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ASÍ TERMINARON APLASTADOS LOS DICTADORES RUMANOS, AMIGOS DE ESPAÑA

Ella fue Embajadora Cultural en Europa y él fue el maletín de los dólares comunistas de Santiago Carrillo:

El 22 de Mayo de 1979 el aeropuerto de Barajas y las calles de Madrid aparecieron engalanadas por las banderas y fotos del matrimonio Nicolás Ceaușescu y Elena Petrescu, en ese momento Jefe del Estado Comunista de Rumania y grandes amigos del Rey de España, Juan Carlos I y Sofía, y el Gobierno que presidía Adolfo Suárez, con especial relación con los comunistas y los socialistas españoles.

Aquella mañana también “El Imparcial”, el periódico que yo dirigía, se hizo eco de la visita del rumano a España, no sin dejar de chocar con don Adolfo Suárez, que lo recibió con la Presentación antidemocracia y dictatorial que hicimos pública del matrimonio. Porque desde nuestras páginas económicas se reflejaba el desastre que era la economía rumana y el hambre y la miseria que había entre los derroches y las corrupciones que alcanzaban todos los niveles de las altas esferas Gubernamentales y familiares del matrimonio dictador. Tampoco se libraban los escándalos culturales que había ido promoviendo la señora Consejera desde sus falsas formaciones intelectuales y sus subvenciones a los centros de enseñanza que echaban por tierra la moral, la ética, la filosofía y las religiones. Sin embargo, la Prensa española no pudo cantar con la misma alegría acerca de aquella visita, por la riada de dólares que fue dejando sobre los medios de información españoles y las destacadas atribuciones a los periodistas más destacados del momento.

Sin embargo, el final de los Ceaușescu no pudo ser más trágico. Porque su final no tuvo nada que envidiar al final por la trágica desaparición de Mussolini y otros dictadores de la Historia.

Solo fueron 10 años los que trascurrieron desde su viaje triunfal a España y su asesinato en 1989. Así lo contó magistralmente Edu Bravo en “Vanity Fair”:

El descontento ciudadano, que había sido una constante en Rumanía desde hacía años, se había acrecentado a partir de la llegada al poder de Mihail Gorbachov. Las políticas aperturistas del presidente de la URSS y la caída del muro de Berlín habían generado en los rumanos la ilusión de conseguir reformas políticas que les proporcionaran mayor libertad y acabasen con las penurias que vivían debido al racionamiento de alimentos y la escasez energética. Sin embargo, las malas relaciones que Nicolae Ceaucescu mantenía con Moscú y su autoritarismo, impidieron cualquier avance.

Esta actitud provocó que el rechazo a los Ceaucescu alcanzase cotas de verdadera inquina. Durante el breve tiempo que el político estuvo huido, los medios de comunicación no pararon de emitir mensajes en los que se pedía a la ciudadanía que ayudase a buscar al matrimonio Ceaucescu y que, en caso de localizarlos, “no los linchasen” y llamasen a la policía.

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Eso es justamente lo que hizo el ingeniero siderúrgico de Târgoviste que, gracias a su civismo, permitió que el matrimonio fuera detenido y sometido a juicio popular por las nuevas autoridades militares. Un proceso sin demasiadas garantías en el que hasta el abogado defensor se mostró a favor de la condena aunque, eso sí, pidió que no se les ejecutase.

El juicio, que se alargó varias horas, fue grabado y emitido por la televisión rumana en una versión reducida el 2 de enero de 1990, apenas unos días después de celebrado. En dicho registro se acusaba a Ceaucescu de humillar al pueblo durante 25 años, saquear sus riquezas, tener cuentas secretas en Suiza y provocar la hambruna entre sus ciudadanos. A pesar de la gravedad de los cargos, Ceaucescu y su esposa se mostraron altivos, soberbios, se negaron a reconocer al tribunal y tacharon a los jueces de golpistas. De hecho, el líder depuesto intentó hacer valer ante los presentes sus antiguos cargos como Jefe de Estado, como máxima autoridad del Partido Comunista del país, como Jefe de las Fuerzas Armadas y hasta pidió comparecer ante la Gran Asamblea Nacional, el órgano político más importante de Rumanía. Todo le fue denegado.

Concluidos los interrogatorios, los alegatos de las partes y tras una breve deliberación, el tribunal pronunció la sentencia contra la que no cabía recurso alguno: pena de muerte. De este modo, el 25 de diciembre de 1989, Nicolae Ceaucescu y su esposa Elena Petrescu fueron ajusticiados. Según los testigos, algunos miembros del pelotón de fusilamiento, llevados por la ira, no pararon de disparar incluso cuando los cuerpos ya estaban en el suelo.

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Aunque la noticia fue comunicada inmediatamente en los medios nacionales, dos días más tarde la población rumana salió a las calles de Bucarest y se dirigió hacia el edificio de la televisión pública para exigir a los responsables que se emitiera la ejecución. Ese mismo día, el 27 de diciembre de 1989, las imágenes fueron televisadas.

 

Por la transcripción

Julio Merino

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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