21/11/2024 15:31
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Los seres humanos somos sociales, y nos organizamos en sociedades porque sin lugar a dudas necesitamos a los demás para desarrollar plenamente nuestra vida. Gracias a la cooperación y la ayuda mutua, nuestra vida es más segura y próspera. No obstante esta convivencia no está exenta de conflictos y es necesario ordenar la vida social, mediante normas que regulen los derechos y los deberes.

La labor política no se centra solamente en lo tecnocrático, y organizativo, ni siquiera en el reparto justo de las cargas y los beneficios, sino que regula también el derecho, lo que es justo e injusto en todos los ámbitos de la sociedad. No obstante no todos tenemos la misma idea del modelo de convivencia más justo y es por esto que a lo largo de la historia surgen las distintas ideologías y se abren paso, queriendo dar respuesta a las preguntas y tensiones que se producen en la convivencia de los pueblos.

A principios del siglo XX surgen con fuerza ideologías tales como el nazismo o el marxismo, que pretenden hacer prevalecer lo colectivo por encima del individuo. Ambas sucumben por distintas razones. La primera (nazismo) por una acción externa, derrotada en el campo de batalla por los ejércitos liberales por un lado y por el ejército comunista por el otro. La segunda propuesta, la comunista, más adelante también sucumbe, por su propio fracaso y auto destrucción interna.

No obstante la ideología comunista, se resiste a la derrota y surgen en los primeros compases del siglo XX una serie de pensadores que buscan la explicación y la razón por la cual el comunismo no ha dado cumplimento a las promesas de la revolución francesa, libertad, igualdad y fraternidad.  Cimentados en Carlos Marx, intentan revitalizar la lucha de clases  y el conflicto en lo referente a los medios productivos y su justo reparto, como argumento, pero esto ya no vende, de modo que dan un giro hacia un marxismo cultural. Apoyados principalmente en Hegel, Friedrich Engels y Sigmund Freud, indagan y buscan en los entresijos del alma humana para comprender el origen y causas de su fracaso. Una vez constatada la derrota del comunismo llevado a la práctica, el comunismo real y no teórico, autodestruido por su fracaso económico y social, se reorienta hacia otro debate y  busca un balón de oxigeno reinventando los argumentos de su ideología hacia un marxismo más humanizado donde prevalece lo cultural sobre el conflicto estructural de la lucha de clases, moviendo el foco de atención de lo productivo hacia lo reproductivo. El conflicto en la industria ya no vende, y se pone el acento en el conflicto que hay en la familia y en la cultura. Pasamos por tanto de la fábrica a la universidad. De este modo, en mayo del 68 la bandera de la reivindicación la toman los estudiantes y sus proclamas y exigencias se mueven hacia lo cultural, familiar, derechos reproductivos, feminismo, lucha de sexos, libertad sexual, diversidad de género, aborto y un largo etc.  Hoy podemos constatar que las manifestaciones del primero de mayo, son de escasa asistencia y además de los liberados y su familia, el resto se van a la playa o al campo y en cambio las del 8 de marzo, día  de la mujer, están abarrotadas de feministas y movimientos LGTBI que se han sumado al discurso neo-cultural.

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En 1970, la activista feminista Kate Millett publica su libro Política Sexual  y nos da la clave del giro que toma la política en occidente. La frase “Lo personal es político” es la que explicita y resume su pensamiento. Su discurso y pensamiento radica en que la política ya no debe centrarse en regular la organización social en aspectos como la economía o la sanidad o las obras públicas, sino que ahora la política debe inmiscuirse en lo personal es decir, en la vida privada de la gente. El Estado, ya no es neutral en asuntos como la educación en valores, y aspectos éticos, en asuntos como la vida o la familia, en temas esenciales como la visión del ser humano, en conceptos antropológicos o de la intimidad de cada individuo. Ahora la política trabaja en el campo de lo íntimo, de lo moral, de lo personal. Lo personal es por tanto político y esta intromisión va siendo aceptada por grupos de presión y mediáticos que imponen esta línea de pensamiento como políticamente correcta.

Por otra parte tenemos la otra cara de la moneda que es el liberalismo.  Esta, es aparentemente, la contrapesa al comunismo que se abre paso a través de este mencionado marxismo cultural como hemos visto, con fuerzas y aires renovados. Pero resulta que los cimientos del liberalismo son aparentemente respetuosos con los derechos individuales, ya que el liberalismo, que después de la segunda guerra mundial reafirmó estos derechos inalienables en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ha resultado ser un lobo con piel de cordero. Este liberalismo es muy próspero en lo económico, pero es un gigante con los pies de barro en lo cultural y sobre todo en lo ético y moral. Para la propuesta liberal, el concepto de lo que debe ser justo o no, no puede estar supeditado a una visión del ser humano previa, y al sentido de la vida o del bien o del mal, que cada uno de los actores en juego tenga. Si nos damos cuenta, este modelo político está basado en el relativismo puro y duro, y es por tanto que lo que es bello o feo, lo que es bueno o malo, lo que es verdad o mentira, hoy puede ser una cosa y mañana lo contrario. Porque los sujetos vacios de referencias pueden cambiar su modo de pensar con el tiempo, o incluso la clase política auspiciada por el “PODER” puede caer en la tentación de aprovechar los instrumentos a su alcance para hacer ingeniería social y modificar los valores de la sociedad de modo artificial, introduciendo e imponiendo otros valores a su antojo y en su propio interés a través de los medios de comunicación, el cine, la universidad, la cultura y la educación, que tienen completamente en sus manos.  Cobra de esta manera fuerza la frase “Lo personal es político” de Millett.  De este modo los consensos, cambian según se vaya moviendo la ventana de Overton, hacia el modelo de sociedad que a los poderosos les interese reproducir en cada momento.

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Hemos analizado en las dos propuestas anteriores, Comunismo y Liberalismo, como ambas renuncian a la LUZ que ha supuesto para nuestra civilización el cristianismo. Y el gran error ha sido renunciar a ella. Hemos podido comprobar año tras año, con gran desasosiego como partidos que inicialmente en su ideario partían de estas raíces cristianas, han ido paso a paso echándose en brazos del relativismo más rampante y caminando en tinieblas ausentes de toda lámpara ni lucidez. Y con ellos ha llegado: El aborto, el adoctrinamiento en las aulas de nuestros niños y las leyes mal llamadas de igualdad que vacían el derecho, al suprimir la presunción de inocencia, pilar fundamental de un estado de derecho. Con ellos ha llegado, la eutanasia, la manipulación de embriones, las leyes animalistas y así un largo, largo, largo etcétera.  La política ni los políticos pueden auto-atribuirse la potestad de inmiscuiré en lo “personal”. De definir a las personas, de cercenar las tradiciones, de demoler la familia, de borrar la historia, de constreñir la religión o la cultura ancestral recibida de nuestros padres y antepasados. Incluso llegan a la barbaridad y la arrogancia como nuevos diosecillos, de atribuirse la re-definición del Ser Humano y de su propia naturaleza. Como si las leyes de la naturaleza pudieran redefinirse por arte del consenso político y de las mayorías de cada momento.

España es el resultado de una cultura milenaria y hunde sus raíces en el cristianismo. Es hora de volver a nuestras raíces con una propuesta que construya un modelo de sociedad basado en el humanismo clásico. No podemos ni debemos prescindir de lo que somos, no somos seres ambiguos o cibernéticos que de pronto hemos aparecido en el mundo de forma espontánea. No podemos ni debemos prescindir de lo que somos para construir un modelo de sociedad justo, respetando el derecho natural y nuestras raíces morales. Necesitamos un modelo de sociedad basado en las personas reales y nunca en una ingeniería social que envenena la cultura, la familia y la educación a fin de mover los referentes éticos hacia intereses espurios de manipulación de las masas. Cuando Robert Schuman y Adenauer pusieron los cimientos de la Comunidad Europea, lo hicieron bajo la luz de las doce estrellas de su bandera, las estrellas de la Mujer vestida de sol, para que iluminara el sendero a seguir. Es hora de escuchar el grito de Juan Pablo II en el Monte del Gozo en el año 89: “Europa, vuelve a tus raíces”. ¡Sé, tú misma!

Francisco Martínez Peñaranda, escribe para usted de vez en cuando. ¡Gracias por atenderme!

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REDACCIÓN
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José Luis Fernández

Necesitamos líderes políticos como el norteamericano Ron DeSantis que defiende un retorno a los valores tradicionales de la sociedad americana como son el patriotismo, el respeto a la ley, la defensa de a familia tradicional, la prohibición del aborto voluntario, etc.

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