20/09/2024 07:23
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Imagino que la mayoría de lectores de este gran medio de comunicación siempre habrán disfrutado del agua corriente en sus casas. En mi caso no fue así, recuerdo, perfectamente, cuando abrieron todas las calles del pueblo, donde nací, para instalar las canalizaciones del agua potable y los desagües. 
 
La vorágine tecnológica y digital favorece que aquellos pretéritos hechos formen parte casi de la prehistoria, porque recordar que ese tipo de servicios no eran universales en España, hace 10 lustros, se considera hoy cuasi ciencia ficción. 
 
No soy una persona especialmente nostálgica, más bien mi intención, con esta serie de Cartas sobre mis recuerdos, que inicio hoy, es dar visibilidad a una realidad de no hace tanto con una perspectiva histórica. 
 
Recuerdo que mi hermano pequeño y yo íbamos a la fuente del pueblo con unos pozales (uno de color amarillo y otro verde) para llevar agua a casa, y mi Madre los volcaba en un cocio de barro o arcilla cocida (es como una tinaja grande con una capacidad de unos 250 litros, con una base relativamente estrecha que se iba ensanchando para disminuir a la altura de la boca). 
 
Creo que tendría alrededor de 8 o 9 añicos cuando pusieron el agua, y aquello supuso un avance, en calidad de vida, tremendo. Junto al agua corriente mis Padres complementaron la instalación adquiriendo un calentador de gas butano para disponer de agua caliente. Antes de disfrutar de esos beneficios yo ya los conocía tanto en nuestra vivienda de Valencia, cuando nos trasladamos a vivir allí en el año 70, como en la Universidad Laboral de Cheste donde estudié los tres últimos cursos de la E.G B. en régimen de internado, y después los 5 cursos de FP II (lo que antiguamente se llamaba Maestría Industrial). A quienes estábamos internos, aproximadamente unos 5.500 alumnos procedentes de todos los lugares de España, además de la educación, el alojamiento y la comida nos proporcionaban el vestuario deportivo. Las instalaciones eran de primer nivel y recuerdo especialmente al excelente, y muy humano, Tutor durante esos tres años de internado, creo que se llamaba D. Ángel Pérez, y al profesor de Matemáticas, D. José Poyatos, quien a pesar de no ser, precisamente, uno de sus alumnos más brillantes le debo la mayor parte de mis conocimientos en dicha materia. 
 
Con esto del agua corriente me ha venido al recuerdo un episodio de Vicky el vikingo, esa estupenda serie de dibujos animados alemana de los años 70, que veía de pequeño en la televisión y que luego pudimos adquirir,, en formato VHS, para disfrutar con nuestros Hijos. En un episodio los intrépidos vikingos llegan a las costas de América, y son recibidos por los nativos con flechas que lejos de ser mortales llevaban en la punta comida y ofrendas. Perturbados por el recibimiento, y por la amabilidad de los nativos, ocultaron sus siempre expansivos y belicosos afanes para dejar una huella positiva entre población tan cordial. Como siempre, Vicky tuvo la idea de canalizar el agua del cercano río para que en todas las cabañas del poblado dispusieran de ese gran servicio. 
 
Afirmo que durante el régimen del General Franco, su Administración, a través de la Diputación Provincial u organismo similar de los de entonces, en colaboración con las aportaciones de los vecinos consiguieron la materialización de ese servicio tan beneficioso y útil. 
 
Que este tipo de actuaciones si son progresismo del de verdad (el aumento en calidad de vida que supuso la instalación del agua potable y el alcantarillado fue tremendo), e igualmente afirmo, con total rotundidad, que la redistribución de los impuestos, en aquella época, era infinitamente más honrada y menos esquilmadora que ahora. Los fines de los mismos si iban en beneficio de los españoles y no sólo «de los de la cuerda». Y, por último, mi más sincero reconocimiento sobre la más que notable educación recibida en Cheste (Valencia) en los ocho años que estudié allí, y la ayuda que ello supuso para mis Padres, otro beneficio social de los de verdad. 
 
Ahora que va a ser subversivo, y castigado penalmente, contar cosas positivas del régimen del General Franco quiero dejar constancia de que esa visión maniquea de buenos y malos que se pretende imponer sobre aquella época es una falacia como un templo (no se puede esperar otra cosa de la pandilla de mentirosos compulsivos que forman este malgobierno).

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REDACCIÓN