23/11/2024 23:12
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Sin líderes, sin verdaderos líderes temporales y espirituales, no es posible otra cosa sino la anarquía y la confusión, lo más odioso que puede darse. No es el examen honrado lo que causa la anarquía y la confusión, sino el error y el engaño los que la originan. El hombre que protesta contra ambas se halla en camino de unirse con todos los hombres que creen en la verdad. No hay comunión posible entre hombres que sólo creen o aceptan engaños.

Todo esto de democracia y sufragios electorales hemos de considerarlo como fenómeno transitorio, y nunca como decisivo. Aunque es posible que este régimen político e ideológico que nos aherroja dure tiempo y nos ocasione dolorosas complicaciones, debemos acogerlo como penitencia y advertencia para el futuro. De momento, lo conveniente es que la sociedad occidental abandone los simulacros y retorne a los hechos. Con Papas espurios, con monarcas y potentados sectarios, con creyentes hipócritas y sin arbitrio, y con charlatanes y delincuentes que pretenden dominar a los incautos y enriquecerse a su costa, ¿qué puede lograrse, sino desgracia y dolor?

La labor del héroe político, hoy, ha de consistir en trabar conocimiento con las realidades y mantenerse en contacto con ellas a toda costa; su labor ha de centrarse en volver el mundo entero a la realidad, ya que tanto tiempo se ha contentado con apariencias. Su objetivo no puede ser otro que el de derribar a los repugnantes jotunos del NOM, a los monstruosos gigantes contemporáneos que se han empeñado en esclavizar o matar a la humanidad. Y ese, a la vista de sus posicionamientos internacionales, no parece ser el fin de VOX.

Si la contingencia nos dice que el voto útil es VOX, dado que en algunas cosas se diferencia de la casta partidocrática que nos ha traído hasta aquí, la sensatez tamizada de moral nos aconseja que la postura clarividente es la abstención. Una abstención activa, acusadora de la absoluta corrupción del Sistema. Una abstención que, motivada por la perniciosa naturaleza de éste, está decidida a derribarle antes de que sea él quien destruya definitivamente a España y a la libertad. Una abstención, pues, entendida como enmienda a la totalidad.

Cuidado, pues, con los votos útiles, que, en definitiva, sólo son útiles para los poderes fácticos, porque voto útil, por ejemplo, también se ha considerado el de los nacionalismos, que han devenido en separatismos a fuerza de transformar la lucha de clases en lucha de los pueblos y los territorios, consiguiendo que el común vote en contra de sus intereses y apoye, con el señuelo del nacionalismo provinciano, a quien sólo busca ser cabeza de ratón, rey de taifas, monarca de tribu, esclavista de manual, criminal inmune.

En general, la plebe española, hoy, es estúpida y vasalla, reflejo de un frentepopulismo amenazador y corrupto y de una oposición que, integrada en el Sistema, no está autorizada para oponerse a nada. Por su parte, el respetable votante que ha depositado su esperanza en VOX ha de preguntarse por qué este partido sigue sin dar el do de pecho. Es decir, ¿por qué no rompe con el Sistema y denuncia, de frente y por derecho, el cómplice comportamiento de las instituciones, del rey abajo? Monarquía, Justicia, Ejército, Educación, por ejemplo.

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El VOX zigzagueante que aplaude a un Zelenski que insulta a la patria, pero que abandona sus escaños cuando otro hispanófobo, Petro, repite el juego; el VOX dubitativo que hace, pero deshace, que grita y calla, que denuncia en parte las maldades del globalismo y de sus mentores, pero que a su vez acepta la estructura desde donde éstos dispersan todas aquellas aberraciones que tratan de desnaturalizar al individuo y borrar al humanismo, así como liquidar su filosofía, que es la occidental y cristiana, como ocurre con el ejemplo de la guerra de Ucrania, en donde se alinea con los plutócratas atlantistas, enemigos de lo que España simboliza históricamente, es un partido político bajo sospecha.

Pero también es cierto que, para muchos, VOX representa la fe o la esperanza regenerativa desde dentro del Establo, el único resquicio que éste ofrece para recuperar el tiempo perdido y alcanzar un nuevo modo de entender España. Sólo VOX, de momento, se halla libre de este estigma que condena a quienes nos han traído hasta esta cloaca política y sociocultural en la que nos hallamos.

Tampoco podemos olvidar a aquellos votantes que dicen conformarse con el sucedáneo porque no ven otra opción. A ellos, sin dejar de escuchar su punto de vista, es preciso recordarles que el mal menor es malo cuando se necesita lo mejor, lo excepcional. Y lo excepcional, hoy, pasa por quebrar este Sistema prepotente y delirante que nos aherroja y desprecia.

Resumiendo, puede decirse, pues, que quien vuelva a confiar su voto a la casta partidocrática culpable, incluido el PP, no será por ignorar la maldad de sus elegidos, sino porque su naturaleza le induce a elegir a propósito la infamia. Algo que, en efecto, no puede decirse aún de los votantes de VOX, porque este partido nunca ha gobernado en solitario y, por tanto, todas las elucubraciones que se hagan respecto a su sinceridad y su eficacia en este sentido son meras hipótesis, pero sí ha de cuestionarse ese zigzag o esa ambigüedad en la que está instalado y a la que nos está habituando sospechosamente.

La abstención, por el contrario, indica el rechazo a un Entramado absolutamente corrupto en todos sus aspectos, diseñado por el NOM y ejecutado por sus sicarios capitalsocialistas. Me cuentan que los últimos sondeos electorales reflejan una caída en picado del PSOE, algo que no creo. Primero, porque sus escándalos cotidianos son repetitivos, por connaturales, desde que se fundó, y ahí está, desde entonces, destruyendo impunemente a España con el apoyo de millones de españoles; y, segundo, porque el PSOE, si muere, morirá matando e incendiando, o dejando un heredero tan pernicioso como él. Pero, aunque así fuera, ¿de qué le vale eso a España si los votos que pierde el mayor malhechor se lo reparten los delincuentes subordinados, todos ellos criminales y traidores a la patria o cómplices del crimen y de la traición?

Lo razonable, tal como están las cosas, es que la última y legítima defensa de los ciudadanos más avisados y críticos, ante un poder político que todo lo invade y corrompe, formado por matreros y demagogos asalariados, sea la abstención militante, es decir, activa.

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Como no es infrecuente entre los instalados oírlos decir -defendiendo su pienso- que el voto es un deber cívico y que, además, pedir la abstención ¡es un fraude!, porque se pretende con ello apropiarse de la abstención técnica, conviene aclarar que -aparte de que el gran fraude lo llevan cometiendo ellos desde que accedieron al poder tras la muerte de Franco- la abstención técnica es una contingencia, algo imprevisible, mientras que la abstención militante es una cuestión de principios, un cuestionamiento razonado y razonable a un statu quo falso de raíz.

Por otra parte, el voto es un derecho político y en consecuencia no puede ser un deber cívico. Porque es un derecho y porque la esfera de su aplicación pertenece a la sociedad política y no a la civil. Si las reglas de juego no son democráticas y la ley electoral no le permite elegir nada, la conciencia puede impedir al ciudadano no ya sólo votar a una de las listas en juego, sino también la opción de votar en blanco. Votar en blanco supone reconocer la legitimidad de un sistema electoral -de un Sistema– que reproduce necesariamente la oligarquía política, la casta partidocrática y que, a la vista está, constituye una monumental estafa.

Abstenerse es una opción, y abstenerse por razones de principios es una opción ética plenamente justificada. Quien repudie el juego político que nos propone el Sistema por estar en radical desacuerdo con las reglas, y con la justicia que las regula y protege, debe plantearse la abstención. La abstención, pues, no constituye una acción incívica; en todo caso, lo incívico sería nuestra legislación electoral, creadora de agravios comparativos entre los españoles y de permisividades criminales. Y quienes la refrendan acudiendo a las urnas.

El abstencionismo activo es un fantasma que recorre Europa, pero es un fantasma comprometido por cuanto no es un desertor de los valores ni de la democracia, sino que se atreve a pedir no sólo más valores y más democracia, sino la genuina democracia, si es que ello es posible. Abstención, pues, como un primer golpe de honrada demolición contra un Sistema perverso, falso y genocida. Abstención como necesaria preparación para una sociedad nueva, que ha de ser verdadera, auténticamente humana.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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