21/11/2024 11:41
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Memoria literaria y guerra cultural, de M. Calderón, trata también la novela Cuatro perros verdes: «Además de la crisis del catolicismo, van desfilando por la novela la recidiva del lenguaje hipócrita y demonológico de algunos exiliados, el feminismo de  S. de Beauvoir y Betty Friedan, la esterilidad de los debates en torno a la democracia, el deletéreo desencanto, la hegemonía cultural de los usurpadores de la «libertad» y la «democracia», las acusaciones de «revisionismo» –entonces solo aplicadas entre comunistas– y la paradójica realidad de los futuros millonarios en lo económico y socialistas en lo moral».
   Aunque hay algo de todo eso, y en ese sentido reflejan un trasfondo de la época, la verdad es que vista así sería una novela completamente ideológica, lo que estuvo lejos de mi intención. Más ajustado parece: «La acción transcurre en un solo día, sinécdoque  de todos los días de la vida de los personajes, cuyas jornadas oscilan entre el amor creador (eros, filía, ágape) de un amanecer y el ocaso o la muerte, ya sea propia o ajena». Hasta aquí es una interpretación bastante inteligible. No tan clara,  para mí al menos, la continuación: «La vida de cada uno de esos cuatro perros verdes simboliza el correspondiente elemento presocrático de la materia: tierra, agua, aire y fuego. Así como sus caracteres se corresponden con los cuatro humores de la medicina hipocrática hasta el Quijote».
El sol, señala Calderón, es un elemento esencial en la novela. Y lo es, intencionadamente,  tanto su salida, como su ocaso. El sol nace, reflexiona el personaje Santi, poco después de que la oscuridad envuelva tanto la ciudad como  la conciencia de sus habitantes, un estado del que tampoco tendrían por qué salir, pero que se ha repetido en la historia millones de veces,  como piensa también refiriéndose a «la aurora de rosáceos dedos», de  La Ilíada. Y su ocaso   sirve de símbolo claro del ocaso de la vida misma, a la que impone un ritmo. Así he querido expresarlo. También, esto lo  observa Calderón, «En su relato de un atentado terrorista –acción tan absurda como la de Mersault en El Extranjero (1942), el sol vuelve a tener el mismo protagonismo que en la novela de A. Camus y que en los sacrificios humanos de los aztecas». En el atentado interviene el sol,  y se puede interpretar así, desde luego, aunque no era mi intención: leí la novela de Camus cuando era adolescente, creo que no entendí nada y se me ha olvidado por completo.
El trasfondo histórico o de memoria histórica del relato es el contraste entre la época de violencia e incertidumbre (1936-1946) de Sonaron gritos y golpes a la puerta  y la de paz y tranquilidad de finales de los 60. Tranquilidad  que a muchos les pesaba como excesiva, tediosa y de espíritu chato,  y a otros les producía una satisfacción algo roma. Pero bajo el  aparente «nunca pasa nada» bullían mil inquietudes,  que recogían en antenas más sensibles algunos «perros verdes».

Autor

Pio Moa
Pio Moa
Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.

En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistasLa quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad DigitalEl Economista y Época.
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