21/11/2024 15:00
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Esta semana fueron las elecciones en Argentina y a pesar de los desastrosos resultados del gobierno de Alberto Fernández, la primera mayoría fue obtenida por Sergio Massa, actual ministro de economía de este desastroso gobierno, seguido por el liberal-libertario Javier Milei.

Más que sorprendente -que ya estas cosas son la norma- es lamentable que tanta gente siga votando por aquellos que han hundido económica, moral e intelectualmente a uno de los países que fue potencia en Hispanoamérica.

El asunto de los cuantiosos votos en favor de los empobrecedores, es algo que escapa de toda lógica porque en efecto, estas decisiones no obedecen a ella. Bryan Caplan en su libro “El Mito del Votante Racional”, cuestiona el dogma de virtud en el que ha erigido la democracia, afirmando -en la misma línea que lo hace el Premio Nobel de Economía, Richard Thaler– que las decisiones de las personas están lejos de ser efectuadas por mecanismos racionales. Por el contrario, pareciera ser que los seres humanos, tanto para tomar decisiones económicas, como hacerlo en lo político, actuamos bajo criterios instintivos que posteriormente justificamos con el uso de la razón.

Es el influjo emocional el que hace que la gente se decante por unas u otras opciones, lo que de alguna forma explica la fascinación que sienten ciertos sectores de la población ante candidatos políticos con una muy buena retórica y promesas mesiánicas, aunque hayan confirmado a la luz de las evidencias que todos sus compromisos son simplemente humo.

Para nuestra desgracia, ahí no cabe la vergüenza que sobreviene cuando uno reconoce su grado de responsabilidad al descubrirse estafados; tal como dice la conocida cita atribuida a Mark Twain: “es más fácil engañar a alguien, que convencerlo de que ha sido engañado”. Pero ¿ cómo es posible sostener ese mecanismo durante tantas décadas, cuando contra todo pronóstico, y generación tras generación, los resultados de esas elecciones son cada vez más decadentes?

Mi opinión es que para vender una mentira se requiere mucho más trabajo intelectual que para defender la verdad. De hecho, creo que hay muchas personas que piensan que la verdad se defiende sola, y por eso no se esmeran en hacer su parte. Si el dato efectivamente matara al relato, no existiría ningún gobierno socialista elegido por las urnas.

Vender la mentira del marxismo bajo cualquiera de sus matices como una alternativa viable al éxito y la felicidad, supone un complejo aparato estratégico y táctico que opera en nuestra sociedad para subvertir los intelectos de aquellos que componen la mal llamada “soberanía popular”. Por eso, si bien es cierto, el votante promedio es responsable de sus actos y sus consecuencias, también, en virtud de la caridad en la verdad, nosotros hemos de esforzarnos: primero en entender por qué se perpetúan esos ciclos perversos de elecciones y miseria, y luego, pensar en qué podemos hacer para quebrar dichas perniciosas dinámicas.

Lo más probable es que sin Antonio Gramsci nuestra historia sería muy distinta, pero la historia es lo que es, y como toda teoría, ésta es simplemente el mapa y no el territorio, y desde mi parecer, aunque haya sido utilizada para acercarnos la miseria del marxismo, también puede ser utilizada como carta de navegación para instaurar ideas mejores con superiores resultados.

Antonio Gramsci vivió entre 1891 y 1937. Fue miembro del Partido Socialista Italiano y fundador del Partido Comunista del mismo país. Estuvo involucrado, como todo comunista, en la acción internacional del partido con sede en Berlín, y tras participar en un atentado a Mussolini, fue puesto en prisión donde pasó once años aislado, seis de ellos escribiendo sus famosos veintitrés cuadernillos.

En ellos, Gramsci comenzó a plasmar una nueva mirada del marxismo-leninismo, que para aquel entonces proponía que las bases de la sociedad estaban compuestas por los medios de producción (infraestructura) y que éstas determinaban a las superestructuras (religión, moral, ciencia, filosofía, arte, etc.). Antes de Gramsci, la dictadura del proletariado se concretaría principalmente porque era inevitable (marxismo), o se impulsaría mediante el uso de las armas (leninismo).

Pero este intelectual sentaría las bases de algo diferente: a la luz de las evidencias en las que la dictadura del proletariado no sucedía en Inglaterra donde más existía clase obrera y burguesía, pero que en Rusia se alzaba la revolución desde el sector campesino mediante las armas, Gramsci comienza a teorizar sobre una sociedad que no obedecía realmente a las reglas planteadas por el comunismo que aspiraba a ser científico.

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Desde ahí, Gramsci produce una teoría que sostendría las ideas marxistas más allá de sus comprobados fracasos, precisamente por la brillantez de su estrategia y sus tácticas planteadas. El proceso de consolidación del comunismo en las sociedades libres ocurriría de forma diferente, facilitado por algo que conocemos recién hasta ahora: que el pensamiento humano es dominado con creces por la emoción más que por la razón.

Básicamente, la teoría gramsciana explica que el poder no se obtiene una vez y para siempre, sino que quienes son gobernados deben sentir que la sociedad en sí tiene sentido y que ese sentido se construye según las interacciones ocurridas en el mundo social, es decir, en la superestructura.

De esta forma, Gramsci plantea que existen en paralelo una sociedad política y una sociedad civil. La primera utiliza la dominación como mecanismo para sostener el poder mediante la fuerza y que ésta opera más fuertemente cuando se presentan las crisis, pero que aún sin ellas, posee la dirección política de los grupos sociales. Por otra parte, la sociedad civil funciona bajo leyes distintas, operando bajo el consenso en lugar de la dominación, ya que utiliza la dirección del mundo intelectual y moral, que es el que dicta las pautas de dichas dinámicas, constituyendo la “hegemonía” en dicho proceso.

De esta forma se alza este conocido concepto tan vociferado en los grupos de izquierda radical, y en el fondo hace referencia a un proyecto que implica un consenso moral e intelectual bajo la dirección de un determinado grupo social. Así, bajado a la práctica, esto no es otra cosa que lo que nos encontramos cuando vamos a una librería y lo primero que hallamos es un alto volumen de libros de pensamiento de izquierda, o cuando nos percatamos de que los líderes sindicales son gente ligada al partido comunista; otro reflejo es la dominación de los medios de comunicación, las facultades de ciencias sociales, docencias universitarias y toda posición clave que permita influenciar la mente de los otros. Quien no conoce a Gramsci piensa que todo esto es mera casualidad.

Ya les había dicho: para vender una mentira se necesita mucho más esfuerzo que para transmitir una verdad, y vaya que en este caso tienen mucho crédito.

Con una pequeña dosis de conocimiento de psicología, entendemos que esa cita atribuida a Goebbels que dice que una “mentira dicha mil veces se transforma en una verdad”, es una gran consigna. Pero ¿ qué pasa cuando los que deben decir la verdad se quedan callados?

Evidentemente aún no existe contrapeso posible a todo ese aparato mediático desplegado en toda la hispanidad, y es por ello que el segmento menos preparado, el que se ha educado sólo en el sistema público escuchando historias de un solo bando, tienen como realidad asumida la versión donde hay activistas que gritan más fuerte.

En mi cuenta de LinkedIn alguien hizo un comentario muy brillante que decía: “supongamos que alguien te crea una insuficiencia respiratoria crónica y te ofrece a cambio del voto pequeñas dosis de oxígeno… ¿a quién votarías?”. Por eso podemos molestarnos con los votantes del kirschnerismo, del sanchismo o del correismo, pero eso no servirá tanto como entender que esos espacios vacíos de cultura han de ser llenados por el mundo intelectual que defienda la hispanidad, la tradición y la libertad, más que por los que hacen el esfuerzo de vender basura como alimento, convenciendo a su presa de que el cólico será bueno.

Por acá les dejo algunas ideas que puedan resultarles interesantes para ir avanzando en la hegemonía cultural, que nos permita transitar hacia una sociedad más virtuosa en sintonía con los valores que queremos ver en el mundo:

  • La acción de los intelectuales del mundo libre es una función no negociable. La participación en actividades de capacitación como charlas, talleres o seminarios es algo imprescindible.
  • Desplegar la fortaleza de defender los principios sin caer en la denostación, sino manteniendo la templanza que otorga el estar en lo cierto, es otro aspecto clave.
  • Ocupar espacios de liderazgo formales e informales que permitan desplegar las virtudes y faculten el influir en otros desde las ideas y el ejemplo.
  • Aportar materialmente a las iniciativas que estén alineadas con los valores que queremos defender. Todo se hace con recursos y si no nos involucramos, por no dar un poco podemos perderlo todo.
  • Estar alerta, especialmente en aspectos académicos, cuando se quiera insertar la ideología empobrecedora en nuestras nuevas generaciones. Defender el derecho preferente de los padres en la educación de los hijos es algo de primera necesidad.
  • Involucrarse en la selección de representantes políticos, escogiendo a quienes sintonicen más fielmente con las ideas y principios que queremos ver en la sociedad: sabemos que nadie nos representará al cien por ciento, pero seguir utilizando la lógica del voto útil entre el que nos representa y el que asumimos que puede ganar, no tiene ninguna coherencia y atenta contra la virtud de la integridad que todos deberíamos intentar desarrollar.
  • Si tengo el poder de contratar gente, debería poner en posiciones clave a las personas que también están alineadas con nuestros valores. Escoger profesionales que no sean parte del problema es fundamental. Si soy creyente, respeto la propiedad privada, creo en el valor del mérito y estoy a favor de la iniciativa empresarial, no puedo meter entre mis filas a alguien que defiende exactamente lo contrario. Esto aplica radicalmente si se trata de profesionales a los que confiamos la salud mental y emocional de los nuestros.
  • Poner nuestros dones al servicio de la verdad y del bien común, sabiendo que siempre encontraremos detractores, pero que no hay peor cosa que morir en el anonimato por ser un cobarde.
  • Recordar que el exponernos tiene también sus ventajas y que muchas de ellas no perseguidas: nos quita de en medio a gente que no resuena con nuestros principios y acerca a los afines, nos otorga el aprecio de personas que ni siquiera conocemos porque valoran nuestra valentía, forja alianzas de diversos tipos porque nos perciben como seres confiables con integridad, y con esas personas los nuestros siempre quieren hacer negocios, forjar amistades y construir amores.
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“Tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura”.

Antonio Gramsci.

Autor

Inés Farfan U.
Inés Farfan U.
Psicóloga-Gerente de Desarrollo de Personas en
Easy Coaching-Vicepresidenta y Coordinadora Nacional Ladies of Liberty Alliance-Profesor docente en varias universidades.

"En lo personal puedo decir que me he encontrado con varias verdades: como Psicóloga sé que nuestro desafío es que la razón prevalezca y cuando sea conveniente, domine a nuestras emociones; como Magister sé cuáles son las condiciones para que los seres humanos podamos tener una vida más significativa; como Dip. en Dirección y Gestión de Empresas sé que el emprendimiento juega un rol fundamental en el bienestar y que la iniciativa empresarial es irremplazable si queremos salir adelante como sociedad; como Master Coach sé que el liderazgo es la clave para influir en otros con las ideas correctas; como mujer sé que somos complementarias a los hombres y no necesitamos estar en guerra cuando necesitamos ser aliados; como madre sé que la familia es la célula principal de una sociedad; como católica sé que cuando Dios está en el centro de nuestra vida y dejamos “cautivarnos por Su alegría”, nuestra existencia se llena de color; como chilena hispanista sé que el legado de nuestra maravillosa cultura merece ser preservada y difundida, y que debemos sentirnos orgullosos por nuestra tradición que no parte en 1810 sino desde antes de la gran Cruzada del Océano".
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Geppetto

Suena al mismo tongo, vulgo pucherazo, que s se lleva haciendo en el mundo desde que echaron a Trump.
La izquierda no parece que se coma una rosa durante toda la campaña electoral y de pronto y por arte de birlo-birloque gana o en todo caso se hace con el poder dejando con la boca a todos esos memos que no quieren ver lo que sucede delante de sus narices

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