23/11/2024 11:10

Nicolás nació en 1245, en San Angelo, Italia. Su madre, habiendo llegado a cierta edad, no había podido concebir y, por consejo de un ángel, salió en peregrinación al Santuario de San Nicolás de Bari (270-343) junto a su esposo, para pedir la gracia de salir embarazada. La mujer prometió al Señor entregarle a su hijo para que fuera sacerdote.

A pesar de su juventud, Nicolás aprendió a dedicarle más tiempo a la oración y a las santas lecturas de lo que podría esperarse de un niño de su edad. Además, una de las cosas que más le gustaba era llevar a su casa a alguna persona necesitada encontrada en el camino para compartir la mesa familiar con ella. Ya de adolescente, decidió renunciar al mundo y hacerse agustino, por lo que pronto fue aceptado como fraile en el convento de los ermitaños de Tolentino. Realizó su profesión religiosa antes de cumplir los 18 años y, en 1271, fue ordenado sacerdote en el convento de Cingoli. Nicolás permaneció en Tolentino los siguientes 30 años de su vida, hasta su muerte en 1305. Allí predicaba en las calles, administraba los sacramentos a la población y visitaba el asilo de ancianos, el hospital y la prisión. Vivía con sencillez y ascetismo (los ayunos y sacrificios corporales no le eran extraños).

A San Nicolás se le atribuyen unos 300 milagros, tanto en vida como post mortem. Cuando obraba alguno, pedía a quienes lo habían presenciado que guardaran reserva y no comentaran nada a nadie: “Denle las gracias a Dios, no a mí», solía decir.

Los fieles le pedían constantemente que intercediera por las almas del purgatorio. Algo que siempre hizo con diligencia y responsabilidad. Esto habría de ser para él una suerte de misión. Nicolás fue proclamado patrón de las almas del purgatorio en 1884 por el papa León XIII. El fraile padeció por varios años de fuertes dolores de estómago, y por algunos períodos, su salud se quebró completamente. Un día, estando gravemente enfermo, se le apareció la Virgen María que le dio ciertas instrucciones: le dijo que mojara un trozo de pan en agua, se lo comiera obedientemente y que ella curaría sus dolencias. Al final se obró el milagro. A partir de este momento, el santo empezó a bendecir trozos de pan y a dárselos a los enfermos, curando a muchos. Como recuerdo, el día de la festividad de San Nicolás se preparan los “panecillos de San Nicolás”.

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En 1345, sus restos fueron exhumados y su cuerpo fue hallado incorrupto. Este fue expuesto públicamente y se le amputaron los brazos para servir de reliquias, los cuales sangraron profusamente, como si se tratara de una persona viva. Nicolás de Tolentino fue el primer miembro de la Orden de los Agustinos en ser canonizado en 1446 por Eugenio IV. Se le representa con un sol en el centro de la sotana negra, debido a uno de los hechos de su vida: se dice que una estrella brillante lo seguía continuamente en sus movimientos e iluminaba su figura.

Fue uno de los santos que, junto a Juan el Bautista y San Agustín vinieron del Cielo para llevar a Santa Rita al convento, siendo también ella de la orden agustina.

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Claire Gruie
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Marino

El Purgatorio es la Herida del Corazón del Cordero, sin él no nos salvaríamos nadie, solo los mártires que no pasan por él, porque nadie puede entrar a la Gloria del Altísimo en pecado por el más mínimo que sea. La pasión de Cristo es el Purgatorio.

Hay tres estadias del Purgatorio : Purgatorio Alto, Gran purgatorio ó medio y bajo Purgatorio, próximo al infierno (los que se salvaron por los pelos)

Este Dogma inefable es la infinita Misericordia de Dios para con nosotros.

Nicolás de Tolentino intercede por nosotros

Elisa Vanderbilt

INOCENCIO III (1161-1216)

 Santa Ludgarda contó lo que había pasado al Cardenal Bellarmin, y este después de haber estudiado cuidadosamente la historia, autorizó a hacerla pública, pues se trataba del Inocencio III, gran pontífice que había impulsado santas reformas dentro de la iglesia además del concilio de Letrán.

EL caso que a Santa Ludgarda se le apareció un alma en pena, rodeado de llamas: ¿Quién sois, alma de infortunio?, pregunto la santa. Respondíole: soy el difunto papa Inocencio III. ¿Cómo es posible que seáis vos, con un castigo tan terrible, que tantas cosas buenas habéis hecho para la Iglesia y las almas?, inquirió la santa. Expío tres faltas por las cuales hubiera sido condenado si en el último momento la Madre de misericordia no había obtenido de su Hijo, la gracia de una contricción perfecta. Mis faltas han sido perdonadas, pero me queda sufrir la expiación hasta el final de los tiempos!! Nuestra Señora me obtuvo el favor de aparecerme ante usted para que se interese por mi suerte.

La santa puso a todo su convento a rezar por el desdichado pontífice, pero nunca supo si sus oraciones fueron suficientes para remitir tan duras penas. Es posible que, después de seis siglos!!, aun siga allí!!

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