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(Cualquier parecido con la realidad puede ser pura ficción)
Juan Pereda estaba muy intranquilo. Tras un largo confinamiento para evitar la transmisibilidad de virus “xp24” empezó a analizar frenéticamente datos. Se encontró en un momento dado de su investigación con que tras la reunión del Club de Ritama allá por los años sesenta del siglo pasado, dos de los protagonistas principales de ese club habían manifestado que se podía condicionar las variables operatorias que formaban el medio ambiente de las sociedades para que éstas se encaminaran hacia un fin determinado. El factor determinante para establecer ese paradigma de manipulación ejercida sobre las poblaciones en general era que los sujetos se movían gregariamente en sus planteamientos y visiones particulares, es decir, que era fácilmente posible conducir la forma de interpretar subjetiva hacia una objetividad prefabricada. Había para ello que modificar los elementos que conformaban la cultura de las sociedades, romper estas y generar una visión hegemónica y homogénea. Para ello había varias herramientas, el cine, las series televisivas, internet, las redes sociales, la escuela como elemento básico para conformar cognitivamente a las nuevas generaciones con unos esquemas en forma de molde mental y la propaganda institucionalizada.
Uno de los científicos convocados, que partía del paradigma de que el hombre es un ser idéntico al resto de la escala animal cuya conducta está compuesta de unos factores determinantes con una componente operatoria entre estímulos y respuestas con la inclusión de la variable recompensa a determinadas reacciones, consideraba que si se modificaba el marco envolvente y se introducían variables de condicionamiento emocional se podría llevar al universo de las personas hacia comportamientos programados. Para producir la aceptación del resto de los agentes intervinientes en el inicio de ese proceso el citado científico negaba que el hombre fuera persona, dotada de dignidad y adornada de atributos específicamente propios más allá de su condición animal.
En su reunión el Club llegó a la conclusión de que el Planeta Tierra tenía un futuro poco claro de posibilidades de habitabilidad si se seguía progresando en el crecimiento exponencial de población que parecía derivarse de los modelos estadísticos y de las estimaciones computacionales con las variables introducidas. Esas variables contenían varios tipos de factores. Por una parte, el crecimiento demográfico. Por otra, las altas tasas de natalidad de los países del llamado tercer mundo, coincidiendo con elementos de pobreza y falta de agua y alimentos. En tercer lugar, el deterioro medioambiental y el calentamiento global por el efecto invernadero y la contaminación del aire. El cuarto aspecto a considerar era el alto índice de consumo de combustibles fósiles y la emisión de gases que impiden la radiación la temperatura de la Tierra hacia la Exosfera. Y a todo esto añadir la disminución a escala geométricamente creciente de los recursos naturales y de los alimentos. Consecuencia… había que reducir la población.
Hicieron a partir de entonces amplias campañas para que la familia como institución primaria dejara de tener un clima de vida adecuado para procrear. Había que estigmatizar la estructura tradicional de los roles familiares, desprestigiar la función del hombre y sus vínculos con su consorte. Había que estresar las relaciones laborales para que la atención no se centrara en el disfrute basado en la convivencia intrafamiliar. Había que crear otras identidades sexuales y desprestigiar la heterosexualidad. Había que promover el aborto y en un momento determinado programar mediante la eugenesia la reducción de personas ancianas, para reducir los enormes gastos de asistencia social y sanitaria derivados de una población envejecida sin tasas de reposición.
Pero en un momento determinado, comprobaron que ello no era suficiente, que había que adoptar mecanismos de control social mediante la inducción del miedo como mecanismo para eliminar los obstáculos en los mecanismos de participación democrática. Para ello alguien tomó la decisión de que había que generar una pandemia que tuviera varios objetivos: Uno, paralizar los mecanismos de control sobre aquellos dirigentes políticos que la Organización había puesto mediante la suplantación de las urnas creando la apariencia de democracia, sin que ésta realmente fuera operativa. Segundo, había que bloquear los controles judiciales mediante la intervención sobre los poderes regulatorios del estamento de la judicatura, incluida la fiscalía. Había que crear mucho estrés en el sistema productivo creando convulsión laboral, desempleo y necesidad de la población para hacerla depender directamente de las instituciones. De esa manera pensaron que la sociedad sería más dúctil a las consignas venidas desde ese mecanismo de dirección transnacional y lograr así las condiciones precisas para limitar el crecimiento al tiempo de que aquellos que estaban al frente del timón de ese desarrollo lograban adquirir a precio de saldo importantes dominios en un mercado oligopólico con apariencias de libre transferencia de capitales.
En este punto del proceso a alguien se le ocurrió que todo eso podía compatibilizarse con un paso más en la dinámica de descomposición territorial de algunas naciones que en el pasado histórico crearon fuertes vínculos de cultura y civilización, no fuera que pudieran rearmarse esas relaciones que antaño fueron potentes. Aceleraron pues las vías desestabilizadoras sobre las políticas promoviendo alteraciones del orden público, disturbios y rupturas de la cohesión territorial creando guetos secesionistas para que en esa crisis el sistema estuviera más pendientes de esos focos de inestabilidad que en lo que realmente sucedía.
En un momento determinado los factores de control social ligados a ese clima de desasosiego colectivo creado por la pandemia se fueron debilitando. Consideraron por tanto que había que desviar el foco de atención hacia una inmunización de masas. Daba igual que esa inmunización no tuviera el suficiente respaldo científico.
A alguien se le ocurrió que puesto que el objetivo inicial y más relevante era la reducción de la población podría aprovecharse la inoculación para introducir nanopartículas metálicas que en un momento determinado, aprovechando las fuertes radiaciones electromagnéticas de unas antenas dispuestas estratégicamente con la excusa de la mejora del tráfico de datos en la tecnología cibernética, se podría hacer que esas partículas se ordenaran como lo hacen las limaduras de hierro dentro de un campo magnético. Se sabía que ante ese fenómeno los organismos reaccionarían provocando un efecto trombótico para defenderse, y, por tanto, una gran cantidad de la población presuntamente inmunizada fallecería.
Juan, tras ese conturbador descubrimiento después de horas y horas investigando, no sabía qué hacer. No conseguía convencer en su entorno próximo sobre los riesgos que le perturban sin poder conciliar el sueño…. Tampoco tenía claro si los datos obtenidos de esa elaboración encajando piezas era fiable o simplemente una elucubración sin fundamento.
(Continuará, o a lo mejor no)
—-Cualquier parecido con la realidad es casual. El autor de esta narración no sabe nada. es ignorante y tiene una imaginación muy creativa—
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