23/11/2024 11:20

Nieto

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Siento decepcionarles, pero no. Hoy tampoco voy a hablarles del corrupto Tito Berni, ni de Negreira (el resolutivo «jugador número 12» azulgrana), ni del último grano en el culo de la partitocracia que nos hemos dado. Hoy (lo habrán adivinado los más sagaces al leer el título de esta columna) les voy a hablar de Ella, de la mujer perfecta.
La Anunciación del Señor, que hemos celebrado este 25 de marzo, nos pone de nuevo ante un modelo perfecto de comportamiento humano. El «sí» de la Santísima Virgen, su «fiat» (confiado pero probablemente también asustado) es una guía para cualquiera de nosotros. El ejemplo perfecto de confianza ciega en Dios: «No sé lo que quieres de mí, ni a dónde me llevan tus planes, pero los acepto porque son tuyos». «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
Nuestra vida es una sucesión de oportunidades que Dios nos da para decirle: «sí, me fío, acepto». «Aunque tenga miedo, aunque esté confundido, acepto porque Tu voluntad vale infinitamente más que la mía». Pero casi nunca imitamos a María en su infinita humildad y sencillez. Todo lo queremos saber, controlar, dominar…, todo queremos que dependa de nuestras fuerzas, que son muy pocas e insuficientes. Queremos ser como dioses sin darnos cuenta de que Dios solamente hay uno.
Es cierto que el sufrimiento injusto nos descoloca y muchas veces también rompe nuestra confianza en Dios. Somos reactivos al dolor, quizá porque ello es lo específicamente humano. Huimos del sufrimiento y no aceptamos que sea Dios quien nos dirija hacia ello, ni siquiera a cambio de un bien mucho mayor que el que vamos a perder. Si Él nos propone la Cruz y la Salvación, nosotros le respondemos que «sólo lo segundo». Porque nos falta Fé.
María, una joven de apenas 15 ó 16 años, dijo «sí» sin conocer detalles, ni plazos, ni tiempos. Sin saber nada de lo que cualquier ser humano necesitaría saber hoy para poder consentir. Se jugó literalmente la vida para abrirnos a todos nosotros las puertas del Cielo. Aceptó los planes de Dios y se hizo su esclava, por propia voluntad, para la redención del mundo. Jamás podremos devolverle todo el amor que Ella nos dio con ese «hágase» emocionado y confuso,  pero decidido y valiente.
Por eso, hoy quiero volver a ponerla de ejemplo, una vez más, como he hecho tantas veces. La más perfecta, la más pura y humilde de todas las criaturas de Dios. ¡Tantos errores dejaríamos de cometer, tantas guerras inútiles dejaríamos de empezar, tanto daño dejaríamos de hacer si intentásemos parecernos a Ella! Estamos en Cuaresma, se acerca la Semana Santa. Digamos, como María, aunque no entendamos, aunque nuestra cruz sea muy pesada…, digamos siempre: «Sea tu Voluntad, Padre, y no la mía».

Autor

Rafael Nieto
Rafael Nieto


Nació en Madrid en 1975. Es Doctor en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU. Ha dedicado casi toda su vida profesional a la radio, primero en Radio España y desde 2001 en Radio Inter, donde dirige y presenta distintos programas e informativos, entre ellos "Micrófono Abierto", los Domingos a las 8,30 horas. Ha dirigido la versión digital del Diario Ya y es columnista habitual de ÑTV en Internet. Ha publicado los libros "España no se vota" y "Defender la Verdad", "Sin miedo a nada ni a nadie", "Autopsia al periodismo". Esta casado y tiene un hijo.

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antonio parra galindo

cáspita que cursi es el articulo

José Antonio Ruiz González

Antonio Parra Galindo, ¿Por qué consideras cursi lo que no entiendes?

Hakenkreuz

Muchísimas gracias por este artículo, que Dios se lo pague y enhorabuena por su valentía al elogiar a la Santísima e Inmaculada Madre de Dios y Madre Nuestra, la Bienaventurada Virgen María. Dios quiera que su Inmaculado Corazón triunfe pronto.

Lo que sufrió su Santísimo Hijo, Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero, y lo que sufrió Ella desde la Anunciación hasta la Gloriosa Resurrección, deja en chiquillada de nenas nuestro sufrimiento terrenal, que, por cierto, debería ofrecerse siempre al Señor, uniéndonos a Él en su Pasión que ahora conmemoraremos.

La Santísima Virgen María es la criatura perfecta de Dios, es un amor, una dulzura incomparable, nuestra Madre, protectora, Reina y alegría. Humildísima y discreta, siempre en el silencio y sin quitar protagonismo a su Santísimo Hijo. Sabia e intercesora nuestra, Dios la hizo partícipe directa de la Redención y Salvación de la humanidad. Es bien merecedora de todas las letanías que los corazones fieles, apasionados y valientes de verdad le rezan cada día con el Santo Rosario. Dios quiera que todos los hombres y mujeres que aman a Dios imiten a la Madre Excelsa de Dios y nuestra.

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