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Sobre las diez y media de la mañana del domingo 25 de julio de 1971, procedente del Pazo de Meirás, llegaba a Compostela el Jefe del Estado, Generalísimo Francisco Franco, acompañado su esposa Carmen Polo, que fueron recibidos, pese a la lluvia que caía sobre Compostela,  con el flamear de pañuelos, vítores y aplausos por el numeroso público que abarrotaba por completo la plaza del Obradoiro.

El motivo de la visita del  Caudillo de España a Compostela era para presentar esa mañana la ofrenda nacional al Santo Patrón Santiago Apóstol, como motivo del año Santo Jacobeo de 1971

En la plaza se hallaban  varios centenares de niños procedentes de las cuatro provincias gallegas, Ceuta, Melilla, Sahara Español y  Canarias, que portando numerosas banderas de España, habían llegada a Compostela para participar en la peregrinación  del Año Santo de la Infancia y de la Juventud.

El Caudillo y esposa fueron cumplimentados al llegar por el Vicepresidente del Gobierno Almirante Luis Carrero Blanco y los ministros de Justicia, Antonio María de Oriol; Asuntos Exteriores, Gregorio López Bravo;  Ejército, Teniente General Castañón de Mena; Hacienda Alberto Monreal; Gobernación, Tomas  Garicano; Marina  Almirante Baturone Colombo; Obras Publicas, Gonzalo Fernández de la Mora; Trabajo, Licinio de la Fuente; Aire, Teniente General Salvador y Díaz Benjumea; Vivienda, Vicente Mortes; Ministro Secretario general del Movimiento, Torcuato Fernández-Miranda, Educación, José Luis Villar Palasí;  Comercio, Enrique Fontana;  Agricultura, Tomas Allende, Industria, José María López de Letona; Información y Turismo, Alfredo Sánchez Bella; sin cartera, Laureano López Rodó y Relaciones Sindicales, Enrique García-Ramal, Capitán General de la VIII Región Militar Teniente General Luciano García Machiñena; Capitán General del Departamento Marítimo de El Ferrol, Almirante Romero manso; gobernador civil de la Provincia Prudencio Landín Carrasco; alcalde de Santiago señor López Carballo junto a su corporación;  Diputación Provincial de La Coruña, con su presidente Ángel Porto, acompañada por el grupo de gaitas del ballet Gallego “Rey de Viana”  y otras autoridades de Galicia, civiles y militares

Tras su llegada el Jefe del Estado y su esposa se dirigieron al hostal de los Reyes Católicos, donde descansaron unos minutos. A continuación el Generalísimo, que vestía uniforme de verano de capitán general, escuchó desde un podio el Himno Nacional y pasó revista, acompañado por  el Capitán General de la VIII Región Militar, Teniente General García Machiñena, a una Compañía del II Batallón de Infantería aerotransportable, perteneciente al Regimiento Isabel la Católica nº 29, que con bandera y unidad de música,  le rindió honores de ordenanza.

Seguidamente se formó la comitiva oficial, que escoltada por la Guardia Municipal en uniforme de gran gala, abrió la banda Municipal de Santiago interpretando el Himno del Apóstol, cruzando la plaza de España desde el palacio municipal a la Catedral por un pasillo rodeado de miles de personas, que aclamaron con gritos de ¡Franco! ¡Franco! al Jefe del Estado. En el principio de la escalinata del Obradoiro, el Jefe del Estado y su esposa fueron saludados por una comisión el cabildo.

En la puerta principal de la basílica, junto al Pórtico de la Gloria,  esperaban al Jefe del Estado y esposa  el cardenal arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Quiroga Palacios, revestido de pontifical, quien les dio a besar el “Lignum Crucis”, el cardenal Arriba y Castro; el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Luigi Dadaglio, los obispos auxiliares de Santiago y Madrid, monseñor José Guerra Campos, obispo secretario del Episcopado español y otras Jerarquías religiosas y cabildo catedralicio.

El Jefe del Estado y su esposa efectuaron la entrada en la basílica bajo palio y se dirigieron hacia el altar mayor, mientras el órgano interpretaba el himno Nacional, y ocuparon los lugares de honor al lado del evangelio Al entrar el Caudillo y su esposa en el templo, el público que abarrotaba el interior del mismo, prorrumpió en  una cerrada ovación

Acompañaban al Jefe del Estado y su esposa en el sitial de honor de la catedral, el ministro de Justicia, Antonio María de Oriol y Urquijo, como notario mayor del Reino.

Antes de iniciarse la celebración de la misa, se efectuó por el Interior de las naves de la catedral la procesión mitrada, que fue precedida -por el busto de Santiago el Menor, en la que se guarda la reliquia del apóstol. En el transcurso de la procesión mitrada funcionó el botafumeiro. La misa fue oficiada por el cardenal Quiroga Palacios, asistido por veinte prelados españoles y extranjeros, entre los que se encontraban el arzobispo ce Cardiff; Obispos de Oporto, Lameiro, Montreal y de la diócesis españolas de Valladolid, Valencia, Granada, Oviedo, Palencia, Lugo, Orense, Tuy-Vigo y Mondoñedo-Ferrol.

En el momento del ofertorio, el Jefe del Estado se aproximó al altar mayor, y tras arrodillarse presentó la ofrenda Nacional de España  al Apóstol Santiago  con estas palabras: “Señor Santiago: En nombre de la nación vengo hoy a Santiago de Compostela en nuestro Año Jubilar a ratificaros nuestra profesión de fe, en la que nos habéis iniciado hace veinte siglos. -España y Santiago viven, desde entonces íntimamente unidos. Hablar de España y de su historia es hablar de Santiago, y no podemos referirnos a Santiago sin tener en cuenta a España. Como en los mejores .tiempos, brilla hoy en nuestra Patria la fe y la devoción que os debemos. No tenemos que remontarnos a siglos atrás para reconocer la protección que nos brindasteis al correr de estos treinta y dos años de paz, así como en los azares anteriores de la guerra. En los meses de nuestra Cruzada de Liberación se repiti6 el hecho de que los combates decisivos de la guerra se resolvían decididamente en los días en que se celebraban las mayores festividades de la Iglesia, como con toda claridad se acusa en la batalla de Brunete, que después de varios días de empeñados combates, se  resolvió la pugna a las doce de la mañana del día de nuestro Santo Patrón.

  1. El Jefe del Estado Generalísimo Franco lee la invocación Nacional al Santo patrón de España, Santiago Apóstol.

Y no podía ser de otro modo cuando se combate por la fe, por España y por la justicia: la guerra se hace más fácil cuando se tiene a Dios por aliado. Así lo pregonan los cientos de templos levantados con la advocación de Santiago, tanto en tierra de España como en América. Emociona el recuerdo de los tiempos de la Europa medieval, cuando las peregrinaciones de los países europeos cruzaban las tierras y las montañas españolas siguiendo las rutas del Camino de Santiago, en las que los peregrinos se exponían a todos los peligros, dando lugar a la creación de Las Ordenes de Cabal/ería para protegerlos y ampararlos en los pasos peligrosos. No tienen comparación los sacrificios de hoy, en que todas las vías son claras y seguras, con el caminar a pie por la dura geografía española, pero la historia no se detiene. Hoy venimos a impetrar vuestra protección para las batallas de la paz, que nos permita salvar a España de la invasión del materialismo que amenaza el orden espiritual de nuestro tiempo.

En esto no caben inhibiciones. Yo quiero recordaros que la crisis que nuestra Iglesia sufre no es un problema de la Iglesia sólo sino de los católicos todos, que también formamos parte de la Iglesia. Las preocupaciones de la Iglesia son nuestras propias preocupaciones, No por no haber intervenido en el Concilio podemos inhibimos, por cuanto nos alcanza la descristianización que el mundo sufre. Los males que en la Iglesia afloran no son tampoco cosa nueva: existían los mismos con anterioridad al Concilio, que al removerse los fondos los males salieron a la superficie. Esto es un bien para poder corregirnos. Por todo ello os ruego hagáis llegar, a Dios Nuestro Senior, nuestra especial gratitud por la ayuda y protección que recibimos y nuestro reconocimiento por haber hecho posible que en este Año Jubilar bendigamos al Altísimo y se abra nuestro corazón a la esperanza. Que así sea.”

Terminada la ofrenda presentada por el Jefe del Estado, el cardenal Quiroga Palacios respondió en los siguientes términos:

“Bien decís, señor, que España y Santiago viven desde los tiempos de la evangelización íntimamente unidos. Por eso, cuando la devoción y la confianza en nuestro apóstol fueron intensas y operantes España fue grande en su interior y en el concierto de las naciones, pero cuando disminuyó el fervor y se amenguó nuestra fe, España decayó lamentablemente por haberse desviado de sus caminos y hubo divisiones entre sus hijos, que no se movían sino por egoísmos suicidas, y el mundo nos miró con compasión al contemplar nuestro decaimiento.

Hoy se abre el corazón a la esperanza. España entera ha vuelto sus ojos a Santiago. Por aquí pasaron, y siguen pasando sin cesar, gentes de todas las regiones de España; que llegan en aluvión incontenible, movidas por la fe, la gratitud y la confianza, a ponerse bajo el amparo de patrono eficacísimo que a todos recibe, a todos conforta, a todos alienta.

Recogiendo los sentimientos y las veces de todos, aquí estáis; señor, proclamando de la manera más autorizada, que España cree, agradece y confía que continúa adhe rida cordialmente a la verdad del Evangelio que nos predicó el Apóstol; que no olvida los favores que por su intercesión alcanzó del cielo y que está segura de que contará también en el futuro con su eficaz y seguro valimiento. Que así sea”

Al final de la ceremonia, y antes de que el cardenal arzobispo de Santiago impartiese la bendición Papal, por la megafonía del templo se escuchó el siguiente  mensaje enviado por el Papa Pablo VI, recogido de la retransmisión que en ese instante hacía de la Ofrenda Nacional, TVE:

Esta fue la misiva del Pontífice: “Amadísimos hijos españoles: Cuántas cosas os quisiéramos decir hoy para demostraros todo el afecto y el amor que os profesamos, las esperanzas que tenemos en vuestra Iglesia unida y compacta, en torno a la herencia de los apóstoles. Al entrar con nuestra voz y nuestra imagen en vuestros hogares lo hacemos con la grata sensación de querer empaparnos de la atmósfera espiritual que ha respirado desde los albores del cristianismo vuestra comunidad eclesial. En ella se han fundido con maravillosa armonía las recias virtudes del alma española, generosa y hospitalaria, con una fe profunda que sabe la fidelidad constante y de donación creadora y sin límites a la causa de la Iglesia. En este día de fiesta, cuando España entera es ruta de peregrinos portadores de preocupaciones y de esperanzas, Nos mismo sentimos resonar la llamada secular del camino de Santiago a la conversión al encuentro de la familia humana, deseosa hoy más que nunca, de una verdadera y fecunda hermandad. Compostela, como Roma, como Jerusalén, es un centro de atracción para los creyentes que buscan la reconciliación con Dios y la comunión con los hombres en el amor de Cristo resucitado. A pesar de que hay muchas veces incoherencia y hasta oposición entre las aspiraciones humanas y el mensaje de paz confiado a la Iglesia. Sin embargo, el Año Jubilar de Santiago se nos ofrece como una nueva promesa de primavera que dará frutos maduros y abundantes de salvación. Es deber nuestro adelantar su venida con el cambio de nuestra mentalidad, quizá demasiado acostumbrada a los frutos amargos y al egoísmo colectivo, mostrándonos dispuestos a sacrificar el particularismo, el interés propio del hombre viejo en aras de un mundo nuevo menos dividido, más justo, más bueno y  fraternal. Sabemos cuán arraigada esta en vuestro animo esta vocación a la paz a la unidad y al progreso cristiano

Será mucho pediros amadísimos hijos españoles que hagáis hoy una detenida reflexión sobre las exigencias que comporta vuestra fidelidad a la Iglesia de Cristo en esta época de renovación conciliar. Os decimos esto sabiendo la indispensable función que tiene la misma Iglesia en la promoción de los valores humanos, en la transformación de energías para el progreso ordenado de la sociedad multiplicando su solicitud en un servicio desinteresado de caridad operante

Para el cumplimiento de esta tarea confiamos en primer lugar en vosotros hermanos en el Episcopado, y alentamos a seguir siendo con prudencia y vigor apostólicos, los guías verdaderos y los profetas de la fe y de la caridad, según el compromiso que juntos aceptamos en el Concilio. Confiarnos también en vosotros, sacerdotes y religiosos cuyas vidas sacrificadas al servicio de los hermanos es testimonio viviente de las riquezas escondidas de la Iglesia. Confiarnos, seminaristas. y os exhortamos a corresponder a la llamada divina con todo vuestro ardor juvenil, preparados sólidamente con el estudio, la disciplina y la oración para el futuro ministerio. Confiamos esposos españoles en que vuestros hogares, donde queremos estar siempre como miembros de familia,  seguirán siendo escuelas de formación en el amor y en la fortaleza cristiana.

Españoles amadísimos devotos de Santiago como padre común os acompañamos en esta jornada dichosa y os reiteramos nuestro afecto. Especial recuerdo para nuestro amado hermano el señor cardenal Fernando Quiroga y Palacios arzobispo de Santiago de Compostela y para todos los obispos españoles. Presentarnos también nuestro respetuoso saludo al Jefe del Estado a las autoridades Nacionales, provinciales y locales de toda España. La ofrenda de los fieles españoles al Apóstol lleve consigo un compromiso generoso con todo aquello que Dios y la Iglesia esperan de vosotros Invocando sobre vuestra patria el auxilio divino por la intercesión de Santiago os impartimos de corazón la Bendición Apostolica.”

Finalizada a ceremonia, el Jefe del Estado y su esposa abandonaron el templo y al aparecer en la plaza del Obradoiro fueron objeto de nuevo de  aclamaciones, vítores  y gritos de ¡Franco! ¡Franco! por parte del público que llenaba la gran plaza compostelana.

Acompañados por los miembros del Gobierno, El Caudillo y su esposa se dirigieron a la Sala Capitular del ayuntamiento, donde el alcalde de Santiago de Compostela agradeció al Jefe del Estado el interés que venía dispensando siempre  a la ciudad El alcalde López Carballo, en su intervención, tuvo un recuerdo para el recientemente fallecido  Capitán General Camilo Alonso Vega, primer presidente del Patronato Nacional de Santiago, quien tantas muestras de afecto a lo largo de su vida le dispensó a la ciudad de Compostela. “Excelencia”- dijo el primer edil-“Compostela ha recobrado un ritmo esperanzador después de letargo y hoy se siente conmovida por vuestra presencia, con inmenso júbilo  y esta corporación con su alcalde, gozosos y conscientes ante la historia de la ciudad, os expresan su reconocimiento, su adhesión inquebrantable y el deseo de que el Señor Santiago conceda a vuestras excelencias larga vida para el bien de la Patria”.

Al final de sus palabras el alcalde  ofreció al Caudillo de España un obsequio de artesanía compostelana, realizado en oro, plata, marfil y azabache, como recuerdo de su visita en ese año Santo jacobeo.      

A continuación el Generalísimo pasó al despacho de la Alcaldía y firmó en el libro de oro de la ciudad, tras de lo cual el Caudillo y esposa  se dirigieron de nuevo al Hostal de los Reyes Católicos donde les fue ofrecido un aperitivo.

Seguidamente el Jefe del Estado y su esposa fueron obsequiados con un almuerzo en el Palacio Arzobispal ofrecido por el cardenal arzobispo Quiroga Palacios. Finalizado el almuerzo, el jefe del Estado y su esposa se trasladaron a Santo Domino de Bonaval donde visitaron las exposiciones de la escuela de Artes y Oficios denominada “Maestro Mateo” la exposición nacional organizada por el Ayuntamiento de Santiago. EL Jefe del Estado y su esposa en su visita estuvieron acompañados por el Vicepresidente del Gobierno y los ministros de Justicia, Gobernación, Ejército, Marina, Obras Publicas y Educación. Finalizada la visita el Generalísimo  se despidió de las autoridades y emprendió viaje de regreso  a su residencia veraniega del Pazo de Meirás.

Los ministros y las primeras autoridades civiles y  militares de Galicia, fueron agasajados en el Hostal de los Reyes Católicos con un almuerzo por parte del Ayuntamiento de Santiago, A excepción del Vicepresidente del Gobierno y ministros del Ejercito y Marina, los demás miembros del gabinete  emprendieron viaje de regreso a Madrid, en un vuelo que despegó del aeropuerto de Labacolla a las cinco y media de la tarde.

Aquella ofrenda Nacional del año  Santo Jacobeo de 1971, sería la última que en vida realizase el Caudillo de España, Francisco Franco, ante la imagen del Santo Patrón de España, Santiago Apóstol.

Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.

 
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