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Antonio García Cortés. Maestro y obrador de la tradición cerera, ha trabajado diferentes modalidades artísticas en proyectos relacionados con la fotografía, la escultura y la música. También ha tenido multitud de colaboraciones con cantantes, poetas, ceramistas, diseñadores y pintores, en colegios y en diferentes eventos culturales. Apasionado por el canto gregoriano y la liturgia tradicional a la que se entrega en cuerpo y alma. Vinculado con la Iglesia en labores de sacristán y acólito. Contacto: vitalevisbcn@gmail.com
¿Cómo nació tu inquietud por la cera en general?
Desde pequeño mi familia, de una manera o de otra, tuvo relación con la apicultura. Esto me hacía pensar que todas las velas de cera que había en el mercado estaban hechas de cera de abeja. Me di cuenta de que eso no era así, que la mayoría eran de parafina (derivado del petróleo), que en última instancia es algo sintético y tóxico. Me empecé a familiarizar con este material un poco a ciegas y a conocer apicultores. Esta primera toma de contacto me daría un bagaje para después entender las características de la cera.
¿Cómo, antes incluso de tu conversión, pudiste entender en profundidad la importancia de la cera en la Liturgia de la Iglesia?
Ya antes de mi conversión tenía referencias de que en los ritos tradicionales de la Iglesia valoran mucho la cera de abeja, algo que se fue perdiendo con la modernidad. Luego empecé a ver una relación muy íntima entre la organización social de la abeja y el mundo monacal. Por ejemplo, las abejas viven en celdas (como los monjes), tienen sentimiento de pertenencia a la comunidad y un proyecto común. Incluso encontraba cierto paralelismo entre el sonido que emitían las abejas y el timbre del gregoriano. Es más, el descubrir el hecho de que las abejas (excepto la reina) fuesen asexuadas, me hizo pensar en los monjes, que libremente se hacen eunucos, como decía San Pablo, por el Reino de los Cielos. Empecé a trabajar en templos católicos, lo que para mí fue un descubrimiento abismal a nivel personal. Era en cierta manera barruntar el misterio de las catedrales, del que hablaría magistralmente en su libro Fulcanelli.
Todo ello contribuyó poderosamente en mi proceso de conversión. Intuir la grandeza de la Liturgia a través de la ornamentación me llevó a la sed de trascendencia.
De hecho, una vez convertido, descubriste que la Liturgia de la Vigilia Pascual, la más importante del año litúrgico, prescribe claramente que el cirio debe estar confeccionado con cera de abeja, que encierra un riquísimo simbolismo…
Es así y es más, yo siempre había aspirado a hacer el mejor cirio del mundo y me di cuenta de que no puede haber cirio más sublime que el que se emplea en la Vigilia pascual, madre de todas las vigilias, pues representa al mismo Cristo resucitado, luz del mundo. Vi una clara congruencia entre la pureza y dulzura de las abejas y el buen olor de Cristo.
Las abejas elaboran la cera a través del néctar, el cual a su vez proviene de la acción directa de los rayos del sol. Por tanto, la luz solar se transforma en cera a través de un proceso de metabolización que se desarrolla en el propio organismo de las abejas. Como no hay luz más pura que la del sol, resulta perfectamente adecuado que el efecto de sus rayos, convertidos en fuego ornamental, sean el sustrato de la luz litúrgica.
Antiguamente, antes de la aparición de la luz eléctrica, la importancia de la cera era vital en la sociedad y especialmente en la Iglesia a la hora de iluminar el templo…
Tradicionalmente la Iglesia disponía que la luz más pura fuese la que iluminara el altar y se procuraba que fuese siempre cera blanca, excepto en las misas de difuntos. La luz que bañaba el resto del templo era de inferior calidad y podía estar mezclada con grasas de procedencia animal. También el aceite de oliva jugaba un papel importante en las iglesias, ya que era la luz litúrgica del Antiguo Testamento. No obstante, la cera de los altares sufría un proceso de purificación que la distinguía del resto de luminarias. Esto se debe a que nuestros antepasados estimaron que la estridencia propia de la cera (con su intenso perfume y color natural) no era acorde al al orden de la liturgia.
Una vez comprendiste la riqueza e importancia de la cera a lo largo de la historia de la Iglesia, viste claro que la cera podía tener un papel muy importante a la hora de recuperar la Tradición y la esencia de la Liturgia de siempre…
Profundizar en el riquísimo simbolismo de la cera, especialmente en lo relacionado con el Cirio Pascual, me permitió adentrarme en la grandeza del Misterio de la Santa Misa, a través de la delicadeza e importancia de los usos de la liturgia, sobre todo en relación con la ornamentación del altar.
Tras trabajar la cera y experimentar con el material, fabricando moldes…se dio cuenta de que se había estancado y necesitaba profundizar mucho más en la técnica de elaboración tradicional…
El relacionarme con materiales sintéticos para desarrollar diseños hizo que mi trabajo perdiera emoción para mí. Sin embargo no conocía otra manera de canalizar mis impulsos de creatividad y avanzar en la técnica. Pero sentía que necesitaba un cambio.
Se documentó bien a través de archivos históricos hasta dar con la ceroplástica. ¿Qué supuso para usted acceder a esta disciplina relacionada con las artes plásticas?
Empecé a reflexionar acerca de como la cerería, que era originalmente un oficio, se fue convirtiendo en un arte. Decidí documentarme a través de los archivos históricos eclesiásticos de la ciudad de Barcelona. Me fueron especialmente útiles las actas que se redactaban en las reuniones mensuales del Gremio de Cereros en la ciudad de Barcelona. Pero fue al descubrir la ceroplástica cuando empecé a hallar las respuestas que buscaba.
Providencialmente pudo participar en un congreso internacional de ceroplástica, que no se celebraba desde hace cuatro décadas…¿Qué supuso para usted este congreso y a quién conoció allí?
Para mí supuso un antes y un después el participar en este congreso, en la Universidad Complutense en 2017. Hacía casi 40 años que no había un congreso sobre cera en todo el mundo y fue providencial, ya que lo descubrí casi por casualidad. En los talleres que allí se organizaron había profesores de universidad, artistas, y expertos de todo el mundo. Actualmente la cera más utilizada es con diferencia, de origen mineral y a mí la que me interesaba realmente era la cera de abeja. Felizmente conocí en el congreso a uno de los últimos grandes artesanos de la cera, un experto de origen mexicano, Marco Antonio Miranda, un hombre creyente y devoto, que me hizo ver las infinitas posibilidades del trabajo con cera, así como ver que la auténtica artesanía consiste en trabajar con materiales confeccionados por uno mismo.
Una vez tuviste la formación y el asesoramiento debido te lanzaste a trabajar la técnica y te llevaste una grata sorpresa…
Las técnicas relacionadas con la ceroplástica me resultaban conocidas por la experiencia personal en mi taller. Intuitivamente había llegado a desarrollar por mí mismo algunas de esas técnicas, pero ahora pude trabajar sobre una base más segura.
Usted con el tiempo fue adquiriendo las habilidades de un maestro cerero…
Bueno, llevo más de una década fundiendo cera y desarrollando el oficio con los medios que tengo a mi alcance. El tiempo invertido me ha dado la capacidad de producir cualquier tipo de luminaria en cera como se elaboraba en los primeros obradores. Con esto he podido colaborar y compartir proyectos tanto a nivel teórico como técnico con otros profesionales o en colegios.
¿Cómo llega a relacionar la cera con el canto gregoriano?
Como he dicho anteriormente, la cera baña nuestros templos, pero el gregoriano los viste y engalana. De alguna manera siempre vi una relación clara entre el canto sacro y la luz, pero al acercarme a la Santa Misa vi que ambos son una expresión perfecta de puro sacrificio vehiculado a través de diferentes formas de arte efímero. Piezas de gregoriano o de cera son parte de un mismo holocausto de substancias que desaparecen mientras se muestran fugaces. El cantor también arde y se funde en deseo mientras ejecuta el introito o el gradual. Su voz en estado de gracia nace de sus entrañas y se dirige a Dios entre las melismas que acunan y custodian la esencia de nuestra tradición.
¿Hasta qué punto es importante en la era industrial recuperar estos antiguos oficios que fueron puntales de la cristiandad?
La capacidad de cubrir las necesidades reales crea comunidades fuertes, para esto los oficios son un pilar innegociable.
Los oficios tradicionales vienen a ser la extensión neuronal de la fe católica en la vida ordinaria. Los artesanos fueron creadores de la tecnología justa y necesaria para cada momento histórico de la Era Cristiana. Su inspiración no era otra que facilitar la vida en comunidad a través de herramientas sencillas y conocimientos profundos de las técnicas y materiales.
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