros aproximadamente, con un yugo y las flechas grabado y con unas inscripción en que se indicaba eso mismo: aquí la Falange de tal provincia entregó a la Falange de otra tal provincia el cuerpo de José Antonio. Las Falanges de las provincias del camino fueron las que proporcionaron más voluntarios, naturalmente. Muchos relevos se hicieron con camaradas de Cuenca y de Albacete. No se podía esperar que la Falange de Tenerife enviara decenas de voluntarios.

Quedan algunos monolitos en los puntos de parada, aunque la mayoría han desaparecido. El primer monolito, como no podía ser de otra manera, estaba justo en la puerta de la cárcel de Alicante donde fue fusilado. Hay que tener en cuenta que estaban en las cunetas y la mayoría de las carreteras han sido ampliadas. Hasta entonces, los monolitos seguían estando en su sitio. Hay algunos dentro de los pueblos, cuando tocaba allí el relevo, por ejemplo, en Aranjuez, en Almansa, en Ocaña. En la actualidad están pintarrajeados; no hace falta decirlo: por los herederos políticos de quienes fusilaron a José Antonio.

La comitiva llega a Madrid, donde los relevos los efectúa el ejército. Participan las tres armas, Tierra, Marina Aire. El cuerpo de José Antonio cruza Madrid llevado por militares. Cuando el féretro llega a lo que ahora es el Ministerio del Aire, donde antes estaba la cárcel Modelo de Madrid, lo recoge el SEU, el querido SEU de José Antonio, al mando de José Miguel Guitarte. Llegan hasta El Escorial de un tirón. Allí está presente el General Franco, como Jefe del Estado, cosa que no ocurre en el siguiente traslado, al Valle de los Caídos. Hay representaciones de la Alemania nacionalsocialista, es noviembre del 1939; también de la Italia fascista y de Portugal. A José Antonio se le entierra justo a los pies del Altar Mayor de la basílica, con el consiguiente cabreo de los monárquicos españoles, que se quejan de que, estando enterrados en El Escorial los Reyes de España, no era el sitio para JA. Especialmente, porque estaba enterrado en un sitio de absoluta preeminencia sobre los Reyes de España.

Posteriormente, sería trasladado en otro cortejo fúnebre a la Basílica del Valle de los Caídos, pero ese es otro cortejo. Esperemos, aunque dudamos, que haya sido su último cortejo fúnebre.

Créditos: La descripción del cortejo fúnebre de José Antonio transcribe la lección magistral de Juan Manuel Cepeda en su programa Historia Desconocida de la Falange.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés