21/11/2024 15:23

Hace treinta años, sobre todo en Navarra, triunfaban los movimientos antimilitaristas de la insumisión y la objeción de conciencia. Por mi parte, estaba convencido de que un país democrático como España debe dotarse de un Ejército eficaz, lo mismo que opino ahora. No estaba inserto en movimientos contestatarios juveniles porque en el orden profesional solo deseaba tener un empleo y sacar tiempo para estudiar, algo que no había podido hacer, aunque desde 2005 sea licenciado en Filología española por la UNED Pamplona, Medalla de Oro de Navarra 2023. Corría el año 1993 y el Gobierno de España lo ocupaba el PSOE desde hacía más de una década. Sin embargo, no era la política mi principal inquietud, porque la literatura hispana me agradaba mucho más. Ahora bien, yo condenaba el terrorismo de ETA ante todas las personas que me conocían.

Mi destino fue la BRIPAC, que en aquellos días tenía encomendada como cuerpo legionario la misión de paz en la Guerra de los Balcanes. No me adapté muy bien, aunque la mili transcurría con cierta normalidad. Todo se me complicó cuando la organización terrorista ETA asesinó a un guardia civil cerca del cuartel donde estaba destinado, en Alcalá de Henares. A partir de ahí, me quedé solo porque soy nacido en Bilbao y mis apellidos son vascos; eran los años de plomo. Por acumulación de faltas leves (ni peleas ni acosos, aunque ya se habían incorporado las mujeres al Ejército y había chicas paracaidistas en nuestra compañía), se inició un proceso por el que se solicitaba que pasara de uno a tres meses en Alcalá Meco militar. Sin embargo, solicité la consulta de un psiquiatra y se me concedió. Fui al hospital militar Gómez Ulla de Madrid y un psiquiatra con el grado de capitán, después de escucharme atentamente, me eximió de cumplir la pena de cárcel y me diagnosticó un trastorno de la personalidad a causa de un desajuste convivencial familiar previo al ingreso en el Ejército.

Por lo tanto, volví a Pamplona/Iruña y mi familia se puso en contacto con el Centro de Salud Mental correspondiente para que siguiera en tratamiento. Un psiquiatra abertzale y partidario de la insumisión a la mili redactó un informe plagado de falsedades que ha condicionado mi tratamiento todo este tiempo de forma muy perjudicial para mi familia y para mí. Se afirmaba en ese informe que en el Ejército se me había ingresado por haber sufrido un episodio psicótico. La diferencia entre el trastorno de la personalidad y la psicosis es enormemente significativa porque el primero requiere de una terapia hablada, máxime que según el psiquiatra militar habían sido los traumas su origen, y la psicosis, en cambio, se trata solo con medicación y se la considera una enfermedad mental grave. Y es que el psiquiatra del Hospital de Navarra se había negado tajantemente a escucharme, aunque me sometió a tratamientos prolongados que la ONU ha calificado como torturas.

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Treinta años después, gracias a la documentación que me envió la Brigada Paracaidista y que mostré únicamente cuando ETA ya había anunciado el cese definitivo de su actividad terrorista, he podido demostrar la falsedad de los informes de ese psiquiatra abertzale, mi psiquiatra actual lo ha hecho constar en un informe de rectificación y las jefaturas del Departamento de Salud me han enviado una notificación oficial pidiéndome disculpas. Y el propio consejero de Salud del Gobierno foral me ha enviado una carta reconociendo el error, pidiéndome disculpas y sugiriéndome la posibilidad de que interponga una denuncia. Sin embargo, hay que tener muy en cuenta que litigar en este país es terriblemente caro e incierto.

Alberto Ibarrola Oyón

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