Como ya he contado en otros apuntes sobre el Valle de los Caídos, llegué a él casi a la vez que a la vida. Ese mismo año en que nací, 1958, mi padre comenzó a trabajar en el mismo. donde pocos meses después las puertas se abrieron a los visitantes del monumento, a los feligreses que acudían al culto católico que allí celebraba, a los hospedados que en su hospedería se recogían y a los trabajadores que comenzaban su andadura en este nuevo espacio multiusos, como diríamos ahora.
Los trabajadores formaban un grupo heterogéneo compuesto por empleados públicos de Patrimonio Nacional provenientes de otras localidades y de los Reales Sitios, la Granja, Aranjuez o El Pardo, nuevos empleados del Organismo que procedían de San Lorenzo de El Escorial y localidades del entorno, algunos expresidiarios que habían trabajado en algún momento en la construcción del monumento como personal recluso y que habían decidido y podido, continuar en el mismo como trabajadores de Patrimonio Nacional, un destacamento de la Guardia Civil compuesto por un sargento, un cabo y ocho guardias, una cartera perteneciente a Correos, algún guarda forestal, creo que pertenecían al ICONA y un maestro dependiente del Ministerio de Educación, que también había sido personal recluso durante las obras y que con la misma función continuó en el Valle tras su apertura al público hasta su jubilación que fue sustituido por una maestra dependiente del mismo Ministerio de Educación que es a la que recuerdo en mis primeros pasos escolares. Maestros, administrativos, albañiles, carpinteros, electricistas, ordenanzas, limpiadoras, peones, carteros, guardas, fontaneros, jardineros, canteros que estrenaron las 60 viviendas que les fueron entregadas en 1962, junto con una escuela, un economato y poco a poco talleres, un bar, garajes, viviendas forestales, alguna instalación científica (IGEO), edificio de oficinas, alguna instalación deportiva y parque infantil. En los años 70 siendo alcalde de San Lorenzo de El Escorial D. Ricardo Ruiz Capillas se declaró este poblado como entidad de población menor integrada dentro del municipio de San Lorenzo de El Escorial.
Todo esto está en proceso de desaparición por el abandono paulatino de Patrimonio Nacional, la escuela semiderruida, las casas abandonadas a su suerte, salvo las 6 ocupadas por los trabajadores que quedan , el economato abandonado y en ruinas, el bar quemado y abandonado, las instalaciones deportivas dejadas de la mano de Dios, los garajes cayéndose, los talleres obsoletos y sin trabajadores, techos, aleros, cristales, fachadas, caminos, fuentes, tapias, canalizaciones, conducciones de aguas, depósitos, patios, jardines, todo abandonado. Y lo que es peor las viviendas desocupadas en un momento en el que la población española no tiene donde vivir, pero eso es otro tema que trataremos en otro momento, pues no es sólo el Valle el que viene a marcar el tema del abandono de la vivienda de propiedad estatal.
Éramos muchos si lo comparamos con los trabajadores que quedan en la actualidad, no más de 15 personas forman, en este momento, el conjunto del personal de Patrimonio Nacional que atiende al monumento, ya no están los guardas forestales, ni la maestra, ni la cartera de Correos, ni parte de los albañiles, carpinteros, electricistas, administrativos etc. Los recortes de plantilla, más acusados en el Valle que en los restantes centros de trabajo del CAPN (Consejo de Administración de Patrimonio Nacional), como ahora se denomina, han ido en consonancia con el desprestigio creado por el Ministerio del que depende el mismo, Ministerio de la Presidencia, Justicia y…, que ha hundido su imagen, ha abandonado su mantenimiento y perdido su número de visitantes y por tanto su recaudación de entradas (9 € ), sin contar la recaudación del funicular (4 € ) cerrado ya hace muchos años. Los números lo dicen todo, a principios de siglo XXI un millón de visitantes aproximadamente, el año pasado no llegaron a 200.000, pero como decía aquella ministra socialista Carmen Calvo, “El dinero público no es de nadie”.
Los monjes de la abadía, Benedictinos venidos de Santo Domingo de Silos, habían llegado en 1958 y han mantenido su actividad religiosa y de formación desde ese momento. En la actualidad son algo más de una docena y de ellos depende la Hospedería, la escolanía y el monasterio con el culto en la Basílica y sin recibir lo establecido en el contrato, desde hace varios años, con Presidencia del Gobierno y de la que dependía la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, propietaria del Monumento hasta su extinción.
Llegaron a residir en el Valle de los Caídos más de 300 personas, sin contar las hospedadas en la hospedería Benedictina y un buen número de trabajadores externos que atendían los distintos centros hosteleros como cafeterías, restaurantes, incluso los tan de moda en la actualidad, Foodtrucks tuvieron su sitio en las esplanadas de aparcamiento, debido a la gran afluencia de público, precursores de la modernidad y que daban empleo a mucha gente.
El porqué del título, “Primero los muertos, ahora los vivos”, quería hacer referencia a la situación en que se ha puesto a quienes han residido o todavía residen en el Valle y para que sepan que son los siguientes en orden de expulsión.
Primero sacaron a los muertos, empezaron con los navarros, después Franco, José Antonio Primo de Rivera el siguiente, le seguirán los que van considerando identificados por los “forenses” de la Memoria y ahora a continuar con los vivos, los monjes benedictinos, los escolanos, la Guardia Civil, y los trabajadores de Patrimonio Nacional (inquilinos desafectos) que están siendo removidos en la actualidad de sus viviendas. Pero creo que me he equivocado porque ya antes desaparecieron muchos de los que he citado anteriormente y todo debido a la indolencia de un organismo que no se ha cansado de poner trabas a un Valle de los Caídos que siempre ha tenido más enemigos que amigos, muchos de ellos en casa y que se lo han ido poniendo más fácil a los actuales valedores de la expulsión.
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La Iglesia callada, sobre todo el Cardenal de Madrid, que cuando fue nombrado cardenal de Madrid La Iglesia se vistió de Rosa, (cobarde y amanerado )
«En el mismo»…
¡¡¡ En él, coño, EN ÉL, joder, cojones !!!
Es un «el mismo» de sentido anaforico y no lleva acento, el mismo, lamisma, lo mismo. Los tacos no dan la razón, mejor el estudio de la ortografía.