23/11/2024 10:59

Nadie se atrevió a tanto. Nadie. Debía nacer un héroe valenciano, con alma de salmantino, español a ultranza donde los haya para asistir estupefactos al acto de atosigar a quienes escenifican una conveniente paciencia sin haber perdido el instinto de la ofensiva. Un exponencial Josué Cárdenas se ha convertido en la mosca cojonera de ETA, en la humillación de diario de la serpiente enroscada en un hacha, hoy obligadamente aletargada y recibiendo la crítica democrática de cuantos no temen una embestida y mordida de sus colmillos. O mejor dicho de quien no teme la picadura cuando es capaz de provocar a cuantos en un pasado no muy lejano no practicaban la dialéctica, a la espera de conseguir las prebendas que primero Zapatero y después Sánchez han concedido por mor de no se sabe qué pactos secretos, derivados de las conversaciones antes del 11-M. Conversaciones y pactos que Rubalcaba, verbigracia, se llevó sorpresivamente a la tumba para dar cuenta de sus siembras terrenas un tanto oscurantistas. Pero de esa oscuridad deviene la presencia de cuantos entonces aterrorizaban a una sociedad sosegada que temblaba de dolor con las convulsiones constantes del tiroteo salvaje, las bombas lapas a traición, el salvaje secuestro y, Dios Santo, el sádico tiro a la nuca como el que asesinó al siempre recordado Miguel Ángel Blanco. Ni siquiera había nacido el periodista Cárdenas que ha saltado de las aulas de la facultad al núcleo conflictivo de la vida real sin percibir sus peligros. Entonces amenazaba una lotería donde sin que nadie destacara, tocaba la Parca a la puerta por designios administrativos de terroristas que mataban a sangre fría, de continuo, ávidos de ambiciones que al día de hoy parecen haber alcanzado… ¿hasta cuándo? ¿Estamos seguros de que no cambiará nada para que no retornen tiempos muy oscuros?

El arrojo, la empatía por el riesgo sin medir las consecuencias de una impostada valentía-seguro que esa valentía posee la reflexión al final de cada jornada para medir las consecuencias de cada decisión- es una característica peculiar de la carrera profesional de Josué Cárdenas. Ahora bien, ¿es inteligente forjarse tan meteórica carrera a costa del riesgo personal? Al mozo se le ve un poco acelerado, llevado por las olas de los acontecimientos que tanto celebran sus comparsa de especialistas de toda índole, editores, curtidos veteranos del Periodismo que le jalean el verbo delirante y la audacia extrema. Durante las manifestaciones de Ferraz la policía antidisturbios y de la secreta,  arrancaron las credenciales de prensa para golpearlo con las porras. Desde su ingenuidad, pecado de juventud para un guerrero expuesto a las represalias, se preguntaba qué había fallado para que no reconocieran su papel profesional… Y es que el mundo no es como lo sueña el bisoño Cárdenas sorprendido de que cada acto tenga la correspondencia de una consecuencia. No obstante sólo ha vivido 25 años y quizá haya acelerado demasiado el proceso. Todo sea que no quede frenado contra el muro de la intransigencia que afrenta a diario.

En otra ocasión, airó tanto la paciencia de unos afiliados socialistas que custodiaban un mitin de Sánchez en Galicia, que a punto estuvo de ser precipitado por unas escaleras de considerable longitud, rodando decenas de metros por unos escalones que podrían haberlo matado golpe tras golpe. Lejos de arredrarse el héroe de la fachosfera, crecido en la gloria periodística del protagonismo inescrupuloso, vuelve a las andadas cual Quijote correspondido por su no menos valiente Dulcinea de turno, para embriagarse de gestas contra cualquier molino radical que ose mover sus aspas. Otras hubiesen abandonado al soldado temerosas de que una flecha, aparte de la de Cupido, alcanzara su corazón. Valientes ligados por el destino, a lomos del mismo Rocinante, incluso si ese molino se mueve con los vientos intemporales de la violencia que no se olvida.

Hasta los aguerridos corresponsales de guerra como el veterano Alfonso Rojo que le ha contratado en Periodista Digital, se cubrían las espaldas y se ponían a cubierto conscientes de lo que suponía una bala perdida sin siquiera hostigar a un enemigo. El instinto de supervivencia es un sabio consejo intimista que se desarrolla con el tiempo y no tiene nada que ver con la precipitación que algunos impulsan para regocijo de cuantos le jalean en el frente… hasta que se sientan seguros en retaguardia si empeora el panorama sociopolítico. Si así sucediese, la máxima atracción de coraje irreflexivo quedaría sólo ante el peligro, para encajar cualesquiera riesgos asumidos año tras año. A este paso el cronista habrá de solicitar escoltas en su contrato de trabajo.

El periodismo de la denominada fachosfera está muy reñido incluso entre los que se cuentan como antagonistas del presidente Sánchez y cada cuál pugna por destacar en la búsqueda imperiosa de audiencia con fines pecuniarios con la excusa de salvar España del socialcomunismo. Algunos parecen tomar ventaja con una provocación que destaca para la consecución de esos fines, incluso publicando un libro que anatematiza un amplio plantel profesional con una muy dudosa manera moral de beneficiarse aplastando sibilinamente al competidor. ¿Es loable llegar a la cima emponzoñando de modo ventajista el panorama de los medios de comunicación desafectos al gobierno? Esa es una cuestión que cada cuál habrá de dirimir con la conciencia, si es que se posee ese atisbo de prudencia moral que no se silencia con desvergüenza, con la práctica de arribismo imprudente. Porque hasta los más punteros de esa fachosfera se guardan algo de su vehemencia por puro instinto de supervivencia cuando no profesional, sí personal.

No cabe duda de que Josué Cárdenas al margen de los pareceres que cada cuál pueda sonsacar de su veloz carrera periodística, es un valentísimo hacedor de Justicia, un pintiparado funambulista de aquellos circos sin red que ama los riegos cotidianos cuando escudriña las entrañas más oscuras de esta España que lleva en su haber tanta sangre sudor y lágrimas, incluso en tiempos de paz.

Los que conocimos las décadas de la muerte y la destrucción que ejecutó ETA contra templados grandes hombres y mujeres que sufrieron los atentados, contemplamos con sudores fríos cómo Cárdenas riza el rizo de la indignación delante de los que otrora eran conscientes de cuánto se ganaba con el uso de las armas, incluso la satisfacción del odio. Si la profesión de periodista es un riesgo, la forma de llevarla a cabo con la valentía de Josué Cárdenas es un riego extremo que se agrava con el paso de los días en consonancia con sus intrépidas actuaciones. No se explica que inmerso en esos lodazales luego se confiese poeta enamorado y ponga una foto de la novia en Internet con la de enemigos agazapados todavía que se agolpan a las puertas. Lo que nos lleva a deducir que al pundonor le falta el crisol de una responsabilidad que llega con el paso de los años.

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En el caso de que Cárdenas sea consciente de los riesgos de sus diatribas estaríamos ante un héroe, intempestivo y temerario, pero héroe. De lo contrario, ante un insensato abocado a una inercia de incertidumbre sin freno. Allá cada cuál con sus decisiones, pero si Josué sigue empeñado en protagonizar la historia del periodismo español en este siglo XXI que parece albergar prolegómenos de tiempos que serán más difíciles, con la madurez que aconseja la prudencia, el reportero sin freno tenderá a la reflexión más allá del impulso y tomará consciencia de los tiempos peligrosos que vive donde cualquiera es tan frágil como en los años de la democracia que tanto costó alcanzar con un baño de sangre. Si la balanza no se inclina hacia la libertad, mucho me temo que de los pasos andados será difícil borrar las huellas, y aunque esa balanza sea con mayor peso por la democracia, España nunca ha sido un país fácil. Esperemos que el joven Josué no lo compruebe con toda una vida por delante, Dios mediante y así se lo deseamos.

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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