21/11/2024 16:40
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La comunista, o podemista, o simplemente ridícula individua llamada Yolanda Díaz, ha anunciado -con voz entrecortada, dice la prensa– la retirada de la medalla al mérito en el trabajo a Francisco Franco, entre otros cargos de aquel Régimen donde, quien lo quería, encontraba trabajo de sobra. Los vagos y maleantes -definición de una Ley republicana- no; esos nunca encuentran trabajo en ningún sitio, salvo que alguien les enchufe de ministro, ministra o ministre.

La señora Díaz -o señoro, si lo prefiere, que no es asunto mío averiguarlo- se muestra ufana porque «No podemos permitirnos equiparar a personas que han trabajado por la defensa de la democracia […] con personajes cuyas manos están manchadas de sangre», según, repito, la prensa. Dejando de lado la habitual canallada falaz de las manos ensangrentadas, queda claro que para este Gobierno lo que importa es trabajar «por la democracia».

Desde que el primer humanoide pisó la Tierra, el trabajo ha sido la forma de buscar el sustento propio, de la familia, de la tribu. Cuando las cosas, gracias a la inteligencia y al trabajo, mejoraron, el trabajo fue la forma de conseguir mejores condiciones de vida. Dejó de ser la lucha cotidiana por el pan y permitió aspirar a más. En «oprobiosos tiempos», el trabajo permitía alimentarse, vestirse, calentarse en invierno y refrescarse en verano; permitía -a todos, y quien diga lo contrario miente como un bellaco- tener acceso a una vivienda, y para los que no tuvieran cargas familiares demasiado grandes incluso permitía procurarse una segunda vivienda, un coche. Eso lo sabe cualquiera que tenga más de -pongamos- 55 años, y cualquiera que sepa leer y no espere a que una Yolanda Díaz le diga lo que tiene que mentir.

Ahora el trabajo es defender la democracia. Tenemos las colas del paro -quizá también las del hambre- llenas de defensores de la democracia. Tenemos las colas de la sopa boba de subvenciones llenas de defensores de la democracia. Tenemos las colas de los Consejos de empresas públicas llenas de defensores de la democracia. Lo que no parece es que haya nadie dispuesto a doblar el espinazo, ensuciarse las manos y meterse en faena. Para eso quedan los que no luchan por la democracia, sino por el pan diario, por el alquiler abusivo, por la vivienda convertida en artículo de lujo, por la gasolina para trabajar o desplazarse al tajo. Para eso, para trabajar en los pocos puestos que van quedando -rotando entre paros interminables y contratos deleznables y abusivos-, quedan los que no tienen un partido político que llevarse a la cartera, una ministra mendaz que les otorgue prebendas y que les mienta como lo que es: una caricatura bananera.

Y ahora llega la señora ministra de lo que no existe, de lo que hay que repartir entre los infinitos parados a tiempo completo o parcial; de lo que nadie -salvo quien se haya currado una oposición, y ni aún así- tiene seguro salvo que sea enchufado político de cualquier partido, y le quita la medalla al mérito en el trabajo a José Antonio Girón de Velasco, el hombre que creó la Seguridad Social. Si, señora Díaz: la Seguridad Social existía mucho antes de Felipe González, aunque haya idiotas que digan lo contrario pensando -según se ve, con razón- que siempre habrá alguien mas idiota que se lo crea. Y al General D. Juan Yagüe, creador del Ejército del Aire y -siendo Capitán General de Burgos-, de la Ciudad deportiva cívico-militar, la barriada de viviendas «Juan Yagüe» y también de la denominada «Residencia Sanitaria General Yagüe».

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Y, sobre todo, a Francisco Franco. El hombre que desde su ingreso en la Academia Militar de Toledo no dejó de trabajar un sólo día; el que todavía en plena guerra elevó a Ley Fundamental el Fuero de Trabajo elaborado por Pedro González Bueno; el que recorrió España inaugurando embalses -si; esos embalses gracias a los cuales aún podemos beber-; inaugurando fábricas, cooperativas, puertos, líneas ferroviarias, que crearan empleo y dieran a todos los españoles la posibilidad de comer decentemente por primera vez en siglos.

Hace usted bien, señora Díaz. Era una afrenta a Francisco Franco tener una medalla de lo que ya no existe; de lo que ustedes le han robado al pueblo español.

El hombre que pocos días antes de morir en un hospital de la Seguridad Social -que como queda dicho, había creado José Antonio Girón de Velasco bajo su mando-, asistía a un Consejo de Ministros con un monitor cardiaco pegado al pecho porque esa era su obligación, no se merece la afrenta de que alguien -cualquiera de los innumerables ignorantes que la democracia ha creado porque los necesita- lo pueda confundir con uno de los vagos que usted y los suyos protegen, aúpan y enchufan.

Los que trabajan por la democracia, pero no saben qué coño es eso de dar un palo al agua.

 

 

Autor

Rafael C. Estremera