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Y perdonen ustedes el exabrupto, pero los ministros del nuevo orden mundial se emperran en administrar en los bautismos extrarreligiosos los nombres más peregrinos. Leo que el mercado del automóvil —y detrás de él siempre va la industria— comienza a involucionar para corregir el rumbo. Me explico. Al parecer, los clientes de cuantos modelos han invadido los catálogos en los últimos lustros (frenazo pandémico incluido) no acaban de estar contentos con la automatización que la inteligencia artificial (IA para los cursis) ha introducido, también, en los habitáculos automovilísticos. Tanta pantalla táctil, tanta palanquita giratoria de las mil combinaciones, tanto sensor por doquier, o tanto mensaje de voz, agobian. Y el resultado es que un caos sordo se va apoderando del conductor hasta sumergirlo en un letargo muy peligroso: la relajación del rendido.
La conclusión a la que están llegando los sesudos del márquetin es que no hay otro remedio sino volver a los coches preponderantemente analógicos. Como los discos de vinilo o ese inquietante mundo vintage que va ganando plazas en la guerra de los escaparates, por no hablar de los pedidos por Internet. La gente quiere controlar su medio de locomoción, no al revés. Ya suficiente control ajeno tiene que soportar al volar o viajar sobre raíles; incluso cuando el volante del bus lo lleva otra persona, con su mar de contradicciones, disgustos, pasiones y malas noches a cuestas. Queremos saber dónde está cada mando, localizarlo pronto, manejarlo disciplinadamente y asumir nuestra responsabilidad en libertad. Tan simple como llevar un coche y no una nave espacial para la que no estamos preparados y que encima nos cuesta mucho más cara, al comprarla y en averías. Parece mentira que hayamos llegado a esto, a tener que recordar lo obvio. Pero lo cierto es que los gestores de esta estratégica industria ya le han visto las orejas al lobo, porque los coches al alcance de nuestras entendederas —es decir, los desdigitalizados— empiezan a ser los más vendidos. Si a ello añadimos que el mercado de segunda mano cada vez se revaloriza más, probablemente por la misma razón además de por la crisis económica, el futuro, amigos, parece pertenecer a los no nativos digitales. Al menos en cuanto al panorama de las cuatro ruedas.
Ahora voy, brevemente, a lo más importante. Porque tengo para mí que esto de los coches fáciles de conducir no es sino la punta del iceberg. A bote pronto, seguro que a usted se le ocurre unos cuantos “inventos” de los que prescindir es mejor que depender si queremos durar más y vivir mejor. Usted mismo.
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