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Siento una rabia infinita. Un asco sin límites. Una angustia que me carcome.
El vodevil de este gobierno inmoral, traidor, y del partido que lo apadrina, me produce vómitos, más aún cuando tuve el desacierto mayor de mi vida al contribuir, durante casi dos décadas, con mi esfuerzo, dejando tiras de mi vida en un proyecto que yo consideraba noble y justo pero que es un gran fraude basado en la mentira y la manipulación de las cosas, de la historia, de su fundamento primario. Ese vodevil es el blanqueamiento a ETA y el ensalzamiento a una figura que ha alimentado el terrorismo, participado en él, haciendo apología directa y siendo condenado por ella y por mantener una estructura de coacción, persecución y asesinato. Se llama Otegui, el cual no ha pedido, como parece decirse, perdón, directamente a las víctimas, no, simplemente ha hecho un reconocimiento de que su banda de asesinos produjo dolor.
Pero en ningún momento Otegui se ha arrepentido expresamente del mal producido, más bien lo ha justificado como un efecto colateral, sin renunciar a los propósitos y objetivos ya logrados, por mucho que nos cuenten la pena de Murcia de que ETA no ha conseguido nada.
Dos figuras del llamado socialismo que es el patio trasero donde se fraguan las estrategias de control y dominio de una sociedad adormecida, son los articuladores del artificio cognitivo de manipulación de las masas: Eguiguren y Zapatero, fabricantes del producto que lava más blanco en el proceso de colocación de los legatarios del terrorismo en el pedestal donde se rigen los destinos colectivos. Ya sabe… “Otegui, el hombre de paz” (Eguiguren) y “Lo primero que se me viene a la cabeza son dos ideas. La primera, que si Jesús Eguiguren y Arnaldo Otegi no hubieran empezado a reunirse en un caserío es muy probable que lo que sucedió el 20 de octubre de 2011 a las siete de la tarde, el día que más recuerdo de todo mi período político, no hubiera sucedido todavía. Y nadie puede saber si hoy aún continuaríamos con el drama histórico de la violencia. El diálogo entre Jesús y Arnaldo Otegi fue el principio de todo, el principio del fin.” (Zapatero).
Cínicos de todo cinismo. Para empezar, canallas, sabéis de sobra que si el Estado hubiera querido de verdad acabar con ETA, lo hubiera hecho mucho antes porque tenía los medios para conseguirlo sin cesiones a la Banda. Si no se ha hecho es porque no se ha querido. Quizás convendría volver a ver la película “Lobo”, y, a lo mejor, alguno podría ponerse a pensar. A quien se persiguió no es a ETA sino a Galindo. Y aquí lo dejo para no ir demasiado lejos.
ETA si ha logrado sus objetivos. Es ETA la que en un momento determinado considera que la sociedad vasca ya está domesticada, doblegada, sometida y de rodillas, eliminada cualquier posibilidad de vencer el miedo para que sus individuos se pronuncien con libertad.
Decir que la sociedad vasca es un ente libre y que puede ejercer sus derechos políticos es un ejercicio de cinismo sin límites y en sí mismo encierra la evidencia de la realidad, pues nadie es capaz de dejar al descubierto, sin tapujos, la existencia de una evidencia que es que los llamados vascos están encerrados en la urna de cristal de su cosmovisión capada. Y cuando ETA llega a esa reflexión da el paso de culminar los efectos de su actividad para destruir España, lograr el control de las instituciones y lucrarse a través de ellas, hasta el punto de condicionar la acción de gobierno de un Ejecutivo pivotado con un único objetivo, mantener en la Moncloa a un personaje con una grave afectación de narcisismo patológico y aspiraciones a ser un nuevo Napoleón déspota y cruel, sin atisbo de consciencia alguna de que su función es servir al interés general y al bien común, y con responsabilidad directa y dolosa en la ruina y descomposición de esto que hasta hoy llamábamos España y que muchos refieren con el lexema Estado para no nombrar siquiera por su nombre a la tierra de nuestros antepasados.
La prueba del algodón de estas líneas que preceden es esta frase paradigmática pronunciada por Otegui estos días pasados: “Si para que salgan los 200 presos hay que votar los presupuestos, los votaremos”. Con esto está todo dicho. Por la boca muere el pez. Aquí, en 12 palabras y una cifra numérica está contenido el quid de la cuestión. Hay poco más que decir. Es el prostíbulo de la democracia a cuyo puterío se le paga el tributo de la descomposición del régimen constitucional, la putrefacción del aparato judicial y la puesta a las víctimas en el patíbulo de su segunda ejecución, la moral.
El asunto no tiene nombre más allá del ya usado con frecuencia desde Fernando VII, “felonía”. Síndrome felónico que nos acompaña desde hace siglo y medio sin cesar.
Para esto unos pocos como yo que hicimos frente a ETA no nos jugamos el tipo a comienzos del presente siglo de la insidia. Luchábamos por la dignidad de nuestras instituciones, por la justicia, la libertad y el Estado de Derecho. Este que escribe sometió a su familia a un riesgo y a penurias, por amor a su Alava querida, por el Estado Constitucional y por la convivencia pacífica. Todos esos valores han sido pasados por el barro, como las togas.
Sigo luchando por España, pero no por este simulacro infecto de lo que parece lo que fue sin serlo. Lucho por una España digna dueña de su futuro, no por un futuro próximo en estado de ruina y putrefacción.
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