En mis años de juventud hubo un momento en que me planteé una carrera policial. A Dios gracias no asumí ese compromiso moral para con Dios y conmigo mismo a la hora de rendir cuentas de mis obras que hubiese procurado que no fuesen dirigidas ni por la complacencia con el delito, ni por la desprotección de los inocentes cumpliendo órdenes injustas. ¿Qué hay en los uniformados, verbigracia, capaces de golpear y gasear niños, mujeres y ancianos cumpliendo el inicuo mandato del podrido Marlasca? Es mejor irse ligero de cargas al otro lado donde de un modo u otro rendimos cuentas de nuestro papel en el escenario de la vida. Ser policía en España, hoy en día es un dilema moral muy complejo porque el que opta por la cómoda cobardía o conviene con la injusticia alegando que sólo se cumplen órdenes; adquiere una deuda que tarde o temprano, vivo o muerto, termina por saldarse. Y la vida que parece durar mucho, en realidad es un suspiro como para no enmendarse con tiempo ante el examen final de las tumbas. Aquí estamos polvorientamente de paso. Ay de aquellos, lo crean o no, que no hagan sus deberes morales.
En esta España singular tomada por la corrupción sanchista es normal que la gente como Dios manda y que no comulga con la delincuencia organizada desde La Moncloa, seis años dura ya aprovechando el trampolín de la plandemia, sea perseguida por el aquelarre criminal que ya no oculta su adoración al diablo de la codicia y la ambición enferma. Los cómplices que han vendido el alma al Diablo se cuentan por millares en la política, el periodismo prostituido, las barrigas holgazanas agradecidas por la sopa boba a través de chiringuitos sectarios y, desgraciadamente, porque ya nada es como lo que fue cuando se vestía el uniforme con dignidad, la soldadesca recalcitrante y chulesca de las Fuerzas de Seguridad del Estado intoxicadas, salvo muy honrosas y esperemos que numerosas excepciones, desde el ministerio del Interior comandado a modo de célula sui generis por el no menos singular y malicioso, vendido al Mal en todo caso, Marlasca que salió del armario de la ruindad personal.
Usar a la ley de modo torticero es una de las prebendas que se arrogan los que llevan la putridez del alma en los desórdenes de lo terreno superados en impudicia, indecencia, falta de escrúpulos morales y la avaricia que sin límites les impulsa a obrar como delincuentes, a la par que procuran anquilosar el orden de la Justicia cuando mercenarios de todo percal se han apropiado de los tribunales para garantizarse la impunidad. Y con esa impunidad se han asegurado de emponzoñar al instrumento policial para usarlo de ariete contra los ciudadanos que se resisten a contemplar con pasividad el atentado contra el Estado de derecho, la intención golpista y el desarrollo de un plan criminal que ha soliviantado los acuerdos de la democracia, cuando hoy mandan aquellos que asesinaban a los que hoy les protegen en complicidad, con uniforme y sin moral conocida.
España vive un pulso holístico del Bien contra el Mal si acaso el Bien es encarnado de algún modo por aquellos tibios que pecan más de necedad que de malignidad en estos tiempos de desidia moral que impera por encima de todos los valores civilizados que permitieron una convivencia más o menos conciliada.
Con la detención en falso de Nacho Cano y los lupanares de la Ser y «Lo País» prestos a secundar la guarrada policial, literalmente, las furcias y furcios del entramado de corruptelas desinformativas hacen méritos ante el capo de la mafia sanchista pata intentar solapar la carrera presuntamente delictiva de la madame del putiferio monclovita, cuando aquella usaba el palacio presidencial para amañar chanchullos con la firma del marido. Es tan clara la corriente maléfica emanada desde la presidencia del Gobierno de España que buscan con todo juego sucio encubrir a uno de los desgobiernos criminales más ensuciados por el Mal en todo el tejido mundial de naciones siendo España escaparate del flagicio que no por reiterado deja de ser tan atroz como es la permanencia de amantes del múltiple delito, para seguir maniobrando torticeramente y a placer contra todo un país secuestrado por terroristas de la política.
En tanto el tibio e hipócrita Feijóo calcula réditos políticos para llegar a La Moncloa-a este paso tan imposible como lo fue para Casado- Isabel Díaz Ayuso, la verdadera presidente del Partido Popular por selección del pueblo, denuncia sin ambages y con la misma indignación que el artista la persecución más burda y sucia para crear una cortina de humo sobre las acciones presuntamente delictuosas de quien puede acabar en la cárcel si un golpe de efecto tan corrupto como el propio Sánchez no le salva del rasero de la ley por el que se mide constitucionalmente a todo español.
Con la carencia de dignidad y habituado al juego sucio, la maquinaria del fango sanchista revoluciona el panorama a sabiendas de que Pedro Sánchez está detrás de toda la red corrupta con origen quien hará lo imposible para mantenerse en el poder para no acabar juzgado por mayores delitos aparte de la trama de corrupción consentida, presuntamente, desde Moncloa. Que hay policías afectos al régimen y premiados por un cumplimiento de deber sectario es una evidencia que Nacho Cano poniendo nombre y apellidos al mandado de Marlaska, vergüenza de cualquier cuerpo policial que se precie.
Nacho Cano ha advertido públicamente que de pasarle «algo» todo el mundo sabe a estas alturas quién será el culpable. Como si la España decente no supiera del Mal que encarna el fullero sin conciencia que está al borde del propio abismo cavado desde el 2018. Pero bien está en puntualizarlo llegados los extremos de juego sucio donde Sánchez hará de todo para escabullirse de la presunta responsabilidad criminal que hiede desde La «Moncloaca», como bien define Jesús Salamanca Alonso. Se da la circunstancia, casual será, de que el policía detrás de la detención del compositor y productor es el mismo que movió las cargas policiales de Ferraz. La peste policial tira una cuerda al rescate del amo de sus amos.
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