22/11/2024 20:19
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Se conmemoran los cuarenta y tres años de la actual constitución española y no escucho una mínima crítica, un leve cometario de que algo se hizo mal, de que en algo nos equivocamos. Solo oigo palabras grandilocuentes y pomposos titulares vacios de contenidos, huecos y con un manto que solo acepta una visión idílica de los más de  cuarenta años transcurridos desde entonces.

Todo sustentando en medias verdades y exageraciones que no soportan un mínimo rigor histórico. Se nos habla de la mayor etapa de desarrollo económico nunca antes conocido en España, la mayor bonanza económica de nuestra historia. Se equiparan los avances tecnológicos y las comodidades propias del siglo XXI, como logros conseguidos por la constitución del 1978. El mayor crecimiento de nuestra historia más reciente, se produjeron precisamente en los cuarenta años anteriores al 78, y las comodidades y avances de los que ahora disfrutamos, es fruto del progreso, no de ninguna constitución ni modelo político. Que las carreteras de ahora, que los vehículos o incluso la medicina es mejor ahora que la de hace cincuenta años, es una obviedad, pero aquí, en Uganda o en los Estados Unidos de Norteamérica.

Transcurridos cuarenta y tres años, es hora de hacer balance, de reflexionar de manera sosegada y sin apasionamientos, de reflexionar de manera seria y rigurosa. Después de lo que sabemos, después de lo visto y conocido, y sobre todo, después de la puesta en práctica de esta constitución y de ver donde estamos ahora, es el momento de replantearnos si efectivamente la constitución ha servido para algo, o más bien nos ha sumido en la grave crisis institucional y moral donde actualmente nos encontramos, donde actualmente  estamos inmersos.

Esta constitución, su aplicación y la lectura que de ella se hace de forma sistemática, se ha manifestado incapaz de hacer frente a los retos a los que ahora mismo España se enfrenta. El modelo autonómico que en ella se reconoce es la principal amenaza que se cierne sobre nuestro país. No se puede ir en contra del modelo autonómico y defender esta constitución, que precisamente es la culpable de que ahora España esté más cuestionada que nunca. La constitución tampoco ha sabido cohesionar al pueblo español, más bien nos ha dividido en castas, con españoles de primera, segunda y tercera categoría, dependiendo de donde nazcas, vivas o mueras. Y tampoco ha sabido dar solución a las desigualdades sociales, cada vez más notables entre los españoles. El descredito de las instituciones, el corrupto modelo autonómico español, las altas cifras de paro de nuestro país, que triplican a esos que llaman nuestro entorno más cercano, nuestra errática política exterior, nos conducen a cuestionar de forma sistemática a la propia España. La evolución lógica del modelo territorial actual, es la disolución de España en un país plurinacional.

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No podemos estar orgullosos del balance de estos mas de cuarenta años, no podemos sacar pecho de lo sucedido. Debemos hacer autocritica y ponernos cuanto antes a revertir una situación que parece inevitable. No es momento de presumir del desastre que nos ha traído hasta aquí. No dudo de la buena fe de aquellos que nos vendieron las bondades de una constitución que iba a ser la panacea, la solución a todos nuestros males, pero que ahora se manifiesta como el mayor de los obstáculos para avanzar y para fortalecer a la nación española. Esta constitución nos debilita como nación y el modelo autonómico actual, pone en riesgo la frágil democracia española. Quizá sea tiempo de votar ahora, una vez transcurridos cuarenta y tres años y decidir si deseamos continuar por la senda del suicidio colectivo o si por el contrario, optamos por un país fuerte y unido.

España es muy anterior a esta constitución, España es anterior a otras constituciones y  España ya existía antes del 78. No podemos estar orgullosos ni de esta constitución ni de esta transición, con más de 1000 muertos que todos parecen haber olvidado. Nunca en tampoco tiempo, se ha conseguido “destrozar” la identidad de un país de forma tan rápida y eficaz.

El seis de diciembre no hay nada que celebrar, nada que conmemorar y si mucho que reflexionar y analizar.

Autor

REDACCIÓN