30/01/2025 18:21

Podría haber dicho la penicilina, que tantas vidas ha salvado, pero si a mí me preguntaran cuál es el mejor invento de la humanidad en los últimos tiempos, tendría que responder necesariamente que el mando a distancia de la televisión, pues a partir de ahora va a ser mi compañero inseparable en casa. El motivo de ello es bien sencillo.

Como ustedes saben, María Jesús Montero, ministra de Hacienda (para desgracia de todos los españoles), a partir de ahora es también secretaria general del PSOE de Andalucía (para desgracia de todos los socialistas), es decir, que va a ser la candidata de su partido en las próximas elecciones autonómicas (para desgracia de todos los andaluces). Ello hará que esta ¿señora? esté constantemente en la pantalla de televisión, sobre todo en Canal Sur y, cuando eso suceda yo echaré mano del mando a distancia; con la velocidad de un rayo cambiaré de canal, pues yo no puedo comer viendo la cara de María Jesús Montero porque entonces no haría bien la digestión; yo no puedo cenar viendo la cara de María Jesús Montero, porque entonces no conciliaría el sueño; y yo no puedo vivir viendo la cara de María Jesús Montero, porque entonces no tendría la conciencia tranquila.

Quiero dejar clara una cosa: yo no tengo nada en contra de la ideología política de la ¿señora? Montero, pues creo, sinceramente, que en el ideario socialista hay cosas buenas, como también sé, porque me consta, que en el PSOE hay gente honrada con la que merece la pena tratar.

Lo que no soporto de María Jesús Montero, y lo he dicho ya varias veces (y las que me quedan), es su forma de ser, chabacana y rastrera, ruda y vulgar, hasta el punto de que esta ¿mujer? es más vasta que unas bragas de esparto. A veces, cuando veo a María Jesús Montero en televisión, cosa que no aguanto por mucho tiempo, me acuerdo de mis padres, de los que me van a permitir ustedes que les hable un poco.

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Ellos, es decir, mis padres, eran dos desgraciados a los que la Guerra Civil les pilló siendo unos niños. Como ambos pertenecían a familias muy humildes, mi madre, la pobre, me tenía contado que ella pasó hambre; además, no pudo ir a la escuela, por lo que no sabía ni leer, ni escribir, ni nada de cuentas, sino tan solo firmar pero, más que escribir su nombre, ella lo dibujaba a duras penas sobre el papel sin saber lo que ponía. Mi padre tuvo algo más de “suerte” pues los tres años de servicio militar le sirvieron, al menos, para esquivar el hambre y, de paso aprender los rudimentos de la escritura, la lectura y las operaciones matemáticas, con lo que medio se defendió el hombre toda la vida.

A pesar de un panorama tan sombrío en lo económico y en lo social, mis padres eran dos personas educadas, que sabían tratar a la gente de forma correcta. Aún recuerdo el respeto reverencial con el que mi pobre madre se dirigía a los médicos, cuando en mi humilde casa necesitábamos sus servicios. Como también recuerdo la educación con la que mi padre, que era un modesto transportista, trataba a sus clientes cuando les dejaba las mercancías en sus casas. Es decir, que mis padres, aunque eran pobres e incultos, iban por la vida con respeto, educación y dignidad, términos éstos que la ¿señora? María Jesús Montero desconoce absolutamente, pues esta ¿mujer? ha hecho de la vulgaridad su lema, de la grosería su arma y de la zafiedad su principal argumento.

María Jesús Montero no habla, sino que eructa palabras; María Jesús Montero no pronuncia discursos ni da ruedas de prensa, sino que humilla verbalmente a quienes tienen que escucharla, con su verborrea soez y su mala educación congénita.

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Comprenderán ustedes que con un panorama tan sombrío como el que se me avecina, el mando a distancia de la televisión sea a partir de ahora mi compañero inseparable en casa, y tener pilas de repuesto en el cajón del mueble en el que se apoya la tele.

Ya no es un asunto de afinidad política, o no. Como tampoco se trata de de una cuestión de gustos, o no. Es sencillamente un tema de salud mental (la mía, obviamente). El médico me ha dicho que me cuide, evitando las situaciones de estrés emocional que no son recomendables debido a mis patologías previas. Y yo debo de hacerle caso al médico, pues ya tengo una edad. Debo de mirar por mí. Y la mejor manera de hacerlo es no mirando a María Jesús Montero, cuya sola presencia en televisión me altera sospechosamente, pues cuando esta ¿señora? habla, me insulta, por lo que dice y por cómo lo dice. Es una cuestión de supervivencia (la mía, digo). Yo estoy seguro de que ustedes me comprenderán.

Autor

Blas Ruiz Carmona
Blas Ruiz Carmona
Blas Ruiz Carmona es de Jaén. Maestro de Educación Primaria y licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Tras haber ejercido la docencia durante casi cuarenta años, en diferentes niveles educativos, actualmente está jubilado. Es aficionado a la investigación histórica. Ha ejercido también el periodismo (sobre todo, el de opinión) en diversos medios.
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