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La situación de los cientos de miles de inmigrantes sudamericanos a las puertas de EE.UU. y de los cientos de miles de todas partes del mundo a las de Europa, fenómeno absolutamente inaudito en pleno siglo XXI, pone en evidencia dos realidades que omite la corrección política en la que vivimos, a la que ayuda sobremanera el “populismo”, tantas veces manifestado, del Papa Francisco sobre la inmigración. En primer lugar, la incapacidad de estos pueblos para salir por ellos mismos adelante. Y, en segundo lugar, el programa implementado por quienes planifican el Nuevo Orden Mundial, ya en fase muy avanzada, a fin de destruir la civilización occidental-cristiana y crear una sociedad universal sustentada por una ética civil sincretista.
No se puede, y Francisco debería comprender, admitir a más inmigrantes en Europa, y supongo que tampoco en EE.UU., a menos que se quiera destruir la cohesión y la paz social de las naciones europeas y de los estados norteamericanos. La distopia ya sobrevuela Occidente, y a ello está contribuyendo el multiculturalismo en el que ya se vive. Además de que no hay trabajo ni dinero para todos.
Por lo que respecta a lo que comprobamos con la inmigración sudamericana, tanto con los que esperan a las puertas de EE.UU. como los que entran en España, puede deducirse que si no hubieran sido descubiertos, evangelizados y educados hoy seguirían en taparrabos y ofreciendo sacrificios humanos a dioses extravagantes.
En cuanto a las soluciones que tendría que tomar Europa, y especialmente España, tienen que ser tajantes porque nos estamos jugando nuestro futuro como civilización. Tenemos que admitir a los que necesitemos, siempre en función de nuestros intereses, a ninguno más. Al resto hay que expulsarlos (en frio o en caliente), comenzando por los ilegales, siguiendo por los que delincan (que cada vez son más) y terminando por los que terminen de cumplir penas de privación de libertad por la comisión de diferentes delitos en nuestra patria, aunque tengan la nacionalidad española. Que esa es otra cuestión a reflexionar… cómo se está obteniendo la nacionalidad española. Como lo es, la última medida del gobierno Sánchez, rebajar los requisitos para que los extranjeros puedan trabajar, una de cuyas claves es que basten unas reducidas medidas para la autorización, iniciativa que tiene en contra a las centrales sindicales.
Europa no debe ser madre de la extranjería, sino la madrasta. O dicho de otro modo… “Cada uno en su casa, y Dios en la de todos”. Y esto debe ser así, porque conviene que las naciones conserven su identidad, sus rasgos étnicos y su cultura.
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